Quiero compartir parte de la carta de una buena amiga, que vive y resiste en un pueblo de Gerona. Es triste no poder decir su nombre ni el lugar para protegerla, pero así están las cosas por allí.

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Muchos de los que hemos nacido en esta región o llevamos aquí la mayor parte de nuestra vida, hemos descubierto, con gran dolor, que la Cataluña que creíamos conocer era ficticia; que los vecinos con los que siempre habíamos convivido, albergaban en sus mentes y en sus corazones una ideología de la que hemos tenido atisbos durante décadas pero que no hemos comprendido en toda su envergadura hasta ahora.

En realidad, las señales estaban ahí, han estado ahí durante casi 40 años y muchos, ese es mi caso, no hemos querido verlas. Ello ha sido un error y una ceguera imperdonable de gravísimas consecuencias.

Esa ceguera ha sido la causa de que yo no diera la importancia debida a las muchas miradas de superioridad  y desprecio que desde mi infancia he recibido por ser, como ellos dicen, “castellana”; ni a las veces que en mi juventud me llamaron charnega; a las miradas de sorpresa y de repugnancia que vi en más de una amiga cuando descubría que en mi casa hablábamos español; a frases pilladas al vuelo (“no es mal hombre, pero no tiene apellidos catalanes”); a las veces que en mi entorno se hablaba, con retintín, burla u odio, de todo lo español; a las veces en que constatabas que en un comercio te trataban peor si hablabas en español que si hablabas en catalán; a las veces que he oído “África comienza en el Ebro”…

A todo eso no quise darle importancia. Conozco casos de  familias catalanas que no aceptaron que un hijo se casara con una chica por ser ella de origen andaluz; he visto a algunos profesores tratar claramente peor a los alumnos hijos de españoles de otras regiones que a los de apellidos catalanes; tengo conocidas a las que en su infancia, en un pueblo como el mío, nadie les hablaba porque no eran “autóctonas”

Tantas y tantas cosas… Pero siempre quise creer, que toda esa mezquindad, toda esa estupidez, era solo propia de un pequeño porcentaje de la población catalana. Y quizás fuera así durante un tiempo, pero el nacionalismo identitario es como un virus, como una mancha negra que se extiende, ocupando mentes y corazones. Ahora media Cataluña está enferma; enferma de odio a España.

La realidad se me presentó en toda su crudeza cuando en mi pequeño pueblo de la Gerona interior me presenté como “constitucionalista” (fascistas nos llaman algunos aquí) al contestar a una vecina que sutilmente me interrogó para saber si yo iba a votar en el referéndum ilegal. Cuando esa mujer oyó mi rotundo “no”, vi por primera vez la mirada del que ha dejado de considerarte como miembro de su comunidad. Una mirada que he visto después muchas veces. Y si fueran solo miradas…

Alguno de mis convecinos me ha dicho a la cara que no soy catalana y que “fot el camp d´aquí” (´lárgate de aquí); otros me han hecho notar muy claramente que en su comercio no soy bien recibida; alguna antigua amistad pasa a mi lado fingiendo no conocerme; algún vecino considera una excelente idea espatarrarse delante de mí mientras desayuno en la cafetería, o pasar a mi lado avasallando y obligándome a apartarme para no ser arrollada.

Oír cómo me llaman fascista, cuando no soy yo la que rompe la neutralidad de las instituciones, cuando tengo que caminar cada día por las calles de mi antes precioso pueblo, que parecen ahora un vertedero, atestadas como están de lazos y pintadas que están diciendo sin palabras: “Catalunya es nostre y només nostre”.

No poder quitar ningún lazo porque miembros de mi familia me han pedido que no lo haga para no tener problemas. Oír conversaciones en las que se expresa el deseo de que haya una ETA catalana, una ETA que mate más que aquella… lo que sea para echar a los españoles de aquí. Oír cómo se insulta a Arrimadas, cómo se la llama “puta”, con un odio que hiela la sangre… Tener que salir de grupos de whatsapp porque “ellos” pueden decir cualquier barbaridad, sin datos ni argumentos, pero una respuesta razonada les resulta ofensiva.

Oír cómo te dicen que es el catalán el que está perseguido y que la gente que ha venido a vivir aquí tiene que abandonar su identidad anterior porque está en Cataluña y ha de integrarse a la fuerza, por las buenas o por las malas, me subleva. Maldita palabra “integración”, cuando deberían decir «asimilación» y «pensamiento único». Tener que cambiar la configuración de mis redes sociales para no recibir amenazas. Pero, claro, los fascistas somos nosotros…

Muchos independentistas no se comportan así, muchísimos de ellos son correctos y educados en el día a día. Pero, incluso los mejores de ellos, no ven ningún problema en no respetar los derechos lingüísticos de la comunidad castellanoparlante, o consideran que violar los derechos de ciudadanía de 47 millones de personas constituye una magnífica idea, o se indignan cuando sus líderes son juzgados por cometer ilegalidades…

Conozco decenas de personas que están pensando en hacer las maletas en cuanto puedan porque ya no aguantan más; matrimonios rotos, hermanos que no se hablan, hijos que se alejan de sus padres. La ruptura es general y devastadora.

Yo ya he desistido de intentar convencer a los nacionalistas. Finalmente he entendido es imposible, que son impermeables al razonamiento. Para ellos España es el Mal con mayúscula. Solo me queda la esperanza de que el resto de los españoles comprendan lo que es el nacionalismo.

Quiero creer que España entenderá que ante el nacionalismo, la peor estrategia es ceder para contentar. El secesionismo aprovechará cada cesión, pero jamás se rendirá; quizá se repliegue temporalmente, quizá cambie su estrategia pero solo tiene un objetivo final: romper el país al precio que sea.

Y aquí en Cataluña, amigo mío, no podemos rendirnos. No podemos permitir que nos echen de nuestra tierra, donde hemos construido nuestras vidas, y sin duda que tenemos que hacerlo por nosotros, pero también  por los que se quedan, porque cada persona que se va, es un triunfo del independentismo.

(Extracto. Adaptación libre)


Imágenes: elmundo.es|agrupacion ciudadanos de blanes|elespañol.com

Fuente: https://www.dolcacatalunya.com/2018/11/asi-vive-una-catalana-libre-de-nacionalismo-en-un-pueblo-de-gerona/

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