La ciencia se presenta en sociedad como una religión benefactora de la humanidad, una disciplina no contaminada, cuyos practicantes persiguen únicamente el conocimiento puro, ajenos a los intereses materiales que afectan a los demás humanos.
Hasta aquí el misticismo.
Porque la realidad es mucho más prosaica y demuestra que la ciencia obedece a los mismos patrones que el resto de actividades humanas. Cuando sus resultados no resultan rentables para sus promotores, son ignorados y ocultados, y tampoco conceden financiación para investigar aquellos campos en que no tienen claro el beneficio a obtener.
La agenda de la ciencia la marca el que paga. Tan sencillo como eso. La ciencia está al servicio del bien particular, no del general. Por eso, y pese a sus innegables avances tecnológicos, debemos examinarla con espíritu crítico, sin buscar nada divino, o sagrado, en ella, ni mucho menos rendirle pleitesía.
Procedencia: Infinita Lunera Facebook