José Anastasio Urra Urbieta es un economista crítico, miembro de ATTAC, doctor europeo en Organización de Empresas, profesor titular en el departamento de Dirección de Empresas de la Facultad de Económicas de la Universidad de Valencia y director del Máster en Consultoría Estratégica.
La brutal caída de los precios del petróleo se atribuye a diferentes factores como el exceso de oferta (en buena medida por el fracking estadounidense), o la especulación, ¿pero cuáles son las razones de fondo?
Lo que realmente se está produciendo en relación con el petróleo, es una caída de la demanda, y ello se explica porque estamos entrando en una nueva recesión mundial, con las primeras señales de deflación a la vista. Los últimos informes trimestrales de la OPEP de 2014 ponen de manifiesto que los países de dicha organización están reduciendo la producción, y el ligero incremento de los países que no pertenecen a la OPEP, como Estados Unidos y Rusia, no ha podido compensar esta caída.
En conjunto, en los últimos 6 meses la producción mundial de petróleo ha descendido a pesar de la explotación del petróleo ligero de roca compacta obtenida mediante fracking en Estados Unidos y de las arenas bituminosas de Alberta en Canadá. La Agencia Internacional de la Energía (IEA) reconoció por primera vez en su informe de 2010 que la producción de crudo convencional tocó su “techo” mundial en 2005, y desde entonces está disminuyendo entre un 3% y un 6% anual, sin que la producción de crudos asimilados de forma engañosa al petróleo de buena calidad, puedan cubrir ese agujero.
En su nuevo informe de 2013, la IEA ha señalado que si no se realizan las inversiones necesarias (y no se están realizando, sino que se están retirando), hacia 2035 tendremos que pasar con aproximadamente un 15% de la producción actual. Las cinco grandes petroquímicas mundiales están disminuyendo las inversiones porque el petróleo ya no les resulta tan rentable: cada vez cuesta más extraerlo de los yacimientos conocidos, y el que queda por explotar se halla en zonas profundas de los océanos, de los desiertos, en el Ártico y la Antártida, lo que incrementa exponencialmente los costes de exploración y extracción por las difíciles condiciones para hacerlo.
Para dar una idea, los primeros pozos en Texas y California en 1900, ofrecían una Tasa de Rentabilidad Energética (TRE) de 100:1, es decir, por cada barril, o unidad energética, invertido en la extracción, se obtenían 100; en cambio los mejores yacimientos actuales no superan una TRE de 20:1 en el mejor de los casos.
¿Qué efectos tiene la caída de los precios del crudo sobre los países productores?
Gran parte del PIB de estos países depende de las rentas petrolíferas derivadas de su exportación. Rusia, Venezuela, Nigeria, México o Brasil necesitan, con los costes actuales, un determinado precio de venta en los mercados internacionales; cada uno tiene su umbral de precio por debajo del cual no resulta rentable su explotación.
La caída de los precios del petróleo es el principal factor para explicar el hundimiento de sus monedas. Según Deutsche Bank y Reuters, ese umbral de precio se sitúa en torno a los 95 $/barril para Arabia Saudí, que es el tercer productor mundial y el país que cuenta con crudo de mayor calidad; para Rusia se sitúa en torno a los 100 $/barril; en torno a los 120 $/barril para Venezuela y Nigeria; y en el entorno de los 140 $/barril para Irán.
La tremenda disminución del precio del crudo en los últimos 3 meses se debe básicamente a la caída de la demanda por el enfriamiento de la economía de los BRICS y de los países emergentes, y no por ningún exceso de oferta, lo que anuncia una nueva recesión mundial en la que ya estamos entrando.
¿La crisis global será peor que las anteriores? ¿Podemos referirnos, incluso, a una crisis civilizatoria?
La crisis actual es mucho más profunda. El Informe “Los límites al crecimiento” de 1972, encargado por el Club de Roma a un grupo de especialistas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), fue arrinconado y proscrito. En los años 70 se señalaba que, de continuar en el mismo escenario Business As Usual (BAU), en la primera o segunda década del siglo XXI comenzaríamos a tocar “techo” en las variables del modelo (alimentos, contaminación, recursos, producción industrial y población).
