Después de seguir una dieta vegana durante 20 años la salud de Lierre Keith “colapsó catastróficamente”. Fue este problema lo que la llevó a investigar sobre cuál era realmente la razón para no comer ningún producto de origen animal. Y llegó a la conclusión de que no estaba justificado y que todo lo que daba por cierto no tenía sentido, ni a nivel ecológico, ni político.
En El Mito Vegetariano (Capitán Swing), un ensayo que está levantando polémica allá donde se edita, Keith, asegura que llevamos cargándonos el planeta desde hace 10.000 años cuando inventamos la agricultura. Y dejar de comer animales no va a hacer más que empeorar el problema, pues ni es bueno para la salud, ni para el Medio Ambiente, ni siquiera para el conjunto de los animales.
No sé si eres consciente de que tu libro no complacerá a nadie.
Sé que este libro enfada a la gente, pero que también ayuda a las personas veganas y vegetarianas que ya saben que esta dieta les está perjudicando y no entienden por qué.
En el libro planteas un punto esencial en todo el debate sobre el veganismo, y es que la vida es imposible sin la muerte, pero ¿es posible comer carne y preocuparse por el bienestar de los animales al mismo tiempo?
Siempre enfatizo que la ética vegetariana y sus valores no están en cuestión. El problema es la información que tenemos. Existe un gran desconocimiento sobre la naturaleza de la agricultura, que es lo más destructivo que los seres humanos hemos hecho en este planeta.
La agricultura es una guerra contra el planeta. Tomas un pedazo de tierra, lo limpias todo lo que está vivo en él, y me refiero a que eliminas hasta las bacterias, y luego lo siembras para aprovechamiento humano, relizando una limpieza étnica de organismos vivos.
Esto ha permitido que la población creciera en proporciones desemesurada, porque en lugar de compartir esa tierra con millones de otras criaturas, solo hay humanos en ella.
Además del hecho de que has extinguido un inmenso número de especies, el otro problema añadido es que estamos destruyendo la capa superior del suelo. Y el suelo es la base de la vida; al menos de la vida en la tierra. Le debemos toda nuestra existencia a 15 centímetros de tierra vegetal y al hecho de que llueve.
A excepción de las cuarenta y seis últimas tribus de cazadores-recolectores, la raza humana se ha hecho dependiente de una actividad que está matando al planeta, porque el 80% de las calorías de los alimentos que se usan para apoyar a la población humana actual provienen de la agricultura, de esos monocultivos de los que somos dependientes.
Doscientas especies se están extinguiendo todos los días. El 98% de los antiguos bosques y el 99% de los pastizales del mundo desaparecieron, destruidos por la agricultura.
Comer una dieta vegana no es sostenible ni amable con los animales. La pregunta no es: ¿qué está muerto en mi plato? La pregunta es: ¿qué ha muerto para tener comida en mi plato? En el caso de los alimentos agrícolas, la respuesta es todo.
No hay una opción libre de muerte. Para que algo viva, algo tiene que morir. La única opción es realizar los sacrificios mal o bien. Las plantas, los animales, el fitoplancton, la bacteria hacen nuestras vidas posibles. Tenemos el deber de asegurarnos de proteger la red de la vida, y cuando tengamos que matar, hacerlo de forma que los otros seres sufran lo menos posible.
Mucha gente que compra carne ecológica cree que esto evita el sufrimiento de los animales, pero ¿no es una especie de autoengaño?
Hay dos cosas por las que debemos preocuparnos. Una es la vida del animal, ¿es feliz? La segunda es la muerte del animal. ¿Es su muerte lo más rápida e indolora posible?
Es posible atender las necesidades de los animales. Lo que no es posible es producir alimentos que no impliquen animales muertos. Ahí es donde nos engañamos a nosotros mismos. Y no hablamos solo de individuos, sino de especies enteras y comunidades bióticas eliminadas: esa es la naturaleza de la agricultura.
¿Podríamos vivir de manera diferente hoy en día?
La agricultura ha destruido el planeta y también ha supuesto el comienzo del militarismo y de la esclavitud. En los lugares donde comenzó la agricultura, la sociedad humana ha seguido siempre el mismo patrón. Lo llamamos civilización. Una observación: cuando digo civilización, no me refiero a algo bueno.
El patrón de la civilización es un centro de poder, rodeado de colonias conquistadas, desde donde el centro extrae lo que quiere. Las sociedades agrícolas terminan militarizadas, y siempre lo hacen, por tres razones:
- La agricultura crea un excedente, y el excedente necesita ser protegido. Si se puede almacenar, puede ser robado.
