Antaño se recurría a la compra del voto en las zonas rurales por parte del cacique local, más tarde llegó el relleno y cambio de urnas por la puerta de atrás; y actualmente estamos en la era del pucherazo digital. Renovarse o morir. Cambian los métodos de manipulación, que se vuelven cada vez más científicos, porque la tecnología ha permitido refinarlos y depurarlos hasta alcanzar cotas inigualables de virtuosismo.
¿No sostenían que la imaginación al poder? Pues les hemos hecho caso. Más imaginación no cabe. Que no se queje el pueblo soberano, porque todo es por su bien para que no se equivoque al depositar la papeleta.
La democracia sigue siendo un mal teatrillo, una pésima obra. Cambian los actores, los discursos y el decorado, pero la función sigue siendo la misma. El guión lo pone el mercado. Y la voluntad popular, que brilla por su ausencia, continúa a buen recaudo, secuestrada sin estrenarse. Como debe ser.