Cuando Jesucristo aún no había multiplicado los panes y los peces, en los confines de Asia, un hombre culto rodeado de gran número de sabios y, con la ayuda de éstos y de la que podría llamarse “la primera izquierda” de la Historia, encabezaba una revolución y se convertía en emperador de China.

Considerado un usurpador del trono por la familia imperial y los terratenientes, Wang Mang (45. a. C. – 23 d.C), decidió dar “un golpe de Estado” tras llegar a la conclusión de que la Dinastía Han, que era la que gobernaba el país, había perdido el Mandato del Cielo, es decir la legitimidad para seguir reinando, por oprimir al pueblo.

Wang Mang, que fundó la Dinastía Xin (Nueva Dinastía), llevó el timón del país durante catorce años (del 9 al 23 d.C.), y durante ese tiempo se atrevió a hacer algo impensable en aquella época: decretar la abolición de la esclavitud y, por consiguiente, proscribir la compraventa de esclavos, para inaugurar una nueva época sin amos ni siervos.

Pero el efecto que causaron sus medidas fue contrario al esperado: las familias pobres, que solían vender a sus hijos para ganarse unas monedas y comprarse un saco de arroz, se vieron privadas de esos ingresos y comenzaron a odiar con todas sus fuerzas al nuevo emperador.

La siguiente decisión de Wang Mang fue expropiar numerosas tierras a los latifundistas y repartirlas, parceladas, entre millones de libertos. Y, con la noble intención de convertirlos en ciudadanos con plenos derechos y obligaciones, les exigió un modesto impuesto que se haría calculando el valor de sus cosechas.

A partir del año 18 se produjeron gravísimas inundaciones en todo el país, que por aquel entonces contaba con sesenta millones de habitantes, y los campesinos sufrieron grandes pérdidas quedándose sin dinero para comprar aperos de labranza y semillas. Pero, antes de que el emperador Wang Mang pudiese adoptar medidas para aliviar su situación, el descontento se extendió por toda China y se multiplicaron las voces de los que denunciaban que vivían mejor como esclavos.

Avivados y armados por sus antiguos propietarios, se organizaron en terribles bandas, llamadas Cejas Rojas, por el color que se pintaban sobre los ojos. Y fue tan inmenso su número y su ira que lograron derrotar a las tropas imperiales, entrando victoriosos en la capital de China el año 23 d.c.

Señalan los historiadores que era tal el amor que tenían sus partidarios a Wang Mang que, cuando los libertos fueron a cortarle la cabeza en el palacio, más de doscientos funcionarios y sabios le rodearon para protegerle haciendo escudo con sus cuerpos. Los sublevados mataron a toda la guardia y después con machetes y armas blancas descuartizaron al emperador

Así, volvió a instalarse en el poder la dinastía Han en el año 25, con el emperador Liu Xiu, y los libres volvieron a ser esclavos y los ideales de justicia social quedaron postergados durante casi dos milenios. Muchos intelectuales chinos del siglo XX consideran que Wang Mang fue el precursor del socialismo en China y, sobretodo, un hombre muy adelantado a su época que “quiso hacer lo imposible”.

(Extracto. Adaptación libre)


Imagen: smithsonian magazine

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=228434

 

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