Ahora que China ha logrado derrotar al coronavirus es el momento de comparar modelos y valorar las soluciones adoptadas. Esta pandemia pone en cuestión al sistema capitalista y el libre mercado en la regulación de aspectos vitales como la sanidad.

China cerró fábricas y empresas de todo tipo primando la salud de sus ciudadanos, mientras que en Italia, la patronal ha presionado al gobierno para que se mantengan abiertas.

China utilizó todos sus recursos disponibles para parar la epidemia, sacrificando la producción, mercados y beneficios anteponiendo la salud de su población al negocio, porque lo prioritario era eso. En Italia, y en España (que está copiando lo que hace su vecino transalpino), el gobierno ha suspendido cierto número de actividades e impuesto restricciones hasta que, al fin, ha decretado el estado de emergencia.

Los países occidentales ven el coronavirus como una crisis económica antes que social o sanitaria. Neoliberalismo en estado puro. Neoliberalismo que ha desmantelado el sector público agravando el problema. Situación que castiga al personal sanitario que enferma por falta de equipos adecuados de protección.

En China se construyeron hospitales en un tiempo récord para atender a los enfermos, mientras que  en Occidente pronto estarán saturados, y la sanidad privada se lava las manos en este tema porque no cubre las pandemias. China ha demostrado que sólo con movilización social se puede afrontar con éxito la crisis, controlar la epidemia y limitar los daños humanos.

China paró la producción para salvar a la población, mientras que Occidente no está por la labor de perder  un solo céntimo, porque le importa más el negocio que la salud de sus ciudadanos. Pero comienza a haber respuesta: se han producido huelgas espontáneas de trabajadores, al margen de los sindicatos, en empresas italianas como Electrolux, Iveco o Piaggio.

En EEUU el Congreso ha destinado a combatir la epidemia únicamente 8.300 millones de dólares, menos de la décima parte de lo que le cuesta un año de guerra en Afganistán, y los medios de comunicación están más preocupados por su repercusión en bolsa que por el coste humano.

Además las sanciones americanas contra Irán han agravado notablemente el impacto de la epidemia en ese país.

En Italia, un médico de Bérgamo, Daniele Macchini, ha levantado una gran polvareda al explicar que debido al colapso sanitario que sufren y la escasez de ucis y respiradores, los médicos se ven obligados a elegir a los pacientes con más posibilidades de sobrevivir, desatendiendo a otros.

Los “principios activos”, en los que se basan las propiedades terapéuticas del 80% de los medicamentos que se consumen en la Unión Europea, se producen en China. La crisis ha azotado fuertemente a los “monocultivos” de las economías nacionales, desde el turismo de España, hasta la exportación de automóviles de Alemania, y supone una advertencia a futuro a favor de la proximidad, autosuficiencia y abastecimiento propio en los sectores estratégicos.

La simpática recomendación de Boris Johnson, el premier británico, de que los mayores de 70 años no se embarquen en cruceros,  seguro que contribuirá enormemente a frenar los contagios de sus compatriotas. Como mínimo, tanto o más que el partido Liverpool – Atlético de Madrid, o la huelga feminista del 8 de marzo. Que a medidas contundentes no nos gana nadie.

Porque si algo ha quedado meridianamente claro es que los gobiernos europeos actúan ante la pandemia de coronavirus con la misma firmeza y decisión que ante el cambio climático.

(Extracto. Adaptación libre)


Imágenes: astillasderealidad.blogspot.com|elterritoriodellince.blogspot.com

Fuentes: http://elterritoriodellince.blogspot.com/ https://rafaelpoch.com/2020/03/10/en-aguas-desconocidas/

https://www.elmundo.es/internacional/2020/03/12/5e6a735afdddff878c8b45fe.html

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