- La agricultura es esencialmente una guerra contra el mundo natural. Eventualmente los agricultores necesitan más tierra, más mantillo y más recursos. La gente no renuncia voluntariamente a su tierra, su agua, su capa vegetal o sus árboles. Entonces, hay una clase de personas cuyo trabajo es la guerra, tomar tierras y recursos a la fuerza: la agricultura lo hace posible y también inevitable.
- Algunos de esos recursos son otros seres humanos. La agricultura también es un trabajo agotador. Los cazadores-recolectores solo trabajan unas 17 horas a la semana.
Para los agricultores, la tarea nunca termina. Para que alguien disfrute de ocio, se necesitan esclavos. Hemos perdido la memoria de esto porque hemos estado usando combustibles fósiles en su lugar. Pero si la energía utilizada por el estadounidense promedio tuviera que ser producida por humanos, necesitaríamos cada uno 300 esclavos. 300. Y, por supuesto, una vez que tienes un gran número de habitantes esclavizados, necesitas a alguien para mantenerlos así. Por lo tanto, soldados. Este es el ciclo en el que hemos estado viviendo durante los últimos diez mil años.
Para el año 1800, las tres cuartas partes de las personas en este planeta vivían en condiciones de esclavitud, contrato o servidumbre. Hay que obtener más recursos, hasta que se agotan, se produce un colapso de la población y todo vuelve a empezar.
La civilización que conocemos se ha vuelto global debido a los combustibles fósiles. La inevitable caída será catastrófica. Y estamos tumbando a todo el planeta con nosotros. Me preguntas si podríamos vivir de manera diferente hoy: no solo podemos, sino que tenemos que hacerlo si queremos sobrevivir.
En tu libro explicas que el pastoreo es la forma más sostenible de ganadería, pero ¿nos permitiría comer a todos? ¿No generaría otros problemas?
Hay 6 mil millones de humanos que están aquí solo gracias a los combustibles fósiles. Pero el petróleo se va a acabar. Nada de lo que hacemos es sostenible.
Muchos de los argumentos políticos para el vegetarianismo afirman que una dieta vegetariana podría alimentar al mundo, pero nuestra especie sobrepasó su límite hace diez mil años y no se puede hacer.
La verdadera pregunta es: ¿qué métodos de producción de alimentos son posibles usando solo el sol y la lluvia? Porque nada más es sostenible. Usando esos métodos, y solo esos, ¿cuántos humanos puede soportar el planeta?
Necesitamos hablar sobre la población humana. La gente tiene miedo de este tema, pero no es necesario. Treinta y tres países ya tienen un crecimiento poblacional estable o negativo… ¿y qué más podemos hacer para reducir la tasa de natalidad? Enseñar a una niña a leer. Cuando las mujeres tienen más poder sobre sus vidas, eligen tener menos hijos.
En el transcurso de dos o tres generaciones, podríamos reducir nuestros números a algo sostenible. Si dejamos de arrebatar al planeta lo que no es nuestro, los bosques y las praderas, los humedales y los ríos se recuperarán, porque la vida quiere retornar.
¿Qué piensas de la agricultura ecológica? Como sabes, también existe mucha controversia sobre su utilidad para proteger el medio ambiente y muchos lo consideran menos eficiente, de hecho, que la agricultura convencional.
Creo que la agricultura es el problema, sea ecológica o no.
El veganismo generalmente tiene un fuerte contenido político, pero ¿es realmente posible luchar contra el capitalismo dejando de comer animales?
No, llevar una dieta vegana solo empeorará el problema.
Los vegetarianos creen que si todos siguiéramos una dieta basada en plantas, habría suficiente comida para todos, no tienen conciencia de que la agricultura es la destrucción del mundo. Tampoco entienden que la cantidad de grano que se produce en este momento solo puede ser alcanzada gracias al combustible fósil. Cuando comes cereales estás comiendo petróleo.
Su gran argumento es que todo el grano que se destina a alimentar a las vacas debería destinarse a alimentar a las personas.
Es un argumento simple y atractivo que creí por años. Pero no tiene nada que ver con la realidad. Iowa no está cultivando maíz para que se pueda alimentar a los animales.
Los vegetarianos políticos entienden esto al revés: el cereal no se produce para las vacas de carne, es un excedente que se usa así porque el precio del grano es muy bajo. Y su precio es tan bajo por las seis corporaciones que esencialmente controlan el suministro mundial de alimentos.
