Este libro hace un repaso de la evolución social y tecnológica de la sociedad humana desde el principio de los tiempos, intentando detectar cuáles fueron los errores cometidos por nuestra especie, al objeto de no repetirlos y diseñar una organización del futuro basada en el aprendizaje de dichos errores.

Hace un diagnóstico con el que coincido plenamente, en el que identifica al poder y a la propiedad privada como los dos grandes obstáculos que hasta el momento nos han impedido construir un mundo más justo y sobre los que se sustenta el sistema económico y político dominante que, inexorablemente, nos conduce a la destrucción del planeta y a la desaparición de nuestra especie.

El libro analiza el carácter depredador del capitalismo y a la vez examina críticamente las alternativas, comunismo y el anarquismo, integrando las aportaciones que considera válidas de ambos sistemas en una nueva visión a la que denomina “Equisocialismo”, basada en democracia horizontal, socialismo y equidad, donde no sea posible acumular ni riqueza ni poder, y la tecnología se supedite a las demandas y necesidades colectivas.

Es impresionante la fortaleza de esas dos ideas, propiedad y poder. Cada vez que entablo una conversación con alguien al respecto –incluso con amigos y gente de izquierdas- percibo una gran resistencia a creer que algún día será posible eliminar la propiedad privada (entendida ésta como la apropiación individual o colectiva de los recursos naturales, que son o debieran ser comunales)… ¡el sentimiento de propiedad es tan constitutivo de la naturaleza humana!… dice casi todo el mundo.

Y sin embargo, respecto del poder, parecen existir menos dudas, se piensa que siempre se le puede doblegar por la fuerza, es decir, con más poder. Creo que desvincular riqueza y poder es un error más de nuestro pensamiento colectivo. Ambos están íntimamente hibridados, el poder genera propiedad y viceversa. Se trata de un tándem  muy poderoso que hasta ahora ha sobrevivido a todas las revoluciones conocidas de la historia humana. Tanto el comunismo como el anarquismo diagnosticaron bien ambos problemas, pero no acertaron con las soluciones. El comunismo distribuyó la riqueza pero concentró el poder en el estado burocrático, que devino en capitalismo de estado, con todo el poder concentrado en las vanguardias dirigentes. Y el anarquismo, por su parte, temeroso del poder, no halló el modo de organizarse para distribuirlo junto con la riqueza.

Pienso que será más difícil  neutralizar el poder que la riqueza,  porque me resulta posible imaginar que los abusos de la propiedad, de la riqueza, se pueden superar con una organización colectiva que sea igualitaria y satisfactoria de las necesidades humanas; pero en el ejercicio del poder reside, con toda su potencia, nuestra naturaleza primitiva y salvaje, que alcanza más allá del dominio de las cosas, incluyendo el dominio sobre las personas, para marcar su posición jerárquica  dentro del grupo y marcar su territorio, que además de físico también es  social, económico y cultural.

El blog de Nanin, 19/10/2011

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