Siempre es bueno que alguien nos enseñe a separar a los «buenos» de los que «no son como nosotros», gentes inferiores que tienen rabo, cuernos y malas intenciones.
Algo que nadie hace mejor que el nacionalismo que siempre necesita enemigos a los que combatir y de los que defenderse.
Las banderas son los sudarios de las mayores carnicerías.