El profesor de historia de la Universidad de Jerusalén Yuval Noah Harari, llega a España con su ensayo «De animales a dioses. Una breve historia de la humanidad», en el que reflexiona sobre la historia humana.
PREGUNTA. Una de las conclusiones que se extrae de la lectura de De animales a dioses es que revoluciones como la agrícola no sólo no han mejorado la calidad de vida individual de los seres humanos, sino que probablemente la han empeorado. Por ejemplo, el paso a comunidades asentadas aumentó el número de enfermedades. ¿Ha sido la evolución uno de los grandes enemigos de nuestro bienestar individual?
RESPUESTA. El mensaje principal es que la gente no es necesariamente más feliz. Hay muchos ejemplos de avances que han conseguido que la gente viva mejor. En los últimos cien años hemos conseguido superar la mayor parte de las plagas epidémicas que ha sufrido la humanidad. La mortalidad infantil ha pasado del 33% a menos de un 1% en países desarrollados.
Hay cosas buenas que el progreso trae, pero la idea principal es que no es forzoso que todo avance tecnológico, científico o económico lleve a una mejora de las condiciones de vida del ser humano. En el siglo XXI, los problemas más importantes de la humanidad son consecuencia de los avances tecnológicos, como la ingeniería genética. Las máquinas programadas ya permiten conducir un coche, diagnosticar enfermedades y operar en bolsa. Así que, con estos progresos, una de las grandes cuestiones es: ¿a qué se va a dedicar la gente? Todo esto va a provocar que la mayoría de los seres humanos no tengan valor para la economía.
La revolución agrícola permitió que el hombre se hiciese más poderoso, pero la vida del ser humano no mejoró. Tras la revolución agrícola, la mayor parte de la gente tuvo una vida más dura que anteriormente. Para ellos, el desarrollo de la humanidad tampoco fue bueno. Incluso hoy en día, las vidas de cientos de miles de personas son mucho más difíciles que hace 20.000 o 30.000 años. Pero para muchos otros, sobre todo para las clases medias de los países ricos y desarrollados, la vida es mucho mejor.
Piense en alguienque trabaja en una maquila en Bangladesh, 14 horas diarias, dentro de una fábrica maloliente, ruidosa y calurosa, con el sonido monótono y embrutecedor de una máquina en sus oídos. Compare eso con ir a recolectar frutos en un bosque.
El hombre dejó de subir a los árboles a coger fruta o de correr para cazar conejos, para pasarse el día entero cavando canales y desviando agua, desbrozando hierbas, cosechando y recolectando o moliendo grano, lo que no es sano para su cuerpo y resultaba aburrido para su mente. Además, su dieta empeoró y empezó a sufrir las consecuencias de la explotación y la jerarquía social.
P. El trigo nos proporciona una buena lección. Usted dice que el hombre no domesticó el trigo, sino que fue el trigo el que domesticó al hombre, puesto que el paso a una existencia basada en la agricultura provocó que el trigo empezase a cultivarse de forma mucho más frecuente y, por lo tanto, a aumentar exponencialmente su presencia en el planeta. ¿Qué puede aprender el hombre de ello?
R. Se pueden extraer dos lecciones. En primer lugar, que la historia no gira alrededor de nosotros. No se puede decir que todo lo que ha ocurrido nos ha beneficiado, pero hay otra lección aún más importante.
Los seres humanos son muy buenos a la hora de predecir las consecuencias a corto plazo de sus acciones, pero no a largo plazo. Es lo que ocurrió con la revolución agrícola. La gente pensó que era una buena idea, pero para la mayor parte su vida empeoró.
Y está ocurriendo otra vez. Estamos produciendo programas extremadamente inteligentes que pensamos que nos facilitarán la vida, pero de hecho nadie sabe cuáles van a ser las consecuencias de estos avances tecnológicos en 20 años. Hay quien sostiene que dentro de 50 años la mayor parte de la gente no va a tener ninguna utilidad económica. El mayor problema de la economía del siglo XXI es pensar qué va a ocurrir con toda esta gente. Hay expertos que dicen que las tasas de desempleo que se ven en lugares como España significan que estamos cayendo al abismo, sobre todo en los países desarrollados, donde la mayor parte son trabajos que los ordenadores van a saber hacer mejor que nosotros.
