Guy Standing (en inglés, literalmente: un tío de pie) es un apátrida que carece derechos políticos en su país natal, Reino Unido. Vive en una casa de campo en Ginebra y da clases en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres, una institución académica cuyo lema es “Saber es Poder”.

Standing ha trabajado treinta años también en la OIT (Organización Internacional de Trabajo), analizando durante los años 70 la situación de los trabajadores en países con baja renta per cápita como Jamaica, Guayana, Malasia o Tailandia, elaborando durante los años 80 informes sobre la flexibilización neoliberal del mercado de trabajo en los Estados Unidos y en Europa, cofundando en 1986 la Red Terráquea de la Renta Básica (en inglés BIEN), y finalmente estudiando durante los años 90 la economía de Rusia después de la URSS y la de Sudáfrica después del Apartheid.

Es también el creador del Índice de Trabajo Decente, y su libro El precariado. Una nueva clase social, publicado en 2011, se ha convertido en un superventas traducido a catorce idiomas, y del cual lleva lleva hechas ya más de 300 presentaciones en 33 países.

En su libro anterior, aseguraba que el precariado y los flexitrabajadores se definían por los sentimientos de miedo y duda. ¿Siente que este sentimiento ha cambiado?

El precariadoLlevo escribiendo sobre el precariado 20 años, y el precariado en ese tiempo ha emergido como sujeto, como un grupo en el que la gente ha pasado de mirarse al espejo y verse como un fracasado, como alguien condenado, a verse como parte de un grupo social globalizado, con características muy similares en todo el mundo.

Ese reconocimiento es el primer paso para desarrollar la capacidad de moverse al siguiente escalón, que es el reenganche con la política para convertirse en una fuerza de cambio, y pasar de sentirse una víctima a sentirse libre.

Ahora lo que hay que conseguir es que la gente que entra en ese espacio político no intente convertirse en aceptable para el Estado y los medios de comunicación, sino que mantenga su voluntad de ser una alternativa real, luchando por conseguir más libertad, solidaridad e igualdad.

A todos los activistas que entran en el espacio político les diría que recuerden la historia, y que se den cuenta de que la visión radical de hoy es la visión convencional de mañana.

Una de las sensaciones que se tienen últimamente en España se tiene la sensación de que Podemos está resucitando los principios socialdemócratas que partidos como el PSOE o el Partido Laborista han dejado de aplicar.

Creo que es un riesgo real. Hace 100 años, la socialdemocracia y el partido laborista se desarrollaron en Europa como parte de una evolución progresista, y los sindicatos también, pero el viejo centro-izquierda y los socialdemócratas, se han desacreditado. Como Beppe Grillo declaró, son “muertos andantes” que, en la medida en que intentaron ser aceptados por el poder, perdieron todo su crédito y su función histórica.

Todas las transformaciones de las estructuras de la sociedad y la economía requieren nuevas formas de acción colectiva. A no ser que se entienda esto, no puedes escapar de la trampa de la socialdemocracia. Sería letal que los nuevos movimientos que pretenden conseguir una mayor igualdad en la sociedad, se dedicaran a juzgar si una persona tiene derecho o no a prestaciones sociales, en vez de apostar por una renta básica universal para todos.

La renta básica universal es necesaria para que el precariado tenga el control de su fuerza de trabajo, pueda desarrollar sus capacidades y pasar más tiempo educándose a sí mismo y a sus hijos, conviviendo en comunidad y participando en tareas ecológicas.

Un paradigma nunca cambia a no ser que haya otro alternativo que tome su lugar.

Usted argumenta que el precariado sufre unos problemas evidentemente negativos, como la incertidumbre económica y vital, pero que eso puede dar lugar a un nuevo sistema de valores en el que la meta no sea necesariamente convertirse en un asalariado.

En cierto sentido se puede decir que la gente que conforma el precariado, aunque se sienten víctimas, no están presos de esa falsa conciencia que consiste en creer que sus trabajos son los que los definen como personas o los que les van a proporcionar la felicidad. Saben perfectamente que eso es mentira, y son lo suficientemente realistas para darse cuenta que el trabajo, en la mayoría de los casos, no supone una fuente de satisfacción, creatividad o humanidad, sino únicamente un medio para conseguir ingresos. La persona se tiene que definir a sí misma a partir de cómo desarrolla sus capacidades, pero sobre todo por sus relaciones con los que le rodean y su comunidad.

En su libro afirma que  una política pública es buena si favorece los intereses de los que están en peor situación; algo a lo que se opone el utilitarismo de Jeremy Bentham, que solo tiene en cuenta los intereses de la mayoría.

El principio de seguridad de Rawls señala que una política pública es socialmente justa si incrementa la seguridad de los grupos más inseguros. Pero sucede que la perspectiva utilitarista, que ha dominado nuestro bipartidismo político, ha de enfrentarse a una contradicción, porque las clases medias están encogiéndose mientras que el precariado está creciendo, lo que hace más difícil mantener la estrategia benthamita de demonizar y castigar a las minorías.

Usted divide la sociedad en seis grupos: la elite, el salariado, los profitécnicos, el núcleo, el precariado y el lumpenprecariado. ¿Es ésta una distinción objetiva, basada en los ingresos, en la estabilidad profesional o en otra medida empíricamente definible, o tiene que ver con la conciencia de clase subjetiva?

