Un hombre acaudalado  se estableció en un pueblo, bien provisto de dinero, y no tardó en ir a ver al cura solicitándole que confirmase a su perro porque le hacía mucho ilusión.

El párroco se indignó:

– ¿Pretende burlarse? ¿acaso no tiene usted vergüenza? ¿cómo se atreve a pedirme una cosa así?

 A lo que el dueño  del can le respondió tranquilamente:

-Es que en el lugar donde residía antes, lo bauticé sin ninguna dificultad entregando al párroco la misma cantidad que pensaba pagarle a usted por confirmarlo – y citó una cuantiosa suma.

-¡Hombre, haber dicho eso antes! Si el perro está ya bautizado, entonces no hay problema alguno. Tráigalo cuando quiera.


Imagen: Actitud Alterna

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