Quedan ya muy lejos los días de las grandes movilizaciones sociales; ahora todo son luchas parciales, que lejos de sumar, fragmentan las fuerzas. Bienvenidos al siglo de lo banal, donde el individuo reina por encima de todas las cosas y de cualquier acción colectiva. Donde cada cual disputa con los demás para conseguir el mejor trozo del pastel, pero no se une con nadie para construir un mundo mejor, más habitable y justo para todos.

El individualismo exacerbado y la competencia salvaje fomentan la carrera narcisista por diferenciarse y destacar. Ser normal se penaliza, mientras que, exhibirse, se premia. Los planteamientos colectivos han sido derrotados, se hallan en vías de extinción y se rechazan como algo trasnochado y pasado de moda.

Por eso funciona la autoayuda y no la ayuda.

La izquierda ha abandonado la lucha contra la explotación sustituyéndola por una suerte de seudolucha que no ataca las estructuras, sino que se acomoda a ellas. Por eso tenemos cien partidos haciendo las mismas políticas con distintas siglas. Ya en 1972, en plena apoteosis del movimiento hippie, Pasolini, señaló con razón que “derecha e izquierda se habían fusionado”.

Como no podemos cambiar la realidad, nos cambiamos a nosotros mismos y en vez de luchar por transformar la realidad, lo hacemos con nuestra forma de pensar. Hacemos oidos sordos a los despidos, los salarios de miseria, la precariedad, el hambre, la pobreza, los emigrantes, los sintecho o los desahuciados, para dedicarnos a ser “positivos” y buenos consumistas.

Relativiza. No seas aguafiestas. Mira las ofertas, no la miseria.

Desde el feminismo a los movimientos antirracistas, pasando por el activismo LGTB, el ecologismo, el veganismo o el animalismo, todos los ismos modernos combaten al capitalismo por separado, buscando cada uno ocupar el mayor espacio y visibilidad posible en dura competencia con los demás.

Nos dividimos  al máximo, para luego poder así mostrarnos más fraternales y solidarios, como si los asalariados no formáramos parte del mismo estrato social y no padeciéramos los mismos problemas.

Pero como se prioriza el sentir más que el análisis racional y la bandera por encima de la convivencia, preferimos esforzarnos en instaurar carriles bicis o cuotas femeninas, antes que en modificar las relaciones de desigualdad que nos impone el capitalismo. El único ismo que funciona de verdad aquí.

(Extracto. Adaptación libre)


Imágenes: justgving.com|eldiario.es|David Bomba

Fuente: https://dynamitemag.es/2017/11/26/cuquifascismo-la-izquierda-posmoderna/

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