Las presiones para producir masivamente, hacen que se premie sobre todo una cierta «flexibilidad moral» que permite centrar el esfuerzo en lo que más se ve o se va a valorar y no en lo más útil, conveniente o necesario; en la cantidad y no en la calidad para salir bien en las estadísticas.
Tenemos una enseñanza para “las clases inferiores”, orientada a la obediencia, y otra diferente para “las clases superiores”, orientada al dominio. La escolarización obligatoria estatal, aunque se disfraza como servicio público, lo que persigue no es que la población se desarrolle libremente, sino que se someta.
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