P. Cuando el hombre pasa a ser sedentario, comienza esa escalada de crecimiento continuo que llega hasta hoy. Hay que cultivar más porque hay una mayor población, lo que a su vez hace aumentar el número de nacimientos y provoca que se cultive más. ¿Es ese crecimiento imparable, este círculo vicioso, lo que distingue al ser humano?
R. Sin duda, la economía de cualquier otro animal es estable. Por ejemplo, si uno vive en un valle donde hay hierba, conejos que la comen y zorros que comen a los conejos, la población siempre va a ser estable. Si un año los zorros comen demasiados conejos, el año siguiente no van a tener suficiente para comer y morirán de hambre, lo que estabilizará la población. La razón es que los animales no tienen control sobre la fuente que les proporciona alimento, no saben qué tienen que hacer para aumentar los recursos. Un zorro no sabe cómo aumentar la población de conejos, pero el hombre sí sabe cómo hacerlo.
Tendemos a pensar que sólo hay dos recursos principales en el mundo, las materias primas y la energía, que son constantes y pueden limitar el crecimiento demográfico y económico. Pero la verdad es que hay tres recursos: las materias primas, la energía y el conocimiento. Aunque las materias primeras y la energía sean más o menos estables, el conocimiento es un recurso que aumenta y se encuentra en continua expansión. Cuanto más conocimiento se tiene, más se puede adquirir. Se expande, nunca se reduce.
Los hombres descubren permanentemente nuevas formas de energía y nuevas fuentes de materias primas, lo que hace que su economía y población crezcan de forma indefinida. La mayor parte de materias que utilizamos hoy, como el petróleo, el aluminio o el plástico, apenas se conocían hace 200 años.
P. Se puede trazar cierto paralelismo con lo que ocurrió con grandes masas de la población tras la Revolución Industrial. Hoy en día, vivimos más estresados, nos alimentamos mal y tenemos que trabajar más para conseguir un menor bienestar.
R. Un buen ejemplo que utilizo es la invención del correo electrónico. La gente pensaba que el correo electrónico iba a hacer nuestras vidas más cómodas. En lugar de emplear mucho tiempo escribiendo a mano, poniendo sellos, comprando sobres y yendo a correos a enviar las cartas, podemos hacer lo mismo de forma más rápida y cómoda.
La gente pensó que sería una gran mejora, porque tendríamos más tiempo libre, estaríamos menos estresados y trabajaríamos menos pero, como todo el mundo sabe, ha ocurrido lo contrario. Es cierto que el correo electrónico hace que la economía sea más eficaz en su funcionamiento porque la información es más rápida, pero el trabajo de oficina del empleado medio es mucho más estresante. Vemos que la gente está en el autobús o el tren con sus teléfonos recibiendo y escribiendo mensajes. Así que al final tenemos menos tiempo libre que antes y estamos más estresados.
P. El problema con el ser humano es que una vez una revolución tiene lugar, no hay vuelta atrás. No podemos volver a comer raíces y no podemos dejar de utilizar el corro electrónico. Es utópico que nadie pueda rebelarse de forma individual.
R. Podemos hablar de dos tipos de progreso. Existe el progreso material, tecnológico, de la producción, de la economía… En ese aspecto, el progreso de la humanidad ha sido sorprendente. Hoy somos mil veces más poderosos que nuestros antepasados, pero hay otro tipo de progreso, relacionado con la felicidad y el sufrimiento. Y aquí lo principal es si el poder tecnológico y económico se traduce en más felicidad, en menos sufrimiento. Y en ese sentido, los logros son mucho más modestos.
Por supuesto, es imposible volver atrás, y a nivel individual no se pueden frenar esos procesos. La lección más importante que nos enseña la historia es que no podemos asumir simplemente que cuando los seres humanos se hacen más poderosos, la vida de cada ser humano, a nivel individual, mejora. Somos mil veces más poderosos como raza que en la Edad Media, pero no somos mil veces más felices.
