Querido amigo:

Perdona el enorme retraso de esta respuesta a tu carta de agosto, a causa del “nomadismo” a que me obliga mi salud -Madrid, Mijas, Jaca- que traspapela escritos y hasta libros. También mis años me desorganizan, y aunque Olga y mi colaboradora Amaya lo cuidan todo, a lo mejor yo me despisto sin querer y falla la coordinación. Espero me comprendas y disculpes.

Pero hace poco se resucitó para mí tu libro y te aseguro que, como seguramente esperarías, me ha gustado mucho, empezando por el subtítulo que es por sí mismo un acierto. Comparto tu tesis general íntegramente. Su concepción y su montaje me parecen además excelentes. Ya la misma página titular la tengo con selección de páginas (mi “índice de lector”) sobre temas como el mercado, la moral, los poderes y otros. En la segunda parte has elegido muy bien los sectores llamativos y, en conjunto, el libro me parece de los muy recomendables en estos tiempos.

Me pedías en tu carta que me asomase al capítulo 20 y lo he hecho con interés y con cariño. En conjunto el panorama que propone puede ser muy aceptable para mí, pero debo serte sincero diciéndote que lo veo al otro lado de un océano que no es fácil de salvar. Vivimos con el dinero como valor máximo, fuerza movilizadora de decisiones según rentabilidad egoísta, y sustituirlo supone destronar ese dios, poner en el altar a otros valores -la libertad para todos, la solidaridad propia de ser una especie común, la sabiduría la ética, la vida misma compartida en paz… lo que sea.

Es decir, hace falta un cambio profundo de la mentalidad colectiva: esa formación que acaba de desorientar a tantos españoles haciéndoles votar a favor de los culpables de la crisis y entregando el poder a los continuadores. En vez del monstruoso desarrollo hacia afuera actual (tan insostenible, además) deberían guiarnos por el desarrollo hacia dentro; no hacia más, sino hacia mejor. Perfeccionarnos, humanizarnos y civilizarnos por fin, porque no es civilización la historia de millones de humanos progresando fabulosamente en técnica, pero que aún no han aprendido a compartir la paz en el planeta.

No me satisface del todo lo que escribo aquí y cuento con tu comprensión para interpretarme. Espero poder hablar contigo más adelante, pero entre tanto he necesitado expresarte mi necesidad de que tengamos una hoja de ruta para salvar ese océano hacia otra era.

Lamento resultarte a mi vez insatisfactorio pero al menos soy sincero, tanto como en los elogios. Te felicito por el conjunto y, en espera de otra ocasión, te envío ya mis mejores deseos para las fiestas y 2012, con un gran abrazo de tu amigo

                                                                                                                   José Luis Sampedro

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