Y aunque después se revisó en los años 1990 y 2000, las conclusiones no sólo se fueron confirmando sino que se detectó una aceleración del deterioro en el mismo escenario BAU. El informe Millennium Ecosystem Assessment de 2005, auspiciado por Naciones Unidas, pone de manifiesto que el 60% de los ecosistemas del planeta están sobreexplotados y sin tiempo de regenerarse. Ese 60% representa toda la superficie terrestre salvo el Ártico, la Antártida y los grandes desiertos, es decir, los territorios en los que el ser humano no ha podido establecerse.
En 2012, las prestigiosas revistas BioScience y Nature publicaron un informe en el que biólogos y ecólogos alertaban de que nos acercamos cada vez con mayor velocidad a un punto de ruptura en el ecosistema de la biosfera.
Podríamos hablar del fósforo utilizado en la agricultura industrial, que depende en gran medida de los fosfatos del Sáhara, en fase de agotamiento. O de las denominadas “tierras raras”, base de la actual industria electrónica, que se concentran geográficamente en China y cuya extracción no es rentable ni energética ni económicamente porque, aunque algunas son abundantes en la corteza terrestre, se encuentran muy dispersas y asociadas como un subproducto a vetas de minerales, como la bauxita, el hierro o el cadmio. Similares procesos se están produciendo en las vetas de cobre y otros minerales de mayor concentración geológica; hay mucha evidencia, entre ella la tesis de Alicia Valero de que el coste energético de extracción de los principales minerales es cada vez mayor y crece exponencialmente. Estamos claramente llegando a los límites.
¿Consideras que pueden ofrecer una solución integral al problema energético las fuentes de energía alternativas o no contaminantes?
Realmente no hay otra alternativa, las energías fósiles tiene los días contados, tanto por sus efectos sobre la atmósfera y los ecosistemas como por las crecientes dificultades para su extracción. El problema es que, actualmente, las energías denominadas renovables, pues no hay ninguna hablando estrictamente no contaminante, tienen, todas, tasas de rentabilidad energética (TRE) muy bajas; sólo aportan a la matriz energética mundial alrededor de un 5%, y requieren de una base energética previa para su desarrollo.
Las TRE más elevadas son, según los diferentes estudios, para la solar térmica de 20:1, solar de concentración de 15:1, y para la eólica de 10:1 respectivamente, que tendrían que ser nuestra apuesta decidida. Deberíamos empezar a realizar una transición hacia un sistema energético basado en energías renovables, pero teniendo claro que en ningún caso esa base energética será capaz de sustentar algo parecido al actual sistema capitalista de desarrollo industrial. En breve plazo, en el mejor de los casos vamos a tener que pasar con menos y prescindir de bastantes cosas consideradas hoy como necesarias, pero en realidad superfluas.
La crisis actual tiene un carácter global (económica, ambiental, política, financiera, de valores). ¿Qué peso tiene la crisis energética?
El componente energético es la clave, la base de todo nuestro sistema biológico y socioeconómico, pues éste último solo es una extensión del primero, auténtica condición material sine qua non. Si a cualquier ser vivo le falta energía externa, a corto plazo tira de grasas y posteriormente de proteínas para sustituirla; a medio plazo, las células se terminan fagocitando unas a otras y sobreviene la muerte del sistema.
Nosotros somos seres vivos, animales gregarios y sociales que hemos aprovechado la naturaleza en nuestro beneficio. Todo nuestro desarrollo de los últimos 30.000 años ha girado en torno a las fuentes energéticas que hemos ido descubriendo, especialmente desde 1750 con el descubrimiento del carbón y posteriormente, desde 1900, del petróleo, que propiciaron la 1ª y 2ª revolución industrial, semillas del actual modelo capitalista.
Cuando se introduce la energía como factor de producción en la función agregada de producción, ésta explica perfectamente la evolución del PIB, y, además, resulta ser el factor de mayor productividad marginal, casi el 60% de peso frente a capital, trabajo y recursos naturales.
¿Cuál es la influencia, en concreto, de la crisis del petróleo?