Si alguno de tus antepasados pudiese ver cómo vives, seguramente te diría que vives en el paraíso, que tienes que estar bailando y cantando todo el día, pero en cambio no es así.
Desde un punto de vista material, la vida de un egipcio el año 2011 era mucho mejor que en cualquier momento previo de la historia. La probabilidad de que muriera de hambre, enfermedad o en una guerra, era muchísimo menor con Mubarak que nunca antes. Uno pensaría que los egipcios estarían contentos, pero sabemos que estaban enfadados e insatisfechos, porque a medida que su situación vital mejoraba, las expectativas también lo hacían, y la gente no estaba más contenta de lo que estaba antes.
P. Otra de las lecciones del libro es que interpretamos la historia en retrospectiva. Para el ser humano del siglo XXI, es natural comprar un teléfono móvil cada año, un coche cada cinco y que queramos ir a vacaciones a un país extranjero todos los veranos, mientras que como explica en el libro, un egipcio no habría encontrado ningún sentido en hacer turismo, sino que probablemente habría visto más útil construir una pirámide para almacenar sus restos.
R. Lo que ocurre es que cada persona vive en una cultura determinada, y esa cultura está hecha de de historias que oímos una y otra vez desde que nacemos. Estamos convencidos de que esa es la realidad, pero la mayor parte son narraciones propias de nuestra cultura, como viajar al extranjero. Pensamos que a todo el mundo le gusta pero la mayor parte de la gente a lo largo de la historia no pensaba así.
Los ricos del Antiguo Egipto nunca pensaron en ir de vacaciones al extranjero. A los chimpancés no se les ocurriría visitar a los chimpancés de otro territorio. Pensamos que es muy divertido ir a la playa, pero ¿dónde construían los palacios los reyes europeos hace 300 o 400 años? El valle del Loira está lleno de palacios, pero en la Riviera francesa no hay ninguno. A los reyes franceses no se les ocurría ir a pasarlo bien a la playa. Y no por falta de dinero.
P. Aunque sospechemos que puede ser así, para el ser humano es inaceptable psicológicamente reconocer que sus deseos están impuestos desde el exterior.
R. Es una idea que la gente entiende muy bien cuando se trata de los demás. Es fácil comprender que en alguna tribu o en Oriente Medio a la gente la han lavado el cerebro desde su nacimiento con todo tipo de ideas y por eso se comportan de forma extraña.
Nosotros pensamos que nos comportamos de forma normal, pero no hay más que echar un vistazo a la televisión para ver cómo cada anuncio es en sí mismo un mito que trata de convencernos de que vivamos de una forma determinada para ser más guapos y estar más satisfechos.
P. ¿Cuáles son esos mitos que operan hoy y que habrían parecido absurdos hace 100 años?
R. La familia es un buen ejemplo. Pensamos que la función fundamental de la familia es satisfacer nuestras necesidades afectivas y emocionales. ¿Qué quiero de mi mujer o esposo? Creemos que la familia es una unidad emocional afectiva y, si no nos satisface, lo normal es que rompamos.
Hace 100 o 200 años, y en la mayor parte de la historia, la familia era una unidad política y económica, no afectiva. La familia era nuestro fondo de pensiones, ya que estos no existían por aquel entonces. Si uno quería que alguien le cuidara cuando fuera viejo, necesitaba una familia, y por consiguiente, la familia también era el hospital, el colegio y el banco. Es lo que la gente esperaba de sus familias.
Si pudieran vernos pensarían que somos muy extraños. Lo que ha cambiado en los últimos dos siglos es que el Estado y el mercado empezaron a ocuparse gran parte de las cosas de las que se ocupaban las familias. Ya no la necesitamos para esas cosas y, por consiguiente, se ha convertido en una unidad de afecto. Por eso hay una tasa de divorcio tan elevada. Cuando la familia era una unidad política y económica, era una locura romperla, incluso si no te gustaba tu marido o mujer. Cuando se convierte en una unidad afectiva, si estas necesidades afectivas no se cubren, es más fácil disolverla.
P. Lo que tiene otra implicación: han aparecido sentimientos completamente nuevos para el ser humano como el amor romántico o la autorrealización en el trabajo. ¿Emergen los sentimientos como resultado de las condiciones materiales en las que vive el hombre?
