Los reinos autonómicos han servido para resucitar los antiguos reinos de taifas en la península. El Estado de las Autonomías ha desintegrado políticamente España, fragmentándola en 17 miniestados. Un salto atrás en el tiempo que nos permite poner el contador de los siglos a cero y desandar la historia a velocidad de vértigo, en AVE en vez de a caballo.

Todavía algunos creen que Franco fue el artífice de la unidad de España, cuando solo fue el máximo responsable de una guerra civil que dividió y enfrentó como nunca a los españoles, causando una carnicería. A lo largo de su siniestra dictadura el Caudillo se preocupó de aplastar sin piedad a la izquierda, pero ahora, cerrada esa etapa negra, nadie más que él, sus incondicionales y los independentistas, confunde unidad con represión.

Por eso, que la izquierda regale la unidad de España  a la derecha, apostando por la desigualdad de los territorios y el insolidario derecho a decidir, se antoja demencial. Según ese planteamiento,  un ciudadano de izquierdas, aquí, no puede ser español, sino que tiene que ser autonómico por obligación, e independentista por vocación.

Posicionamiento político contra natura que atenta directamente contra la igualdad de condiciones, derechos y deberes de todos los ciudadanos, que debe presidir la vida pública de un país que no pretenda ser una república bananera.

La plurinacionalidad de España constituye la excusa perfecta para justificar los privilegios y diferencias de trato, haciendo tabla rasa de nuestra historia, vínculos y raíces comunes. Durante generaciones los españoles nos hemos movido, mezclado, convivido, guerreado y comerciado juntos, conquistado tierras y participado en las mismas batallas sin preocuparnos de nuestra procedencia, hasta ahora, que la acabamos de descubrir. Porque sin denominación de origen, no somos nada.

¿Habrá que apelar al “diálogo de civilizaciones entre autonomías” para entendernos, cómo cuando el solar patrio estaba ocupado por musulmanes, cristianos y judíos? ¿Hasta dónde vamos a llegar con este reciclaje de políticas del pasado?

Nunca antes las diferencias culturales, fueran gastronómicas – como comer longaniza o butifarra-, folklóricas – como bailar la jota o la sardana -, o lingüísticas -como decir aita o papá -, habían servido para separarnos tanto, justificar tan sangrantes discriminaciones económicas, o disfrutar de más y mejores servicios. La madre del cordero está en repartir equitativamente la riqueza nacional y no en respetar las señas de identidad de cada región, que ni la fabada, la paella, la escalibada, el cocido, los Sanfermines y las Fallas están en discusión.

Resulta evidente que un país del tamaño del nuestro no puede permitirse tener 17 Parlamentos, 17 Gobiernos, 17 Legalidades, 17 Fiscalidades, 17 Educaciones y 17 Sanidades diferentes, sin que antes o después ese tinglado salte por los aires.

El Estado de las Autonomías ha convertido España en una barca de locos en la que cada cual rema en distinta dirección. Parece que por fin hemos dejado de estar todos sojuzgados y puede cada uno seguir su propio rumbo sin que nadie le frene o estorbe. Los vascos con su rh especial y su cupo, los navarros con sus fueros como premio por ayudar a Franco en la guerra, los catalanes reconvirtiendo a los llegados de otros puntos de la península a su milenaria identidad oprimida, los andaluces reclamando su deuda histórica…. y así hasta el infinito. Derecho a decidir por aquí y por allá. Y, si tú sí, ¿por qué yo no?

Se ha abierto la veda de las reivindicaciones, pero encima nadie está contento y todo el mundo se siente agraviado. Este ir cada uno por su lado ha provocado que:

  • Se inicie una desenfrenada carrera por diferenciarse a toda costa del vecino, no sea que le confundan con él
  • Se fortalezca la identidad local en detrimento de la general, fomentando un sentimiento centrifugo, de ruptura, con el estado central, y de conflictividad con los demás territorios
  • Las regiones compitan entre sí por ver cuál consigue más competencias y transferencias y se lleva la mayor tajada del presupuesto. Lucha desigual que beneficia a las más fuertes por su mayor capacidad de presión, en perjuicio de las más débiles que se ven cada vez más marginadas y rezagadas
  • Se multipliquen por 17 las instituciones, empresas públicas y estructuras de estado con el consiguiente incremento del despilfarro e ineficiencia. Se produce una notable pérdida de economías de escala y de ahorro al no poderse efectuar contrataciones, compras de equipos y medicamentos a nivel nacional. Como tampoco el personal de la administración puede trasladarse libremente a otras comunidades, y ha de quedarse obligatoriamente a trabajar en la suya. Todo sea por la conciliación familiar. Y, si, por poner un ejemplo, antes una licencia de caza o de pesca valía para toda España; ahora se necesitan 17. Más ventajas.

En resumen, estamos antes un sistema político insostenible con un gasto inasumible. Las cuentas no salen. O Estado de las Autonomías o Estado de Bienestar: las dos cosas no son posibles. Y el que diga lo contrario, miente. Si mira debajo de su bandera, verá que las listas de espera siguen creciendo y que las pensiones están en riesgo.

Por fortuna, el Estado de las Autonomías resulta completamente innecesario y totalmente prescindible. Lo que no impide acercar al máximo la administración al ciudadano, descentralizando a nivel municipal la gestión de los recursos, sin necesidad de inventarse chiringuitos ni cortijos disparatados.

Entre tanto seguiremos siendo tan autonómicos como mande el guión, sabiendo eso sí, que como nos quiten la liga, desaparecemos del mapa.


Publicado en infolibre:  https://www.infolibre.es/noticias/club_infolibre/librepensadores/2019/06/29/vuelven_los_reinos_taifas_convertidos_reinos_autonomicos_96122_1043.html

Imágenes: estotambiénespolítica.wordpress.com|ABC.es|elperiodicoextremaduracom|expansion.com

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