El capital disloca y socava las sociedades occidentales enviando a trabajar fuera a sus jóvenes, al tiempo que invade sus países con mano de obra extranjera de baja cualificación y cultura diferente.

Así es como consigue desarraigar y precarizar a todo el mundo, convirtiendo a los humanos en individuos narcisistas y egoístas, sin lazos sociales, dispuestos a ir detrás del empleo, como el burro detrás de la zanahoria.

La miseria y las guerras que asolan al Tercer Mundo obligando a huir a sus habitantes, forman parte de esa estrategia global dirigida a abaratar salarios y destruir las conquistas sociales del Primer Mundo.

El lucro manda y lo domina todo. Pese a todo el postureo, hipocresía y retórica humanitaria con que lo adornan, quien no sea rentable, perecerá. Compite o muere, esa es la ley del mercado.

El problema no son los emigrantes, más víctimas incluso que nosotros, sino algo que está mucho más arriba, que se llama explotación, desigualdad, y que promueve el capitalismo.


Imagen: elmanifiesto.com

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