R. Esos sentimientos tienen una base en nuestra biología y en nuestra mente. En la Edad Media, la gente no pensaba en casarse por amor. Tampoco pensaban que fuera aceptable divorciarse sólo porque no te gustara tu pareja. Lo fundamental en la familia no era el amor. Lo principal era crear una unidad económica que protegiera al individuo.
P. Ni los comunistas ni los liberales estarían dispuestos a pensar que sus ideologías tienen mucho que ver con sistemas imaginarios semejantes a los de las religiones, pero usted dice que así es. El ser humano está dispuesto a aceptar sistemas como el liberalismo incluso en el caso de que nos pueda llevar a una grave crisis financiera. ¿Tan ciegos estamos ante nuestros sistemas de creencias?
R. No puedes tejer una red de colaboración entre seres humanos si no hay una narrativa imaginaria.
La principal pregunta en la historia es cómo millones de extraños que no se conocen mutuamente están dispuestos a cooperar entre sí en una multinacional, en un país, en un ejército…
Si analizamos cualquier empresa humana, siempre vemos que en la base hay alguna ficción imaginaria. No puedes convencer a un mono de que nos dé un plátano prometiéndole que cuando muera irá al cielo, donde tendrá muchísimos más plátanos.
Por eso los monos no pueden crear ejércitos ni Iglesias ni estados. Los seres humanos sí viven esas historias imaginarias, y creen en ellas, y es la base de la creación de cualquier Iglesia y Estado, y eso se puede aplicar a la sociedad contemporánea. No existen los derechos humanos en el mundo, es una historia que nos hemos contado, muy atractiva y bonita, pero es una ficción, como la historia de Dios y los cielos: algo que todo el mundo cree aunque no haya nada real que lo apoye.
P. La diferencia que aparece en los órdenes imaginarios tras la revolución científica es que tanto el sistema capitalista como el comunismo marxista intentan justificar su existencia a partir de una objetividad científica, lo que los hace más peligrosos.
R. Hoy, debido a ese prestigio de la ciencia, muchas religiones e ideologías tratan de basarse en ella. El ejemplo más fácil es el nazismo, que estaba basado en las leyes de la selección natural, y lo mismo ocurre con el comunismo y con el capitalismo. Pero el hecho es que todos ellos parten de una ficción.
Sin ella no podrían decir a la gente cómo tendría que comportarse, porque la ciencia no tiene respuesta a preguntas sobre valores, si debemos invertir más en educación o en seguridad, etc. No hay ecuaciones matemáticas ni experimentos que pueda darnos una solución, por lo que inventamos narrativas como los derechos humanos o la igualdad entre los hombres, pero el hecho real es que no tienen ninguna base biológica, y no son más que una historia que nos hemos inventado.
Mucha gente tiene la idea de que el capitalismo es la tendencia natural del ser humano, pero no se dan cuenta de que el capitalismo es la religión que más éxito ha tenido en el mundo, la única que ha logrado englobar a todo el planeta de forma que, prácticamente toda la población del mundo, aunque no crea en ella, se comporta de acuerdo a lo que le demanda.
Lo que yo admiro de la ciencia es la objetividad y el hecho de que cuando uno no sabe algo, simplemente dice: lo ignoro, que significa que tú me preguntas algo que yo no sé y no me lo invento. Pero los científicos tienen una creencia casi religiosa en la ciencia. Creen que la ciencia es algo maravilloso, que todo lo que hace la ciencia es bueno para la humanidad y que nos va a permitir crear una especie de cielo en la tierra. Pero hay mucho peligro en las ideas relacionadas con la ciencia que pueden llevarnos a una gran catástrofe.
(Versión libre)
Imágenes: Ilya Malnikov | Enrique Villarino
Autores de las entrevistas: Héctor G. Barnés para el confidencial |Álvaro Soto para el comercio.es
Fuentes: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-09-16/el-paro-en-espana-demuestra-que-el-trabajo-en-occidente-se-asoma-al-precipicio_196027/
http://www.elcomercio.es/culturas/libros/201409/16/religiones-tienen-futuro-porque-20140915192615-rc.html