Como explica Antonio Turiel en su blog The Oil Crash: «el petróleo no es una materia prima más. El petróleo es la principal fuente de energía del mundo, la más versátil, pero también la más difícil de sustituir en muchos usos. La energía no es una mercancía más, puesto que la energía es la precursora de la actividad económica y no al revés. La escasez manifiesta de petróleo, como reconoce de forma cada vez más elocuente aunque a regañadientes la propia Agencia Internacional de la Energía, genera una espiral de inflación-destrucción de la demanda-deflación-destrucción de la producción, que va a causar que cada vez haya menos producción de petróleo disponible aunque potencialmente se pueda producir más. Como repite incansable Gail Tverberg, no es una cuestión de que haya o no petróleo, sino de que nos podamos permitir pagarlo. Y es que la escasez de petróleo asequible no genera precios altos, sino volatilidad: subidas y bajadas repentinas de su precio».
¿Qué falacias destacarías de cuantas se han propagado en mayor medida por los medios oficiales?
La mayor de todas, por el alcance de sus implicaciones, tanto en términos cuantitativos como cualitativos, es la arraigada creencia de que podemos crecer indefinidamente de manera exponencial en un sistema finito y cerrado como lo es nuestra biosfera. Nuestro mundo se limita a nuestra biosfera, una extensión de unos 5 kilómetros por encima y por debajo de nosotros; fuera de esos márgenes nos encontramos con las barreras de la física y la biología para mantener nuestra vida de forma natural y permanente. Es, por lo tanto, un sistema finito. También es un sistema cerrado, pues solo recibe materia del exterior, del espacio, por el impacto de algún meteorito; y es un sistema no aislado, pues recibe permanentemente y de forma continua energía del espacio, del Sol. En esas condiciones, el crecimiento exponencial indefinido solo es posible hasta alcanzar los mismos límites del sistema, y nosotros los estamos rozando ya…
El problema, por tanto, más que en la crisis, reside en el sistema capitalista…
Con sus luces y sombras, el capitalismo, con su incuestionable apuesta por el crecimiento perpetuo nos ha servido como modelo de desarrollo durante un periodo en el que había “mundo” por descubrir, mundo que explorar y explotar; en adelante, a medida que nos aproximamos cada vez más y más rápido a los límites infranqueables de los diferentes recursos y sumideros de nuestros ecosistemas, de nuestra biosfera, cada vez va a ser más evidente que va dejando de resolver las cosas para convertirse en el problema, como estamos viendo en todo el planeta.
El reto que tenemos delante es el de construir un nuevo sistema que nos permita mantener el equilibrio entre nosotros y los ecosistemas de la biosfera que nos soportan, antes de que acabemos en un colapso realmente insalvable.
La Cumbre Mundial del Clima celebrada recientemente en Lima alcanzó un principio de acuerdo sobre reducción de emisiones. China y Estados Unidos, los mayores emisores han anunciado plazos para empezar la rebaja de emisiones. ¿Son verosímiles?
A juzgar por la evidencia, no son demasiado creíbles. Hace cuatro o cinco décadas que sabemos que se está produciendo un incremento de las temperaturas medias y desde entonces no hemos hecho demasiado, aunque todas las medidas que se adopten serán positivas, pero no suficientes.
El Protocolo de Kyoto no se aplica porque falta voluntad política. Además Kyoto conlleva una mercantilización del problema de las emisiones: emitimos cada vez más CO2, y CH4, que es 20 veces más perjudicial que el CO2, y para paliar esto montamos un mercado de Derechos de Emisión, con el que los países desarrollados, los más contaminantes, en cuanto cubren su cuota de emisión, compran derechos a los países más pobres para continuar contaminando impunemente. Por otra parte, el acuerdo de Lima no es un vinculante. China y Estados Unidos, no lo han asumido y únicamente han realizado una declaración de intenciones para asumirlo en un futuro…
El último Informe del IPCC (Panel Internacional Cambio Climático) de 2013, aún no se ha publicado oficialmente porque están edulcorándolo, pero aún siendo excesivamente conservadores y prudentes en sus predicciones para los diferentes escenarios, dan por sentado que el cambio climático es irreversible y que solo podremos paliar sus efectos, que continuarían aunque dejáramos de emitir CO2. Hemos de contar con un incremento mínimo de la temperatura media global de 2,5ºC en las próximas 3 o 4 décadas, que probablemente será mayor.
Son muchos los que opinan que los gobiernos no están haciendo, precisamente, lo que deberían.