Cargill es la tercera empresa privada más grande del planeta. Cargill y Continental representan cada uno el 25% del comercio de cereales: eso es la mitad entre las dos. Cinco compañías controlan el 75% del maíz; cuatro el 80% de la soja.
Ostentan un monopolio. Reducen los precios por debajo del coste de producción y los mantienen allí. Consiguieron que el gobierno federal, es decir los contribuyentes americanos, les compensaran la diferencia. Los granjeros en los Estados Unidos están atrapados. Con los precio por los suelos tienen que producir más y más sin poder recuperar sus gastos debido al monopolio de los cárteles de cereales. Eso es lo que está pasando en el Estados Unidos rural. Eso y muchos suicidios.
Alguien descubrió que con el maíz tan barato, se podía alimentar a animales confinados y producir carne realmente barata. No importaba lo que les sucediera a los animales o al medioambiente.
Las vacas no están destinadas a comer maíz. Las mata. Unos pocos meses en una unidad de engorde es todo lo que pueden aguantar. Están diseñadas para la celulosa, para comer hierba, no maíz. La ganadería industrial comenzó en la década de 1950, no existía antes porque no tenía sentido económico. Lo que impulsó la ganadería industrial fue que había una montaña de cereal excedente y no había donde colocarla.
Necesitamos detener la ganadería industrial es obvio, pero eso no impedirá que se deje de producir maíz en exceso. Tenemos que entender lo que el poder corporativo le ha hecho a nuestra comida, nuestra salud, nuestra economía, nuestro gobierno y nuestro planeta. La otra cosa que debemos entender es que el cereal estadounidense está causando hambrunas en todo el mundo. Sus superávits son arrojados a los países pobres, destruyendo sus economías de subsistencia locales y expulsando a los agricultores de sus tierras.
Según señala Oxfam, “los exportadores venden los excedentes de EEUU a la mitad de su costo de producción, destruyendo la agricultura local y creando un mercado cautivo que socava las economías de subsistencia del 70% de las personas más pobres del mundo”.
Esto no es la solución al hambre en el mundo. De hecho, condena a las naciones pobres a participar en una economía de mercado donde tienen que producir materias primas o bienes de consumo baratos como zapatillas de deporte o chips de ordenador para las naciones ricas. Con los centavos que reciben a cambio, tienen que comprar después comida a las naciones ricas.
En el libro dices que ser vegana te ha causado grandes problemas de salud. Muchos nutricionistas argumentan, sin embargo, que es posible seguir una dieta vegetariana saludable y, por supuesto, los veganos piensan que es más saludable no comer carne.
Las dietas vegetarianas tienen dos problemas: uno de exceso y otro de deficiencia. Estas dietas contienen demasiados carbohidratos y ácidos grasos Omega-6.
El cuerpo humano nunca estuvo hecho para manejar tanta cantidad de azúcar, y los Omega-6 producen inflamación en todo el cuerpo, que son, en gran parte, responsables de los problemas de salud asociados universalmente con los pueblos agrícolas.
Se llaman enfermedades de la civilización: cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares, enfermedades autoinmunes, toda la cohorte de condiciones degenerativas y crónicas que pensamos que son normales. Estas enfermedades son desconocidas entre las poblaciones de cazadores-recolectores, tanto históricas como actuales.
Un arqueólogo puede darse cuenta a simple vista si un hueso es de un granjero o un cazador. Los huesos del cazador son largos, fuertes y libres de enfermedades. Los huesos del agricultor son cortos, frágiles y plagados de enfermedades. Lo primero que sucede cuando las personas se dedican a la agricultura es que se encogen quince centímetros y se les caen los dientes.
Para los agricultores, los carbohidratos del grano reemplazan los productos de origen animal. Las deficiencias que resultan son numerosas: proteínas, grasas, vitaminas liposolubles como las vitaminas A y D, las vitaminas B, el hierro hemo. Todos estos nutrientes son esenciales para la reparación y el mantenimiento del cuerpo humano.
Siendo realistas, ¿siempre es posible saber de dónde viene la comida? ¿Podemos realmente generar nuestra propia comida?
Todo es posible. En las últimas dos generaciones, el control corporativo del suministro de alimentos ha forzado la migración masiva a las ciudades. La población rural ha perdido el control de la tierra y ha tenido que abandonar su modo de vida.
Podemos revertir eso. Pero la gente tiene que entender los mecanismos que han creado esta situación. Muchas personas están despertando. Donde vivo, en los EEUU, hay un próspero movimiento de alimentación local que comprende los temas entrelazados de la nutrición humana, las economías locales, el bienestar animal y el calentamiento global.
(Extracto. Adaptación libre)
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