ccaa.elpais.comEstá de moda y queda muy bien, sumamente progre y de izquierdas, manifestar “no sentirse español”, “mandar a la mierda a la puta España”, “cagarse en las fiestas del Pilar” o “condenar el Día de la Hispanidad por el genocidio de los indígenas americanos y el coste económico que representa”.

Tradicionalmente habían sido nuestros gobernantes los que se preocupaban de rebajar la autoestima de los españoles para que no exigiéramos demasiado y aceptáramos de buen grado el orden impuesto, pero ahora les ha surgido un nuevo aliado con el que no contaban, cuando no hay por qué pedir perdón, ni por qué sacar pecho, por ser español o mozambiqueño (un azar como cualquier otro), sino tan solo por lo que uno hace personalmente, y lo normal es que un español se sienta más español que esquimal o japonés.

Más en este tema llueve sobre mojado, y cansa tener que repetir por enésima vez que el enemigo es el capitalismo, no España o Andorra, y que no se debe confundir una postura crítica y beligerante hacia la política y la vida pública española, con descalificarlo todo: algo que retrata, no al país, sino al que lo hace.

Cambiar las cosas requiere trabajo, y no se consigue con ataques fáciles y gratuitos que solo provocan rechazo, resquemor y choques que flaco favor hacen a la causa que pretenden defender.

Tendencia que cada vez gana más adeptos y que no sucede por casualidad precisamente. Denigrar y arremeter por sistema contra todo “lo español” se ha convertido en una práctica habitual que se alienta, vitorea y celebra con alborozo desde ámbitos independentistas. Se identifica interesadamente y asimila “lo español” con Franco, el PP y el triunfo del fascismo en la Guerra Civil, como si todos los españoles comulgaran con esa ideología o fueran de esa condición, y no hubiera combatido en esta tierra la Pasionaria, existido Ramón y Cajal, o nacido en ella Cervantes.

Deconstrucción de lo español, que corre paralela a la exaltación nacionalista de “lo vasco” y “lo catalán” como quintaesencia de la perfección humana y compendio de virtudes, sin mácula alguna, olvidando (¡bendita amnesia histórica!) que catalanes y vascos se aplicaron con el mismo ímpetu y entusiasmo que los demás peninsulares, en la tarea de la conquista, robo de riquezas y genocidio de América Latina, por lo que, si fueran mínimamente consecuentes, deberían rechazar la Diada y el Aberri Eguna, sus fiestas patronales, con la misma firmeza que el 12 de Octubre, Día de la Hispanidad. Porque se aprovecharon tanto como el primero y fueron tan culpables como sus compatriotas, salvo que lo hicieran por obediencia debida, y no por vocación, o porque los arrastraran al vicio, que todo podría ser.

teinteresa.esNi siquiera la señora Colau, ha podido demostrar que las “espontáneas” movilizaciones multitudinarias de la Diada hayan costado menos al erario público que sus homónimos festejos estatales, pero claro, hay que comprender que, cuando un “pueblo cautivo» como el catalán, lucha por “su libertad”, todos los recursos públicos se dan por bien empleados, y no hay por qué reparar en gastos ni  echar cuentas. Lo importante es que todas las acusaciones y críticas se viertan siempre en la misma dirección: hacia “ellos”.

Solo desde una óptica nacionalista, extremadamente sectaria y miope, se puede calificar como malo el neoliberalismo de Rajoy y estupendo el de Artur Mas, o creer que los gobernantes autonómicos catalanes han sido menos ladrones o mejorado en algo a los estatales. Pero el mito es el mito y por los independentistas que no quede: la imaginación al poder.

Los disfraces del capitalismo son muy variados, hay una amplia oferta donde elegir, y sería bueno que todo aquel al que no le agrade ser español, solicite oficialmente asilo político en EEUU, Inglaterra, Alemania o Francia, democracias modélicas, superiores y ejemplares, que nunca se han manchado las manos con genocidios, holocaustos, masacres y fechorías a lo largo y ancho del planeta como hicimos nosotros; hitos gloriosos que también ellas conmemoran periódicamente para que la barbarie no decaiga.

Cada cual es muy libre de venerar la estelada, los discos de los Beatles, o una talla de madera policromada, pero embarcarse en guerras de símbolos, constituye un error mayúsculo, porque todo el mundo sabe que su equipo es el bueno y está dispuesto a abrir en canal al que se lo discuta.

Cada país tiene sus luces y sus sombras, y en el lote entra todo, desde clima o costumbres, hasta leyes y comida, aunque para ser tan desastrosos, sorprende la cantidad de extranjeros que prefieren vivir aquí antes que en su país, no sabemos si por masoquismo o por equilibrar nuestra balanza de pagos.

luizcorewordpresscomLa verdad es que la suma de guerras, batallas, heroísmos, masacres y atrocidades nacionales constituye un sangriento festín difícil de digerir, en el que cada país puede reclamar con pleno derecho su parte, pero que concede pocos motivos de satisfacción para disfrutar de él y, todavía menos, para festejarlo. O se suprimen todos, o se honran todos, en recuerdo y homenaje a la legión de víctimas sacrificadas por intereses ajenos, para que nos sirva de lección.

El mal es general y desborda fronteras. Abordar los problemas sociales en clave nacional, no soluciona nada a los desahuciados, a los trabajadores ni a los parados, y únicamente beneficia a las oligarquías de turno que hacen de la desigualdad y las diferencias sociales, su divisa y su bandera.

En el concurso universal de nacionalismos y orgullos patrios, ninguno se salva ni se lleva la palma; todos salen malparados, y lo mejor que se puede hacer con ellos, es arrojarlos definitivamente al foso de la historia para que dejen de una vez de etiquetar, marcar y pastorear a los seres humanos como rebaños.


Publicado en infolibre: http://www.infolibre.es/noticias/club_info_libre/librepensadores/2015/10/17/celebraciones_patrioticas_39325_1043.html

Imágenes: ccaa.elpais.com|luzcore.wordpress.com|teinteresa.es

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