Los gobiernos, porque el modelo se reproduce por toda Europa y Norteamérica, solo hacen lo que la ortodoxia económica manda para salir de la crisis: una combinación de política fiscal restrictiva (disminución de impuestos directos o progresivos, incremento de los impuestos indirectos o regresivos y disminución del gasto público), política monetaria expansiva (emisión de dinero sin respaldo alguno mediante ampliación de los balances del BCE y de la FED), y devaluación interna (básicamente mediante reducción salarial).
Medidas económicas que están fracasado estrepitosamente, tal y como podemos observar: el multiplicador monetario o impacto de la masa monetaria sobre la demanda agregada, no funciona, porque estamos atrapados en una trampa de liquidez (inversión nula); el impacto negativo de las restricciones presupuestarias públicas sobre la demanda agregada, es casi cuatro veces superior al estimado por los modelos de los sesudos economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI); el abaratamiento generalizado de los salarios y del despido está hundiendo irremisiblemente la demanda efectiva.
En el fondo, estamos reviviendo lo de siempre, una lucha de clases, aunque suene anticuado.
A mí no me suena anticuado. Solo hay que ver las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para darse cuenta de cómo, desde prácticamente hace 40 años, las rentas empresariales, es decir sus beneficios, crecen en todo el mundo mientras las rentas del trabajo, los salarios, no paran de disminuir cada vez a mayor velocidad, y las rentas de los Estados, los impuestos, también, aunque no tanto ni tan rápidamente.
Son los propios trabajadores los que más han claudicado por diferentes razones: por las concesiones del capital para evitar que se pasaran al comunismo y se despertara en ellos de nuevo la conciencia de clase; por el desarrollo de los medios de difusión y propaganda de masas, que no de información; por el confort y mejora alcanzados durante varias décadas que ha introducido y arraigado la idea de que cualquiera podía prosperar y convertirse en clase media…
¿Cómo describirías el marco socioeconómico actual?
Hemos construido un sistema económico de mercados globalizados mientras que los marcos regulatorios se mantienen fragmentados, parciales y territorializados, porque ¿qué decisiones pueden tomar los gobiernos frente a las decisiones de las multinacionales de pagar sus impuestos en este o aquel país…?
La deslocalización de las empresas, ¿constituye un mal irreparable?
Las deslocalizaciones empresariales obedecen a la lógica perversa del sistema, y son ruinosas para todos, inclusive para las empresas, por diferentes razones. Por un lado, generan desempleo en los países de origen y subempleo en los países de destino, por lo que sociolaboralmente son desastrosas.
¿Sabías que los 20 millones de dólares que NIKE pagó a Michael Jordan en 2008 por un anuncio publicitario de 1 minuto de duración, equivalen al total de los salarios que NIKE pagó durante ese mismo año a sus 85.000 trabajadores de todas sus fábricas de Indonesia?
Adicionalmente, las deslocalizaciones introducen incentivos nefastos, haciendo que las empresas incurran en elevados impactos sociales y medioambientales de los que no responden. Pero es que, además, las abocan a la paradoja de los costes, ya que lo que resulta bueno para una empresa, deja de serlo cuando todas juegan a lo mismo.
Si deslocalizándose una empresa reduce sus costes de producción, se hace más competitiva (puede vender más barato o con mayor margen), y al vender más su beneficio es mayor, pero si todas las empresas hacen lo mismo, entonces ninguna resulta más competitiva que las demás, y al final todas venden menos (porque la presión generalizada a la baja sobre los salarios reduce la demanda efectiva), y sus beneficios se desmoronan. Es la carrera hacia el precipicio.
¿Hay indicios de que esta situación se esté revirtiendo?
Sí. De hecho estamos ya observando una inversión de la tendencia empresarial de las últimas décadas hacia la deslocalización. El incremento de los costes energéticos, del que ya hemos hablado, ha hecho que el incremento de los costes logísticos no compense los ahorros en producción derivados de las deslocalizaciones, al tiempo que las devaluaciones internas salariales en Estados Unidos, Canadá y, especialmente en Europa, han permitido reducir tanto los costes de producción como los de logística y ser más competitivos.