Guy StandingLos grupos se distinguen en primer lugar por sus relaciones de producción, porque tienen distintas formas de trabajo o de empleo. Los grupos superiores tienen muchas formas de seguridad y realizan actividades cómodas. El precariado, por el contrario, afronta un trabajo inestable, ingrato, no realiza un trabajo o un empleo acorde a su formación y está explotado dentro y fuera de los centros de trabajo.

En segundo lugar sus fuentes de ingresos difieren. Los que pertenecen a la élite obtienen ingresos del capital. Los del grupo del salariado disfrutan de relativa seguridad, pensiones, vacaciones pagadas y todas esas cosas, aunque cada vez más están recibiendo ingresos del capital: de retornos de sus inversiones, por ejemplo. Mientras que el antiguo proletariado tenía seguro de empleo, acceso a ayudas estatales, etc., el precariado actual depende casi por completo de su salario y no tiene acceso a beneficios adicionales, lo que lo coloca en una situación de inseguridad única, constantemente sometido a toda clase de explotación, incluyendo los préstamos para estudiantes y cosas similares que no paran de chuparle sus magros ingresos.

Y la tercera dimensión, hay gente en el precariado que está perdiendo derechos civiles como el acceso a una justicia apropiada; derechos culturales como pertenecer a una comunidad que les dé identidad; derechos sociales que les proporcionen beneficios garantizados; derechos políticos, porque no están representados en el espectro político; derechos económicos, porque no pueden utilizar su cualificación laboral para ganarse la vida dignamente…

Estas tres dimensiones distinguen a los grupos y conducen a diferentes formas de conciencia. Los que están en el precariado están de hecho más liberados del sistema porque se les ha expulsado y no se sienten parte material del mismo, ni vinculados a él.

Usted afirmó que la precarización es una “adaptación de las expectativas vitales a un empleo inestable y a una vida inestable”. Y no es debido a la crisis: en la Italia del año 2000, cuando la tasa del desempleo era del 4%, el 70% de los bachilleres iba a la universidad y un 40% de los graduados trabajaba en un empleo que no requería formación superior. ¿Cree que es un problema que vaya demasiada gente a la universidad?

Para mí uno nunca puede estar sobreeducado. A los neoliberales les gustaría que lo interpretásemos como que hay demasiada educación, pero eso es lo opuesto a lo que yo pienso. Tiene que existir el derecho a ser educado al máximo de la capacidad de cada uno, y debemos divorciar la educación del mercado de trabajo, desmercantilizar la educación y recapturarla para la ciudadanía.

Esa ha sido siempre la visión progresista, pero si interpretas la educación como la preparación de la gente para sus curros en el mercado de trabajo, esa es una forma alienada de pensar, una forma de caer en la trampa. Por eso doy tanta importancia a rescatar la educación.

La élite tiene acceso a una educación que le proporciona un sentido de la historia o de la filosofía, pero para el precariado no la hay, y la gente sale de las instituciones educativas sin conocer su historia, su cultura, su filosofía o el sentido del arte. En este sistema mercantil, con las escuelas y las universidades orientadas hacia el lucro, cada vez más gente parece tener un nivel de educación muy elevado, pero en realidad se halla vacía de valores que la capaciten para entender el mundo.

Usted sostiene que debemos abandonar una noción antagonista de la política, el “ellos contra nosotros”.

Tenemos que evitar centrarnos en demonizar a los grupos, y en particular a los más vulnerables de la sociedad, como sucede con los inmigrantes, los musulmanes, los discapacitados o las mujeres. Nuestro punto de partida debe ser de antagonismo hacia el sistema, las estructuras e instituciones que están generando esa desigualdad e inseguridad crecientes. Lo que deploro son los pasteleos utilitaristas que nos dividen en pequeños nosotros identitarios, quienquiera que sea ese “nosotros”.

Para mí las personas de izquierdas se deben conducir por un sentido de empatía, a diferencia de los de derechas que se definen por uno de superioridad.

¿Qué la parece la trayectoria de Podemos, desde su apoyo a la Renta Básica a las últimas propuestas que ha presentado?

Me parece vital que cualquier partido que emerja desde un escenario precario mantenga el espíritu radical. Y creo que sería fatal si en la carrera hacia las elecciones generales, por ejemplo las del año que viene, que se aproximara al centro para maximizar su atractivo ante lo que ellos creen la clase media, porque si hacen eso rápidamente se verán expuestos a la crítica: si no queréis transformar la realidad, ¿para qué vamos a votaros?

Yo he sido un firme defensor de la Renta Básica desde hace mucho tiempo y acabamos de realizar unas pruebas piloto en India que han demostrado ser muy transformadoras. En Brasil han sido también bastante exitosos los experimentos en esa dirección.

Y les diría a los amigos de Podemos que no deberían asustarse por las críticas conservadoras. Si Podemos entiende mejor al precariado que el resto de partidos, según ha dicho, ¿cómo piensa proveer al precariado de seguridad, de control sobre sus vidas y de la capacidad de desarrollar sus capacidades sin la Renta Básica? ¿cuáles son las alternativas? La Renta Básica es asequible, tendría resultados maravillosamente positivos en el mercado de trabajo, daría a la gente un sentido de seguridad y aumentaría su confianza a la hora de secundar la nueva política.


Fuentes: http://www.eldiario.es/cultura/libros/Guy-Standing-ponerme-pellejo_0_335966566.html | http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-12-18/seria-letal-que-podemos-imitase-el-viejo-modelo-socialdemocrata_592920/

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