Los muros de la cárcel son un reflejo de los muros sociales.
Van Jones

La forma en que una sociedad trata a su población reclusa, retrata su condición moral. Todas sus miserias se exponen en la cárcel con mayor crudeza.

elencarcelamientodeamericaEl libro El Encarcelamiento de América, de Daniel Burton- Rose, reúne una colección de artículos publicados por los propios presos desde “el vientre de la bestia”, y constituye uno de los testimonios más estremecedores sobre un fenómeno que solo se puede calificar como terrorismo social.

Más allá del catálogo de brutalidades, abusos y torturas a que son sometidos los reos (que van desde administrarles drogas siquiátricas si se muestran rebeldes, hasta reducir las posibilidades de apelación legal de los condenados a muerte para que se les pueda ejecutar antes de que tengan tiempo de probar su inocencia), lo que impresiona realmente es la lucidez de sus protagonistas a la hora de desenmascarar las razones, muchas de ellas ocultas para la opinión pública, por las que han sido privados de libertad.

Criminalizar la pobreza y convertir a los más desfavorecidos en delincuentes, se ha convertido en los últimos 25 años en uno de los negocios más lucrativos y con mayor crecimiento en los Estados Unidos; tendencia imparable que va a más.

Con ellos, el capital ha descubierto un nuevo recurso económico que explotar y una fuente inagotable de beneficios, basada en la privatización de las cárceles, la gestión de sus servicios, la construcción de nuevas prisiones y el trabajo esclavo de los reclusos.

La materia prima para llenar las cárceles abunda y es completamente gratuita: población marginal, excedentaria, sin puesto de trabajo fijo ni sitio en el sistema, personas desarraigadas, sin recursos ni formación, desempleados que rechazan los sueldos y contratos basura,  activistas y opositores al sistema; escoria en una palabra y candidatos natos a ser arrojados al basurero de rejas.

El libro muestra como la sociedad, de paso que se libra de una parte de su población improductiva, la rentabiliza y saca provecho, convirtiendo al delito en una mercancía más, susceptible de negocio.

La condición indispensable para que la industria del encarcelamiento resulte rentable, es garantizar un nivel de ocupación suficiente en las cárceles, lo que requiere endurecer las leyes para alargar las condenas e incrementar el número de conductas susceptibles de ser castigadas.

So pretexto de proteger a los ciudadanos, se emprende “la guerra contra las drogas, los sin techo o el terrorismo”, o se promulga la ley de los 3 delitos, por la que, al tercer tropiezo, aunque solo haya consistido en robar una pizza, un ladrón puede ser condenado a prisión de por vida en los Estados Unidos.

La estancia de un hombre en la cárcel hasta que muera, por meras faltas que, acumuladas, puede que no sumen más de unos pocos cientos de euros, puede costarle a la sociedad como contrapartida, cientos de miles de miles de euros, suponiendo por tanto una inversión ruinosa para la sociedad, pero muy conveniente para  la industria del encarcelamiento.

Aunque resulte mucho más barato facilitarle a una persona en dificultades económicas ayudas del estado para que pueda estudiar y sobrevivir sin tener que delinquir, y que sin duda constituya mejor terapia prevenir que curar, nada de eso importa.  El negocio de enjaular gente constituye la prolongación natural de la trata de esclavos, y de hecho, en EEUU, la mayoría de los presos siguen siendo negros para mantener la tradición.

Así:

  • Mientras el porcentaje de delitos ha permanecido invariable en la sociedad americana, el porcentaje de reclusos se ha multiplicado por 10.
  • Los 2,3 millones de personas encarceladas (casi el 1º de su población), más los que se hallan en libertad condicional, que elevan esa cifra a 7 millones, convierten a EEUU en la primera colonia penal del “mundo libre” (por establecer una comparación y respetando esa misma proporción, España tendría que tener alrededor de 400.000 presos y “solo” tiene alrededor de 60.000).
  • El país invierte más en penitenciarías que en escuelas. Hay más negros en las cárceles que en las universidades (seguramente porque allí les forman mejor para sus necesidades futuras).
  • Se recortan los fondos y subsidios de los programas de asistencia social que permitirían a las madres solteras y con bajos ingresos poder atender a sus hijos.
  • Hay más de un millón de niños con alguno de sus progenitores en prisión (lo que garantiza el suministro futuro de materia prima a las penitenciarías).

A medida que los sueldos, derechos y condiciones laborales de los trabajadores se han ido recortando y degradando cada vez más, en paralelo se han ido endureciendo  las condiciones de vida de los presos, para que los trabajadores no se encuentren mejor encerrados dentro, que libres fuera.

“A los prisioneros les hacemos la vida tan desagradable como podemos, me cuesta más cara la comida de mi perro que la suya” , se jacta un funcionario de prisiones.

tortura-prisioneros-usaFrente al castigo que se aplica a los penados, los asalariados se pueden sentir afortunados se haga lo que se haga con ellos, siriviendo la prisión como herramienta disuasoria y de control social.

La población reclusa de USA constituye una mano de obra esclava, sin convenio, sindicato, huelga, ni derechos de ningún tipo, y con sueldos y condiciones tercermundistas; si se niegan a trabajar pueden sufrir aumentos de condena, aislamiento, palizas, etc.; tanto como el amplio catálogo de torturas y violencia legalizada permita.

Los presos son los trabajadores más oprimidos de la sociedad; se encuentran incluso un peldaño por debajo de los inmigrantes ilegales.

A la opinión pública se le vende la idea de que los reos deben de pagarse con su trabajo la estancia en la prisión, pero la realidad es que los productos fabricados en ella cuyo coste es ínfimo, compiten con los de fuera, destruyendo puestos de trabajo en el exterior, sin que por descontado sus beneficios recaigan sobre los presos o se abarate el coste de mantenerlos en ellas.

El sistema ha cobrado tanto impulso, que las prisiones llevan camino de convertirse en fábricas con vallas, hasta el punto de que es posible que en un futuro próximo, para muchos trabajadores, la única oportunidad de obtener un empleo, sea ir a la cárcel.

Un preso no se distancia de su brutal experiencia dentro, lo mismo que los soldados no se olvidan de las atrocidades que cometieron durante la guerra, y tanto unos como otros, cuando regresan a la sociedad, descargan sus traumas en ella, lo que aboca a una inacabable espiral delito- represión que agiganta el problema.

La conclusión es evidente: más cárceles no significa más seguridad, al igual que todo el mundo vaya armado no implica que la convivencia vaya a ser más pacífica.

El dinero de los ciudadanos se dedica a reprimir a los más desfavorecidos, en vez de emplearlo en mejorar su situación, lo que sería la única ruta aceptable hacia un mundo más habitable y seguro para todos.

En las prisiones de Noruega, no se ha producido una violación en los últimos 20 años: cualquier comparación con las de EEUU sería odiosa.

Todo eso y mucho más se cuenta en este libro, que nos desvela el nuevo modelo de sociedad que se pretende imponer a escala global.


Nueva versión del artículo publicado originalmente en rebelión.org: http://www.rebelion.org/hemeroteca/cultura/040316ev.htm

Imágenes: historiaenlinea.com|viruseditorial.com

 

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