Resulta que en la reunión del G-20 se ha acordado una tregua en la guerra económica de EEUU contra Huawei a la que China respondió de una forma no prevista, paralizando la importación de soja desde EEUU, lo que  fue un torpedo en la línea de flotación de Trump puesto que su gran base social y electoral son los agricultores.

De hecho, el presidente de la Asociación Americana de Productores de Soja pidió públicamente a Trump que llegase a algún acuerdo con China porque, en caso contrario, «el sector no podrá sobrevivir ni un año».

La soja es el producto estrella, con una reducción total en las exportaciones del 70’6% desde el inicio de la guerra arancelaria, pero no es el único. El resto de productos agrícolas llevaba el mismo camino, con una reducción global de las importaciones chinas del 55’3% (por ejemplo, el sector del algodón ya exporta un 60% menos).

Trump, de cara a su reelección estaba obligado a dar un paso atrás, y los chinos, con elegancia, le han permitido darlo sin que pareciera que se rendía del todo.

La chulería se paga. El actuar como si todo siguiese igual, como si EEUU (y Occidente) siguiesen controlando el mundo es tan irreal como creer en los unicornios. Porque gracias a la guerra económica, China tiene ahora muchos otros suministradores: desde Brasil y Argentina a Australia.

Pero lo más importante es que se ha cimentado muy rápidamente uno de los principales ejes de la estrategia de futuro de China: la Nueva Ruta de la Seda. Porque los principales proveedores de productos agrícolas a China son ahora países como Rusia, Tailandia, Indonesia, Malasia, Filipinas, Vietnam, Myanmar, Camboya y Laos.

China ofreció volver a comprar soja a EEUU en esa reunión del G-20 a condición de que EEUU levantase el veto a Huawei, por lo que estamos en una tregua que dista mucho de ser el fin de la guerra.

Esto es lo que se ve, pero hay otras cosas más importantes en juego que están ocultas. Por ejemplo, que EEUU ha visto cómo su «capitalismo liberal» ha sido derrotado por el «capitalismo de Estado».

China publicó el 2 de junio un libro blanco en el que establece cuáles son los aspectos intocables de su política: «mantener la apuesta por la innovación propia (o sea, la inteligencia artificial, 5G, etc.), mantener la propiedad estatal de las empresas en los sectores clave, y continuar desarrollando todo lo relacionado con la inteligencia artificial, el comercio electrónico y las tecnologías de la salud».

A lo que Peter Navarro, asesor de Trump para China, respondió: «esto es una amenaza existencial para la prosperidad y el predominio de EEUU en la economía mundial. Si consigue el éxito en estas industrias emergentes, EEUU no tendrá futuro económico».

La clave está donde siempre ha estado, en quién tiene el control de los medios de producción. Que en China, en su inmensa mayoría, está en manos del Estado. Por eso asistimos ahora a un acelerón del gran objetivo de la estrategia estadounidense: destruir al Partido Comunista Chino como lo hizo antes con el Partido Comunista de la URSS .

EEUU pensó que China se rendiría, pero no ha sido así y, por el contrario, ha sabido contraatacar causando grandes pérdidas, por lo que, de momento, la partida está en tablas.

Y es que cuando EEUU dispone de supremacía comercial,  habla de «libre competencia», es decir, de la ley del más fuerte, y cuando eso no le funciona, va a la guerra, como con Huawei.

(Extracto. Adaptación libre)


Imágenes: ABC Mundial|HD Tecnología

Fuente: http://elterritoriodellince.blogspot.com/

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