Que el gobierno del PP lo esté haciendo peor que mal no quiere decir que el gobierno de cualquier comunidad, el de Cataluña incluido, lo esté haciendo bien, ni mucho menos. El discurso ahora dominante de la izquierda parece ser sumarse a cualquier iniciativa que sea contraria al gobierno de Rajoy, como si el enemigo de mi enemigo fuera mi amigo.
Sobran motivos para oponerse al gobierno de la monarquía, pero en estos momentos de acoso sin precedentes del neoliberalismo, no parece que la fragmentación y la reivindicación de independencia propiciada y liderada, precisamente por la derecha, sea algo prioritario, cuando la corrupción, el paro, la precariedad, la represión y los recortes están abrasando a la población, tanto de Cataluña como del resto del país.
Tampoco vale que haya un apoyo más o menos mayoritario porque, si es por apoyos, más tiene el PP y ya vemos cómo nos va.
Para los convocantes el referéndum es legal; para el Gobierno central no, porque es contrario a la Constitución Española. Pero la cuestión no está tanto en su legalidad, sino en el contenido del mismo, en para qué y por qué se convoca.
Creo que ambos gobiernos, el catalán y el español ni juegan ni pueden jugar limpio, sino que ambos lo hacen con las cartas marcadas. Es una partida de tahúres en la que cada uno defiende y va a lo que le interesa sin que ello tenga nada que ver con la realidad social. Los pro independencia invocan el sagrado derecho de autodeterminación y de decidir, pero nada sobre el contenido del mismo o y menos aún sobre lo que realmente ambicionan.
¿Independencia de quién? ¿Alguien ha mencionado siquiera la independencia respecto de Bruselas, de la OTAN, de la oligarquía, del euro, o del modelo capitalista o neoliberal? Todo indica que no se trata de cambiar nada porque, más o menos, van a seguir siendo los mismos e idénticas sus prerrogativas.
Hagamos un Referéndum, sí, pero hagámoslo planteando cosas, poniendo los temas que preocupan a la población, los problemas verdaderos de la gente a la que todos dicen representar, pero que todos pretenden utilizar y manipular, olvidando que viven precisamente de ella.
España, con Cataluña incluida por supuesto, lideran en Europa la cola del paro, de la precariedad, de los desahucios, del rescate multimillonario a la banca, de la corrupción institucional, y del número de políticos y partidos imputados cuando no condenados en firme. La brecha de la desigualdad en Cataluña es parecida a del resto de España, lo mismo que su servidumbre a los “mercados”.
Todo atado y bien atado, así llegó y quedó la Constitución Española del 78. No ha sido inocente su redacción. Su contenido divide más que une a los pueblos: autonomías de primera y de segunda, autonomías poderosas que facilitan gobiernos nacionales a cambio de favores y de privilegios. Trato desigual para según qué cuestiones, como si las demás comunidades fueran inferiores. Y en este juego de las ventajas y las diferencias también se ha abierto la apuesta de la secesión por las dos partes que ahora están en litigio. Yo pongo más que tú y tú menos que yo. Justo lo contrario de la solidaridad entre pueblos.
Sobran derechos que reivindicar y por los que luchar, llámense listas de espera, prestaciones por desempleo, salarios, pensiones y todo lo que puede ser y ha sido objeto de recortes.
Pero eso sí, para la nueva izquierda la independencia, es lo prioritario, que de este modo se catapultan y aseguran el empleo de por vida. Mientras, los problemas de la gente no es que sigan, sino que se incrementan y empeoran.
Una apuesta con la que estamos retrocediendo décadas.
(Extracto. Adaptación libre)
Imágenes: 24sieteinfo | josuerkoreka.com
Muy bueno, lo suscribo
Miguel guillen fuertes