Después de que la independencia unilateral de Cataluña fracasara, sus promotores más radicales han decidido imitar la vía eslovena: 10 días de guerra, 62 muertos y 328 heridos, para conseguirla.

El profesor de Derecho Constitucional e ideólogo de ERC, Antoni Abat Ninet, ya había advertido previamente que el proceso de independencia necesitaba «diez muertos y paralizar la economía», para que finalmente fuera aceptado por la Unión Europea. Planteamiento que comparte con Agustí Colomines, hombre muy cercano a Puigdemont, que declaró sin cortarse un pelo que «la independencia sin muertos tardará más en llegar». Y que todavía costará más sabiendo que, de lo que se trata, es de imponer las decisiones de una minoría fanatizada a los demás.

Las justificaciones para la salvaje violencia desatada no han podido ser ya más penosas y ridículas: que era obra de “infiltrados” (cuando la mayoría de los detenidos han sido jóvenes catalanes independentistas muchos de ellos menores de edad), que si era la policía la que provocaba a los manifestantes cuando les tiraban adoquines, rodamientos, cócteles molotov, ácido, etc., y agredían a periodistas… siguiendo las indicaciones de ¡apreteu!, ¡apreteu! de Quim Torra, el muy honorable Presidente de la Generalitat.

La excusa de la sentencia no cuela. Tras más de una semana de disturbios con tácticas de guerrilla urbana, el balance no puede ser ya más favorable a sus tesis: más de 600 independentistas y casi 300 policías heridos (4 de los primeros han perdido un ojo, y un agente está muy grave en la UCI), 1.000 contenedores incendiados, cientos de barricadas quemadas, decenas de semáforos arrancados, de comercios saqueados, de millones de euros en daños vandálicos y pérdidas económicas para los negocios, un aeropuerto bloqueado, un tren de cercanías descarrilado por un árbol cortado sobre la vía…

Todo grandes hazañas. Pero para que quede meridianamente claro de quien es la culpa, la Generalitat únicamente ha criticado y decidido investigar la actuación de los cuerpos de seguridad. Más neutral no se puede ser.

¿Quién puede dudar a estas alturas de las buenas intenciones de los independentistas catalanes, gente de paz y sonriente, que aunque ataque, acose, intimide y margine a quienes no comulgan con su credo, lo hace por su bien?

Observar cómo arrasan la capital de su república para conseguir sus fines da la medida de lo que son capaces de hacer, y contemplar cómo los jóvenes se parten la cara por unos señoritos que viven de lujo  – incluso con condenas cuyo cumplimiento es de risa -, constituye la imagen misma de la estupidez.

«Mis padres son fascistas y yo me manifiesto para que personas como ellos no sigan infestando las calles», ese es el ambiente que se respira, como resultado de la manipulación educativa, y que ha generado una revuelta que no puede ser ya más gloriosa, ejemplar y edificante.

La violencia política es el corolario inevitable de la ideología nacionalista. Lo sucedido en Cataluña ha sido tan grave, que hasta el propio Rufián ha tenido que reconocer que “también hay fascistas con estelada”.

Bienvenido al club. El hombre “acaba de enterarse de que todos los nacionalismos tienen muchas fosas en común”, y que “el que justifica la violencia como método de protesta, debe aceptar la violencia como método de respuesta”.

El valiente fugitivo Puigdemont ha tenido ocasión de comprobar en sus propias carnes como un gobierno en el exilio solo funciona cuando no existe un gobierno real, y cual Sansón de Gerona, prefiere derribar el templo de la convivencia en Cataluña, a poner esa comunidad en manos de sus adversarios de ERC.

Si hay que perder la autonomía en aras de la independencia, el refugiado de Waterloo prefiere que se aplique el artículo 155, a que la Generalitat pase a poder de Junqueras y los suyos, que, – los muy traidores-,  pretenden reeditar un segundo gobierno tripartito con el PSC y los Comunes, dejándole fuera de juego.

En cuanto a los socialistas, tienen otros motivos para matar al Estado en el que viven. Con dos bloques prácticamente iguales, de derecha e izquierda, el tercero en discordia que forman los separatistas, es el que decide la gobernabilidad de España.

Así que la violencia de los independentistas catalanes, perfectamente diseñada, orquestada, financiada y planificada, unida a una huelga general  – que ha tenido más de paro patronal que de otra cosa – ha forzado al gobierno del PSOE a elegir entre aparecer como represor, o como tolerante de los desmanes, obligándole a usar el comodín de la exhumación de Franco para levantar su campaña.

(Extracto. Adaptación libre)


Imágenes: cronicabalear.es|el periódico de aragón|ideas.economiadigital.es

Fuentes: http://astillasderealidad.blogspot.com/2019/10/el-prestigio-de-la-violencia.html

http://astillasderealidad.blogspot.com/2019/10/miraos-un-poco-al-espejo-por-favor.html

https://blogs.elconfidencial.com/espana/una-cierta-mirada/2019-10-22/defuncion-proceso-independentista_2293824/

Twitter: Arturo Pérez-Reverte, Charnegov, José Luis Tivi, Alberto Plaza

 

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