oficios-del-futuro-82-c2b7-insolente-c2b7-jerome-lieblingSabemos que la gente se inclina, mayoritariamente, del lado de donde sopla el viento. Lo que significa que al que está arriba, al que manda, por principio se le da la razón y se le ríe la gracia. Lo que no impide, por supuesto, que a sus espaldas se le critique, mientras por delante, se le aplaude, se le hace la pelota oficialmente y se le defiende, porque ir a contracorriente resulta demasiado ingrato y arriesgado e implica pagar un precio que pocos están dispuestos a asumir. Que ponerse enfrente de los antidisturbios sale por un ojo de la cara.

Mejor que se muevan otros que, si triunfan, ya nos pasaremos a su bando cuando convenga. Cuando Felipe González subió al poder, los mismos que abarrotaban las calles, agitando banderas y gritando con fervor ¡Franco, Franco, Franco!, se convirtieron de la noche a la mañana en acérrimos socialistas y demócratas de toda la vida, tardando menos en cambiar de posición que de traje.

La gente quiere ser engañada para no enterarse de lo que está mal, verse obligada a tomar partido, enfrentarse y luchar para cambiar las cosas. Una manera como cualquier otra de complicarse la vida innecesariamente, sin provecho alguno. Porque tener criterio propio, y todavía peor, intentar seguirlo, está fuertemente penalizado y se castiga sin contemplaciones.

Llegados a ese punto no se admiten tibiezas, medias tintas, escapatorias ni independencia alguna. Antes o después todo el mundo tiene que pasar por taquilla, retratarse, “mojarse”, y demostrar si está con el poder o contra él. Y la duda ofende.

Sociológicamente hablando, todas las personas pertenecen a una de estas tres categorías:

  • La de las que solo miran por sí mismas y sus intereses individuales: género egoísta puro y duro.
  • La de las que solo miran por sí y los “suyos” (familiares, amigos…): género “clueca” (la gallina que cuida de sus polluelos).
  • La de los que, además de por sí y por los suyos, miran también por los demás, saben de su existencia y necesidades, poseen conciencia social y buscan lo mejor para todos:  Espartaco, Zapata, Che Guevara, Gandhi, Luther King, Mandela…

El problema es que ni ellos ni nadie, por más altas que sean sus miras y por más que trabajen y se esfuercen, podrán nunca sustituir y hacer la parte ajena, por lo que, mientras no lleguemos colectivamente, al menos un número suficiente de personas, al convencimiento de que obrando así vamos a seguir siendo toda la vida carne de cañón y nos decidamos a dar un giro de 180º a nuestro comportamiento, dejando de mirarnos el propio ombligo, abandonando el modelo líderes/ rebaños, y responsabilizándonos de lo que sucede a nuestro alrededor, no habrá nada que hacer.

Y es que nadie puede hacer la revolución por los demás, sino que cada cual tiene que hacer la suya propia.


Imagen: oficiosdeplata.wordpress.com

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