La mayoría de la gente tiene una idea pintoresca del libre mercado y lo que significa. Se ha tragado todas esas historias de, trabaja mucho, sigue las reglas, no te metas en líos, y te irá bien.

Pero la verdad es que no funcionan así las cosas.

Hace cuarenta años, hacia 1980, los superricos decidieron que querían abaratar la mano de obra y los costes, llevándose la producción a países más pobres, iniciando lo que se llamó deslocalización de los puestos de trabajo.

Querían pagar a la gente la vigésima parte de lo que le pagaban en EEUU (menos de un dólar por hora), que no hubiera leyes medioambientales ni laborales que les frenaran, y que pudieran comprar a los políticos por menos dinero. Y lo consiguieron.

Así comenzó la demolición controlada de la clase media. En la primera fase, desindustrializaron la economía más poderosa jamás levantada por el hombre. Se desmantelaron miles de fábricas, mandándolas al este de Asia, y provocando una hecatombe en la sociedad: la aparición del “Rust Belt” o cinturón de óxido.

Millones de trabajadores blancos se quedaron sin trabajo y perdieron sus empleos bien remunerados. Ciudades antes importantes se convirtieron de repente en barcos naufragados en medio de la nada, como  Detroit, Pittsburgh, Cleveland, Cincinnati, Milwaukee, Búfalo, Toledo y muchas más.

Si en 1980 la industria representaba alrededor del 22% de la economía de  Estados Unidos, en 2012, 30 años después, era solo del 12%, al tiempo que su déficit comercial  (el indicador de que compra más a terceros países de lo que les vende), pasó de ser 19.000 millones de dólares en 1980, a un billón de dólares en 2020.

La segunda fase consistió en trasvasar los ingresos perdidos por las clases trabajadoras y medias hacia los oligarcas. Esa fue la política económica de Ronald Reagan cuando alcanzó la presidencia en 1980.  Su teoría era que si se les daba más dinero a los que más tenían, lo invertirían mejor, y el boom económico resultante devolvería centuplicado lo que se les hubiera entregado.

Los impuestos a los ingresos más altos bajaron del 71% al 38%. Básicamente, se redujeron a la mitad. Y, ¿qué pasó? Que durante el primer año del plan de Reagan, la economía se hundió un 2,1%, la mayor contracción sufrida desde la Gran Depresión. Como los trabajadores de las fábricas se quedaron sin trabajo, no pagaban impuestos. Y como los ricos pagaban muchísimos menos, el Gobierno no tenía suficientes ingresos para cubrir los gastos, el famoso “déficit presupuestario”, viéndose obligado a endeudarse para cubrirlo.

El último déficit presupuestario del presidente anterior, Jimmy Carter, había sido de 78.000 millones de dólares. Pues bien, el déficit presupuestario del primer año de Reagan, ascendió a 128.000 millones de dólares, experimentando un incremento del 64%. En su segundo año, 1983, el déficit volvió a dispararse hasta los 208.000 millones, sufriendo un aumento del 63%. Para cuando George H. W. Bush, su sucesor, concluyó su mandato en 1992, los déficits crecían a un ritmo de 300.000 millones al año.

Esos déficits anuales se acumulan como deuda nacional. Cuando Reagan tomó posesión en 1981, la deuda nacional de EEUU ascendía a un billón de dólares. En 1993, doce años después, cuando Bush padre dejó la presidencia, era de 4 billones.

Unos déficits y una deuda que solo benefician a los muy ricos, porque son ellos los que la financian. Pero es que, además, esos tipos de interés más altos en el sector público, se traducen en tipos de interés más altos para hipotecas, tarjetas de crédito, compra de coches, préstamos para estudios universitarios, etc.

El sueldo medio de un trabajador americano, se mantiene en 2020 igual que en los años setenta, en tanto que si, hasta 1980, el porcentaje de renta nacional que iba a parar al 10% de los contribuyentes más acaudalados era alrededor del 34%, desde entonces ha aumentado hasta el 47%.

La realidad es que los ricos no dejan de engrosar sus fortunas mientras los demás se vuelven más pobres, aceleradamente. Y cada nueva crisis se convierte en una oportunidad de oro para seguir ensanchando esa brecha. La desigualdad está alcanzando niveles feudales, en un mundo donde unos pocos se adueñan de casi todo lo que se produce, aunque la gente no se entere porque los medios de comunicación son también propiedad suya.

Seríamos más que ingenuos, estúpidos, si creyéramos que Biden, apodado “el Senador MasterCard”, que se ha pasado cinco décadas al servicio de los muy ricos, que son los que lo han puesto en el poder, lo han mantenido en él, y lo han llamado cuando Trump ya no les resultaba útil, va a cambiar algo de eso.

Con covid o sin ella, la economía seguirá funcionando como se pretende que lo haga, no para que la gente pueda comer, tenga casa, gane un salario suficiente para vivir, y los pequeños negocios sigan vivos, sino para beneficiar a los ricos y exprimir a todos los demás.

La rueda de la miseria, que cada día aplasta a más personas, sigue girando cada vez rápido, y no se detendrá hasta que haya acabado con la clase media.

(Extracto. Adaptación libre)


Imágenes: Giving Compass|Libre Mercado|El Mundo|El Pais|El Roto|amazon.com

Fuente:  https://www.elsaltodiario.com/estados-unidos/economia-no-funcionando-precisamente-plan

Traducción: Isabel Pozas González

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