Cuando se construye un embalse por cada hectárea de cultivo inundada se suele multiplicar la producción agrícola por 50. La cantidad de agua en la cuenca aumenta y por tanto también aumentan significativamente la flora y fauna en el conjunto del territorio, de paso que la regulación evita inundaciones o que el río se quede seco al final del verano.

Respecto al territorio inundado, si las cosas se hicieran bien solo habría ventajas. El embalse de Guatapé, (Colombia) recientemente noticia por el hundimiento de una embarcación de recreo, es el motor económico de la zona, convertida en una de las más turísticas del país (15.000 visitantes cada fin de semana). Se construyó una réplica exacta del pueblo y devolvieron las casas a los vecinos. Playas, parques acuáticos, restaurantes flotantes, puerto, malecón, pesca…

Que vayan ecologistas ahí a decirles que hay que desmontar el embalse «porque el río no puede hacer la digestión de los sedimentos» y ya verán qué recibimiento les espera. En cuanto a los propietarios de los terrenos agrícolas, todos sabemos qué decisiones se adoptan cuando los especuladores del ladrillo deciden inundar las tierras con hormigón. Cuestión de precio.

Porque si quieres cultivar tierras y con lo que te pagan por 1 hectárea puedes comprar 6, el tema está resuelto. Otra cosa es que en lugar de expropiar, la administración habitualmente expolia y luego viene Hacienda en plan buitre a reclamar los despojos (la Administración ve un incremento patrimonial donde solo hay un justiprecio). Luego el problema no es la expropiación, sino las compensaciones.

Respecto a la falta de seguridad que alegan en la construcción de algunos embalses como el de Yesa, se construyen edificios de más de 50 plantas o torres de más de 600 metros de altura en zonas de sismicidad extrema como Tokio, Los Ángeles o Ciudad de México, sin que nadie lo cuestione porque no es la inestabilidad del terreno el problema, sino las soluciones constructivas y para eso está todo inventado. Entonces, ¿a qué viene esa inquina por parte del ecologismo oficial?

En el año 1800, cuando se cenaba a la luz de un candil y el que inventó el motor de combustión interna aún no había nacido, descubrieron cómo producir el mejor combustible para vehículos (hidrógeno) con dos simples y ecológicos ingredientes: agua y electricidad. ¿Lo tenemos en las comarcas pirenaicas? Sí, y muy abundante. Porque si hay agua fluyendo y una turbina (embalse), hay electricidad. ¿Es rentable fabricar ese combustible ecológico? De hecho, aunque pasa desapercibido, se lleva haciendo desde hace casi un siglo de manera ininterrumpida, comercial y rentable.

Entonces, ¿por qué está esta solución técnica encerrada en un cajón bajo siete llaves? Pues porque si se pusiera en práctica de manera generalizada no necesitaríamos el petróleo. Aquí está el primer problema para los embalses. El segundo se lo dejo a ustedes en la mano: busquen en internet cuales son las principales fuentes de financiación del ecologismo (en sus web suelen publicar las cuentas anuales). En cuanto dispongan de esa información sumen dos y dos y ya tienen las respuestas al enigma (las empresas productoras de energía).

El ecologismo ha conseguido la paralización de multitud de parques eólicos alegando que «afean el paisaje»; acabaron con la fotovoltaica de huerto porque «el campo mejor, de color verde»; han impedido el aprovechamiento hidroeléctrico de los ríos incluso en los tramos en los que no hay embalses, han inventado soluciones fuera del cauce que permiten a Endesa gastar energía para llenarlos o para vaciarlos mediante bombeo; y la biomasa tampoco les gusta porque «echa humo por la chimenea».

Se han opuesto a la construcción de líneas de alta tensión porque la intermitencia de las renovables (esto lo digo yo) las hace imprescindibles para su desarrollo; han dicho no al AVE porque es eléctrico y por tanto no contamina; no a las autovías porque reducen la siniestralidad y el consumo de petróleo. Si se descubre en algún lugar características especialmente favorables para la producción de energía abundante, económica y limpia (como por ejemplo las corrientes marinas del Estrecho de Gibraltar), se afanan en conseguir que lo declaren parque natural para impedir su explotación. Podríamos escribir un libro con sus despropósitos.

Pero con todo, lo que nunca deja de asombrarme es cuando les veo «rasgarse las vestiduras» con las olas de calor señalando a todo tipo de culpables. Y es que, sin duda, son los auténticos y genuinos «fariseos» en este teatro de guiñol.


Imágenes:elige.soria.es|Colombia Aprende

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