Todos hemos oido hablar hasta la saciedad del sueño americano, pero desconocemos que China también alimenta su propio sueño consistente en “alcanzar el éxito del socialismo”.
Fue en 2013 cuando el presidente chino Xi Jinping habló por primera vez del sueño chino, conectando a China con el mundo en una visión global, que uniría a los países por medio de una economía donde todos ganen [win-win], basada en tres pilares fundamentales: la paz, el desarrollo y la cooperación.
Y para despejar cualquier duda, lo remató con una frase que representa el eje central del sueño chino: “Nadie se puede quedar atrás”.
China busca una verdadera paz, basada en el respeto mutuo y en la cooperación entre naciones, en vez de embarcarse en un juego de suma cero donde unos pocos países se llevan todo el botín y el resto se queda sin nada, como viene pasando con la globalización. El modelo que China propone es para que avancen y ganen todos.
No podemos hablar de libertad cuando miles y miles de personas no tienen ni para comer. No podemos hablar de derechos humanos cuando tantas personas no tienen techo dónde vivir ni tampoco pueden encontrar un trabajo digno, en una sociedad donde unos cuantos se quedan el grueso de la tarta y lo que les sobra se lo llevan a paraísos fiscales.
Lo que hace al sueño chino colectivo diferente del sueño individualista americano es que habla de un proyecto basado en compartir. No se trata de que el ganador se lleve todo y los demás malvivan en la miseria, sino que conlleva una distribución equitativa de la riqueza, algo que el neoliberalismo no está dispuesto a consentir porque apela a las ganancias ilimitadas de unos pocos, a costa de la desigualdad y la pobreza de muchos.
La idea del sueño americano fue acuñada por primera vez en 1931 por el historiador James Truslow Adams cuando declaró que todos los ciudadanos podían lograrlo si creían en sí mismos, y trabajaban duro y con determinación. Según él, lograrían la prosperidad poniendo en juego su habilidad y esfuerzo. Desde entonces, a Estados Unidos se le ha considerado el paraíso de la libertad, la abundancia y las oportunidades. Pero desheredados y emigrantes, para lograr “la promesa de un futuro mejor”, si es que lo consiguen, “tienen que descender antes a los infiernos”.
En octubre de 2017, en el discurso inaugural del XIX Congreso Nacional del PCCh, Jinping se dirigió a su país y al mundo indicando la ruta que el pueblo chino debe seguir en los próximos 30 años. Porque los chinos planifican a largo plazo. El dirigente chino habló del gran papel que la ciencia y la innovación tienen que jugar para conseguir un desarrollo económico sostenido y sostenible, y destacó la importancia de la Iniciativa de la Ruta de la Seda (IFR), a la que ya se han apuntado 70 países, con los que China se compromete a trabajar conjuntamente tanto en el comercio internacional como en las infraestructuras.
Jinping divide los próximos 30 años en dos etapas de 15 años cada una. En la primera, del 2020 al 2035, China “alcanzará una modernización plena”. Y entre los años 2035 y 2050, la nación será fuerte, democrática, avanzada culturalmente, y se convertirá en un miembro de la comunidad internacional completamente activo”.
Observamos, pues, que Jinping habla de una China democrática en la última etapa. Es decir, que considera que primero hay que acabar con la pobreza de un país que tiene 1.382 millones de habitantes, de los que 700 millones ya han salido de ella.
Sus detractores, guiados por Wall Street y la City de Londres, utilizando información agresiva y falsa difundida por sus medios de comunicación, como la BBC, la CNN, los diarios The Wall Street Journal, Washington Post, The Economist y The New York Times, entre otros, han tildado rápidamente a Xi Jinping de “dictador”, acusándole de pretender convertirse en “un nuevo Mao, un nuevo Stalin”.
¿Tienen miedo acaso de que el sueño chino de que toda la humanidad pueda vivir con dignidad en el planeta, se cumpla? China, con la Iniciativa de la Franja y la Ruta está tendiendo la mano a todos los países del mundo, y sería fundamental que la Unión Europea no pensara tanto en la austeridad y en acercar la OTAN a las fronteras de Rusia, olvidándose de las necesidades de sus ciudadanos que, como ha recordado Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, “acaban durmiendo el sueño de los justos en la Eurocámara y en el Consejo”. Mientras que China tiene previsto acabar con la pobreza de sus ciudadanos para el año 2020, Europa no tiene fecha.
La política de cooperación de China representa un giro absoluto respecto de la doctrina imperial de dominación geopolítica practicada hasta el presente por las potencias occidentales. Lamentablemente, si EEUU continúa con su visión unipolar del mundo, tratando de mantener la hegemonía a cualquier precio, eso provocará una confrontación que puede precipitarnos a la guerra.
Por contra, si Europa y Estados Unidos apoyan “el espíritu de la Ruta de la Seda”, entraremos en una nueva forma de entender las relaciones internacionales.
(Extracto. Adaptación libre)
Imágenes: thinglink.com|rt.com