¡Que casualidad que cuándo los costes energéticos vetan las deslocalizaciones, en Occidente equiparemos cada vez más nuestros salarios con los de los países de destino! Pero, con todo lo listos que son, ahora empiezan a reparar en la paradoja de los costes y empiezan a darse cuenta de que la devaluación interna mata la demanda efectiva y solo deja abierto el camino de la exportación.
Lo que no dicen es que las empresas no tienen más remedio que exportar, porque la devaluación interna ha aniquiladola demanda efectiva interna, y aquí no se venden ni cromos porque no hay quién los compre. Pero la apuesta por la competitividad y las exportaciones requiere que haya países con saldos de balanza comercial positivos y países con saldos de balanza comercial negativos, o sea, países que importen lo que otros exportan; pero, como se puede intuir fácilmente, en un mundo donde todos juegan a ser más competitivos y a exportar a los demás, se entra rápidamente en lo que en Economía se conoce como juegos de suma cero donde lo que algunos jugadores ganan es a costa de lo que otros pierden.
¿Qué medidas pueden tomarse que puedan ofrecer un poco de oxígeno a la situación actual?
Parece evidente que deberíamos avanzar hacia modelos socioeconómicos ecológicos: con ciclos económicos cerrados que computen tanto la producción como el reciclaje en los sistemas de costes y precios; con sistemas productivos locales anclados al territorio que acerquen la producción al consumo; con elevados impuestos a los comportamientos negativos (como la polución o la especulación); con fuerte regulación; con sistemas energéticos descentralizados y autogestionados, basados en aquéllas energías renovables de mayor TRE, como la mareomotriz, la eólica y la solar de concentración; exactamente lo contrario de lo que venimos haciendo…
Buscamos soluciones “mágicas” o tecnológicas y no prestamos atención a salidas alternativas que, en abierta ruptura con los mitos del crecimiento, el consumo y la competitividad, son descalificadas repetidamente. Como afirma Carlos Taibo, “preferimos ignorar que hay soluciones relativamente sencillas que no reclaman ni avanzadísimas tecnologías ni presumibles descubrimientos, sino que tan solo exigen, asumir un estilo de vida más austero, social e igualitario”.
¿Cómo se está educando y formando hoy en las universidades a los futuros economistas y empresarios?
Diría que nada bien. La realidad es que mientras ya no tenemos la Física de hace 200 años, ni la Biología de hace dos siglos, ni la Psicología de hace 100 años… la corriente principal y dominante de la Economía, se ha quedado anclada en los modelos y paradigmas clásicos del siglo XIX. Cada vez más, la mayor parte de lo que se enseña en las Facultades de Economía, y más aún en las Escuelas de Negocios, salvo honrosas y muy poco significativas excepciones, no nos permite entender el mundo en el que vivimos y las inapelables leyes de la física y la ecología que lo rigen. Se forma únicamente en los valores del sistema, como el crecimiento, la competitividad, los mercados y el consumo; todo aquello que que nos aboca cada vez más rápido al colapso.
¿Cómo encaja tu percepción de la situación en el modelo educativo actual?
Mal, y, personalmente, me resulta muy frustrante convivir en un medio donde la mayor parte de tus compañeros a duras penas te llegan a comprender. Se han introducido también en las universidades, unos factores de competencia, inestabilidad e incertidumbre que han degenerado en que la mayor parte de los docentes e investigadores están más preocupados y volcados en ensanchar sus currículos con investigaciones y estudios mercantilistas que en otra cosa.
¿Crees que aún queda sitio para la esperanza?
Los pesimistas no somos quienes advertimos del cataclismo que se avecina si no cambiamos nuestra forma de vivir y relacionarnos, sino aquéllos que renuncian a todo cambio para preservar su estatus y sus privilegios.
¿Cómo ves el mapa del futuro?
No sé si hay un mapa del futuro. Personalmente, me contentaría si tuviéramos, como dice mi compañero y amigo Antonio Turiel, tan solo un futuro. Porque resulta más que evidente que, o es radicalmente distinto a lo que conocemos, o no será.
(Adaptación libre)
Imagen: matrizur.org
Fuentes: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=193435 | https://dedona.wordpress.com/2013/10/02/entrevista-de-gran-importancia-la-crisis-energetica-se-encuentra-en-el-fondo-de-la-actual-situacion-de-crisis-tasio-urra/