Los griegos han sido derrotados, y no por los persas, sino por las élites financieras. El primer ministro, Tsipras, ha traicionado a su pueblo. Lo ha visto todo el mundo: Syriza se ha rendido a los “agentes del 1%” (las élites económicas), y el mensaje que transmite su derrota, es que el sistema de protección y bienestar social de todo Occidente será desmantelado.

Comienza el gran saqueo.

El primer ministro griego Alexis Tsipras, ha acordado que el 1% más rico saquee al pueblo griego y le arrebate todos los avances sociales que los griegos alcanzaron en el siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial.

Se acabaron las pensiones y la sanidad pública para la población.

El 1% “necesita” ese dinero.

greece-parthenon_4saleLas islas griegas, los puertos, las empresas de suministro y de gestión del agua, los aeropuertos, todo su rico patrimonio nacional, será vendido a ese 1% privilegiado. Y se hará a precio de ganga, por supuesto, regalándoselo, aunque, eso sí, la factura que pagará el pueblo, no será precisamente floja.

Esta es la tercera ronda de austeridad impuesta a Grecia, que ha requerido de la complicidad de todos los gobiernos griegos, sean de uno u otro signo. En realidad, los acuerdos de austeridad y el endeudamiento, han sido la forma de encubrir el saqueo del pueblo griego, y robarles, literalmente, todo.

El FMI es parte de esa Troika que impone esas politicas, a pesar de que ahora sus economistas confiesen hipocritamente que “las medidas de austeridad han demostrado ser un error”. La economía griega ha sido definitivamente destruída por ella, mientras, en paralelo, su deuda crecía mostruosamente como una montaña, volviéndose imposible de pagar.

Pero la evidencia no importa. Cuando el 1% se pone a saquear, la verdad no tiene ningún interés.

Una de las cosas más impactantes y graves que hemos visto es que la democracia griega ha demostrado ser absolutamente impotente. El atraco ha salido adelante, a pesar de que el pueblo griego ha votado masivamente en su contra. Pero tras darle la vuelta al resultado del referéndum con la ayuda de Tsipras, el suspiro de alivio del 1%, se ha podido escuchar en todo el mundo. El último partido de izquierdas de Europa (o que se hacía pasar como tal), ha claudicado, al igual que lo hicieron antes el Partido Laborista de Gran Bretaña, el Partido Socialista Francés, el PSOE de España y demás partidos similares en Europa.

Sin una ideología firme que la pueda sostener, la izquierda europea ha muerto, al igual que ha sucedido en EEUU con el Partido Demócrata.

Con la muerte de estos partidos políticos, el pueblo ya no tiene voz. Y un gobierno en el que el pueblo, las personas de la calle, no tienen voz, ya no es una democracia. Algo que hemos podido observar claramente en Grecia. Una semana después de que el pueblo griego rechazara de forma inequívoca y abrumadora en las urnas el últimatum de los acreedores, su gobierno suscribió un acuerdo aún peor.

El Partido Demócrata estadounidense murió con la deslocalización de los puestos de trabajo, que destruyó las bases financieras de los sindicatos obreros. La izquierda europea murió con la caída de la Unión Soviética.

La Unión Soviética era un símbolo de que existía una alternativa socialista al capitalismo. El colapso soviético y el “fin de la historia”, privó a la izquierda de un programa económico y dejó a la izquierda, sobretodo en Estados Unidos, sin rumbo, centrada únicamente en los “problemas sociales”, como el aborto, el matrimonio homosexual, la igualdad de género y el racismo, lo que socavó el apoyo tradicional de izquierdas de la clase obrera. La lucha de clases desapareció del escenario, se diluyó en la guerra entre heterosexuales y homosexuales, negros y blancos, hombres y mujeres.

paul-craig-robertsHoy en día, cuando los pueblos occidentales se enfrentan a un nuevo modelo de servidumbre y el mundo entero al espectro de una posible guerra nuclear a consecuencia de la creencia de los neoconservadores norteamericanos de que EEUU es “el pueblo elegido por la historia” para ostentar la hegemonía mundial, la izquierda estadounidense, por poner un ejemplo, está ocupada en una batalla contra la bandera confederada, resuelta hace 150 años.

El colapso del último partido de izquierdas de Europa, Syriza, significa que a menos que surjan formaciones más decididas en Portugal, España o Italia, el testigo pasará ahora a manos de partidos de derecha, como el Partido de la Independencia del Reino Unido de Nigel Farage, el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, Amanecer Dorado en Grecia, y otros fuerzas ultranacionalistas, opuestas al modelo de Unión Europea diseñado para sus ciudadanos por las élites financieras.

Syriza no tenía ninguna posibilidad de lograr el éxito sin nacionalizar los bancos griegos como respuesta a la determinación de la UE de llevarlos a la bancarrota. Las élites griegas del 1% poseen los bancos y los medios de comunicación, y tampoco el ejército griego muestra demasiados signos de estar del lado de sus ciudadanos.

Observamos la impotencia, la imposibilidad de un cambio pacífico, tal y como explican Karl Marx y Lenin. Siempre sucede lo mismo: las revoluciones y reformas fundamentales se ven abocadas al fracaso por el 1%. Marx, frustrado por la derrota de las revoluciones europeas de 1848, llegó a la conclusión, al igual que Lenin y Mao, de que dejar operar libremente a los miembros del viejo orden, significaba, tarde o temprano, que se produciría una contrarrevolución que llevaría de nuevo al pueblo, a la servidumbre.

En América Latina todos los gobiernos reformistas son vulnerables, y corren grave riesgo de ser derrocados por los intereses económicos de las élites norteamericanas o españolas. Estamos viendo este proceso en marcha, ahora mismo, en Venezuela y Ecuador.

En su momento, el conservador inglés Edmund Burke dijo que el camino del progreso era la reforma, no la revolución. Las élites inglesas, a pesar de que perdían con ella algunos privilegios, aceptaron la reforma como un mal menor, reivindicando a Burke, para no enfrentarse a la revolución, pero hoy en día en que la izquierda está totalmente derrotada, las élites del 1%, rechazan hacer concesiones al pueblo.

Para ellos, ya solo hay una alternativa: que el resto de nosotros los obedezcamos. Y por esa razón, podemos afirmar que somos testigos de su jaque mate final a los ciudadanos.

Grecia sólo es el comienzo del fin. Toda su pobreza no se quedará allí, sino que las mismas privatizaciones masivas, alcanzarán a los demás. Vemos a los griegos expulsados de su país por una economía hundida, vemos como desaparece su sistema de bienestar social y crece su tasa de desempleo, y sabemos que esa condena se extenderá, como una plaga bíblica, al resto de países de la UE.

 (Extracto. Adaptación libre)


Comentario: Este artículo, adquiere todavía más valor por provenir de un conservador tan destacado como Paul Craig Roberts, economista, escritor y periodista, Subsecretario del Tesoro durante la Administración de Ronald Reagan.
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