Se habla mucho del colapso económico, ecológico, social, energético, pero poco del colapso tecnológico: de un futuro sin internet ni ordenadores. Lamento tener que dar una mala noticia: toda la informática, incluidos los sistemas actuales de almacenamiento, serán los primeros en caer.

Muchos sabemos que la era del petróleo se acaba, y que pronto habrá una reorganización a nivel mundial, pero algunos creen que de alguna manera mágica podremos seguir teniendo ordenadores e internet con los que trabajar o ver películas después de un duro día laboral.

Un ordenador o un móvil son prácticamente los objetos que más tecnología punta tienen en nuestra época. Poseen procesadores, memorias, pantallas, antenas, batería, todo tipo de sensores, dispositivos de posicionamiento por satélite, cámaras, micrófonos y altavoces conectados con internet. Algo que implica no poca energía: se necesita extraer minerales y energía de todos los rincones del planeta para fabricar un sólo móvil u ordenador (y lo mismo para las televisiones, reproductores multimedia, videoconsolas, y todo tipo de vehículos y electrodomésticos inteligentes).

Una lavadora, un lavavajillas, una nevera, o un televisor, contienen a día de hoy chips de memoria y procesadores, que hacen que necesiten, al igual que los ordenadores y móviles, todo el planeta a su servicio. No obstante, la mayoría de estos aparatos podrían decrecer tecnológicamente y volver a fabricarse con componentes más sencillos. Por contra, un ordenador, un ruter, un móvil o una televisión inteligente, requieren un procesador y un chip de memoria porque son básicamente dispositivos de almacenamiento y procesamiento de datos.

Actualmente los procesadores que tienen piezas de un tamaño de entre 4 y 15 nanómetros, se fabrican solo en unos 5 países del mundo de los 194 que existen. Para entender lo que eso significa: un átomo tiene un grosor de 0,32 nanómetros. Estamos hablando de transistores apenas mayores que 20 ó 30 átomos juntos. Manipular la materia a ese nivel es algo que, como digo, solo pueden hacer 5 países: EEUU, China, Corea, Taiwán y Singapur. Cosas del capitalismo, la competitividad y la economía de escala. El resto de naciones depende del comercio para acceder a dichos bienes, lo que demuestra la fragilidad de nuestra sociedad de la información.

Las únicas empresas que tienen los ingenieros y las tecnologías capaces de fundir el metal para reordenar los átomos al tamaño que necesitan los procesadores actuales son: GlobalFoundries, TSMC, UMC, Samsung Foundry y SMIC. Sólo 5 empresas para 7.500 millones de habitantes.

La razón es que se necesita tal cantidad de energía, dinero, I+D, personal cualificado, investigación, recursos, fundiciones especializadas, materiales, procesos de producción avanzados y una demanda a tan gran escala, que sólo megafábricas en lugares muy concretos del planeta las pueden producir en la cantidad y con la calidad demandada. GlobalFoundries, que fabrica para Intel o AMD, solo tiene plantas en EEUU, Alemania y Singapur.

Se puede ampliar la lista con algunos países que fabrican chips no tan pequeños ni potentes como Irlanda, Rusia, India, Israel, Japón, Abu Dhabi, Reino Unido, Italia y Alemania. Pero todos ellos van por detrás en miniaturización, y las empresas madre no quieren que aprendan o dispongan de herramientas de última tecnología por motivos geoestratégicos.

¿Qué pasaría si algunas de esas fábricas se convirtiesen en objetivos militares en una guerra? Porque, al igual que recibimos a diario un flujo constante de hidrocarburos, todos los días llegan a los puertos abundantes contenedores de microprocesadores. Un solo día de corte de ese flujo y los precios empezarían a subir al instante en todo el mundo. Una semana y los precios de las existencias se dispararían. Un mes y se produciría un caos mundial. Así de sencillo, porque ordenadores, y sobre todo móviles, tienen prácticamente todos los humanos del planeta. En todas partes existen redes móviles y wifi con acceso a Internet.

En un escenario de futuro decrecimiento, y tal vez de colapso, las naciones que no tengan capacidad de producción de semiconductores estarán en una posición  de desventaja estratégica, porque todo depende de los procesadores de alta potencia: la gestión de la administración, bases de datos, negocios, comunicaciones, servicios, etc.; elementos que también son imprescindibles para la guerra moderna.

Ante un futuro de escasez tecnológica, Rusia, Europa y China están invirtiendo rápidamente dinero (China y Rusia mucho, Europa una miseria), para tener capacidad de diseño y producción propia de microprocesadores cuando el comercio decaiga debido a la falta de energía, la guerra, embargo,  o catástrofes medioambientales.

Cualquiera puede fácilmente imaginar lo que pasará cuando los países no puedan producir tecnología en forma de memorias y procesadores, ni importarla. Que tendrán que vivir arrodillados ante los que sí tengan esa capacidad. Porque al igual que el PIB de un país se halla ligado a su energía, exactamente igual sucede con su capacidad computacional y de almacenamiento de información. Ahora mismo nadie se cuestiona la continuidad de un flujo constante de procesadores en forma de ordenadores, móviles y otros dispositivos electrónicos desde Asia y EEUU. La oferta es amplia y atractiva y la demanda creciente… pero ¿hasta cuándo seguirá siendo así y está el suministro garantizado?

Hay gente que piensa que los procesadores cuánticos serán la salvación, porque permitirán superar los límites físicos hacia una mayor miniaturización. Pero lo cierto es que si hay algo que necesita ingentes cantidades de energía para mantenerse refrigerado es un ordenador cuántico. Básicamente los países mas ricos están en una carrera de I+D para intentar fabricar en su territorio procesadores con los que poder conseguir una soberanía tecnológica que les permita mantener sus sistemas informáticos.

El gobierno de EE UU lleva años prohibiendo transferir tecnología a ciertos países, especialmente a China. La guerra de las galaxias electrónica empezó en los 80, pero de ella poco se habla. Ya se hizo contra la URSS, a la que se prohibió acceder al mercado de los microprocesadores y tuvo que subsistir con un clon del Z80 hasta bien entrados los 90.

Cuando dejen de fluir los procesadores en nuestras sociedades empezará una decadencia en la que todo lo tecnológico irá dejando de funcionar y habrá una reducción de la utilización de ordenadores junto con una valoración de qué es lo primordial y qué se puede sacrificar.

Los procesadores tienen vidas útiles de una década, e incluso apretando un poco 2, 3, o tal vez 40 años. En realidad no sabemos si durarían más de 50 años porque todavía no ha pasado tanto tiempo. Los nativos digitales tendrán que hacer la transición a simples mortales analógicos, y habrá una decadencia paulatina donde al principio solo los ricos podrán seguir teniendo tecnología potente, luego solo las empresas, y al final solo los gobiernos.

Mantener en marcha estos sistemas una vez que no dispongamos del petróleo, será tan complicado como tener dos coches por familia en el futuro, o poder seguir usando aviones, aunque tal vez las sociedades del futuro decidan que disponer de memoria y procesamiento digitales es más importante que tener coches, viajar en avión, o cambiar de ropa cada año.

(Extracto. Adaptación libre)


Imágenes: bizjournals.com|MuyComputerPRO|lavanguardia.com|elpatagonico.com|apc.org

Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2019/11/06/el-fin-de-la-memoria-i-procesadores/

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad