Soy el hijo de una mujer que con 9 años empezó a limpiar suelos en casa de unos señoritos de mi pueblo, y que tiene ahora 72 años. Una mujer que creció sin padre en una España enlutada y de silencio en la que las mujeres que fregaban suelos no trabajaban, sino que “servían” a sus amos.
Servir significaba entonces trabajar mucho, quejarse poco, ganar menos todavía y aceptar que tu nivel social y expectativas estaban a la altura del suelo en el que te arrodillabas para fregar a mano y que, una vez limpio, pisarían los zapatos finos y elegantes de quienes con su fortuna, su clase y su bienestar se lo merecían.
El trozo de bacalao diario con que pagaban a mi madre por servirles era lo máximo a lo que podía aspirar una pobre desgraciada, hija de perdedores de la guerra civil y analfabeta, pero que no olvidó nunca sus orígenes ni perdió su dignidad.
Una dignidad, la de mi madre, que harta de que le pagaran con miserables “trocitos de bacalao” en vez de dinero, un día se los tiró a la cara en señal de rechazo, cansada de acarrear a cambio de nada, cubos de agua de la fuente pública a casa de los señoritos; los abuelos y padres de los señoritos de hoy, como el concejal Oscar Berman del PP, que creen que Ada Colau “tendría que estar limpiando suelos”… para él y los suyos, se entiende.
Ese burdo intento de insulto a la alcaldesa de Barcelona, lo que revela es el desprecio que la derecha más rancia y reaccionaria demuestra hacia las personas trabajadoras; gentes, que según ellos, deben seguir agachadas, a ras de suelo, sin levantar cabeza, para que sus antiguos amos sigan sintiéndose cómodos, felices y satisfechos.
Hoy día, los hijos y nietos de las mujeres que le fregaron los suelos a los abuelos y padres de la derecha española, andamos por la calle con la misma dignidad con que mi madre lanzó el bacalao a los señoritos que se negaban a pagarle el jornal que merecía.
Somos los hijos e hijas y nietos y nietas de las mujeres que les han fregado los suelos, pero también somos algo más. Además de títulos universitarios y de ser hijos de la universidad pública que ahora pretenden privatizar para que volvamos a estar a la altura del estropajo, sabemos de dónde venimos, y por eso los podemos mirar a los ojos sin avergonzarnos, ocupando los sillones de alcaldes, ministros y diputados en los que ellos reinaban hasta ahora por obra y gracia de Dios y del Caudillo.
(Extracto. Adaptación libre)
Imagen: el ventano
Fuente: http://elventano.es/2016/03/carta-abierta-de-un-hijo-de-una-limpiasuelos.html