Zelensky, el presidente de Ucrania, uno de los países más corruptos del mundo, da lecciones de democracia a los parlamentarios occidentales, y éstos le ovacionan puestos en pie. Incluso para los estándares de falsedad actuales, no deja de causar estupefacción la canonización como campeón de la libertad de quien manda arrestar al jefe de la oposición democrática de su país, cierra sus medios de comunicación, y prohíbe las actividades de 11 partidos opositores.

No podemos olvidar, que él como presidente pudo evitar este conflicto, y no lo hizo. Una semana antes de la brutal invasión rusa, el canciller alemán pidió a Zelensky que declarara la neutralidad de su país y renunciara a entrar en la OTAN, condiciones razonables a las que el líder ucraniano (o sea EEUU), se negó. Dado que tras el conflicto, Ucrania tendrá que aceptarlas, el sacrificio de su gente habrá sido en vano. Mientras, Zelensky intenta con sus sobreactuaciones, y su cuidada puesta en escena (barba de tres días y camiseta verde),  ganar la batalla de la propagada de la opinión pública occidental (algo irrelevante para Putin, que ya la tenía perdida de antemano, sin invadir a nadie).

Quizá en esta guerra no podamos conocer la verdad, pero sí aplicar la lógica. Por ejemplo, EEUU afirma que un Putin “arrinconado”, puede usar armas químicas o nucleares (entonces, ¿por qué le arrinconan?).

La lógica indica que las armas sucias las utiliza el contendiente que va perdiendo la guerra (y Rusia la va ganando). Además, antes de recurrir a ellas, podría haber ejercido otros modos de presión más eficaces, como cerrar el gas a Ucrania, arrasar sus campos de cereales, destruir sus infraestructuras, dejar a Kiev sin electricidad ni agua corriente, o reducirla a escombros mediante bombardeos de alfombra (otro invento anglosajón por cierto).

Ello nos lleva a no sacar conclusiones precipitadas ante los crímenes de guerra de Bucha, que deben ser investigados a fondo. No es lo mismo que mueran civiles en enfrentamientos bélicos, que sean ejecutados a sangre fría. Ni tampoco sabemos cuántos han muerto allí, quién los ha matado,  cuándo, cómo, ni por qué, pero no parece razonable que Rusia, que era dueña de la zona, y la ha abandonado tranquilamente, deje cadáveres de civiles expuestos en la calle a la vista de todos. Que un vídeo y unas fotos aportadas por una de las partes, baste para sacar conclusiones, indica lo fácil que es manipularnos.

Asimismo, podríamos aplicar la lógica para averiguar quién obstruye los corredores humanitarios destinados a poner a salvo a los habitantes de las ciudades sitiadas. ¿Quién se beneficia de ello? Los rusos rodean y atacan las ciudades, porque los combatientes ucranianos se han refugiado en ellas para evitar enfrentamientos en campo abierto, utilizando a su población como escudos humanos. ¿A quién le interesa más impedir que los civiles abandonen las zonas urbanas, a los sitiadores, que no pueden bombardear libremente, o a los sitiados?, ¿quién impide que los rehenes de un atraco salgan del banco, los atracadores, o la policía que los tiene rodeados? Son los débiles los que cogen rehenes.

La guerra en suelo ucraniano es un conflicto entre EEUU (el provocador), y Rusia (el agresor). La causa de la guerra ha sido la expansión de la OTAN hacia el Este, a pesar de las constantes advertencias de Rusia, de que una Ucrania integrada en la OTAN, suponía una “amenaza existencial” para Rusia. Quizá los rusos sean unos paranoicos, pero no son los únicos: la CIA considera al ejército ruso (aunque no salga fuera de las fronteras de Rusia) como “una amenaza existencial para EEUU».

EEUU no sólo defiende su hegemonía, sino sus intereses económicos. Así, uno de los objetivos de EEUU al empujar a Rusia a la guerra, era descarrilar el gaseoducto Nord Stream 2, con el que Rusia iba  a proveer de gas a Europa sin pasar por Ucrania. Biden nos mete en el lío, y luego sanciona a Rusia para vendernos el gas licuado norteamericano, mucho más caro que el ruso, ¿y nadie se pregunta nada?

Bajo la batuta de EEUU, Occidente se empeña en alargar la guerra con una escalada armamentística y propagandística sin precedentes. El ministro de Economía francés declara la “guerra económica total a Rusia”, el de Exteriores de Luxemburgo exige el asesinato de Putin, y Biden lo califica como un criminal de guerra y carnicero.

Esto contrasta con lo que dijo Trump en una entrevista en 2017. Cuando un periodista le espetó que Putin era un “asesino”, el expresidente no se arredró: “Hay muchos asesinos… ¿por qué cree usted que nuestro país es inocente?… eche una ojeada a lo que hicimos en Irak…murió mucha gente”. Naturalmente, ningún periodista le pregunta a Biden si cree que el príncipe heredero de Arabia Saudí es un “asesino” por mandar estrangular y descuartizar dentro del consulado saudí en Estambul al periodista Jamal Khashoggi del Washington Post. Pero este caso no se toca, porque “el riesgo de dañar los intereses norteamericanos es demasiado grande”, explica el New York Times. La política exterior no va de defender valores, sino intereses, y Ucrania no es una excepción.

Con esta guerra Europa quedará aislada y enfrentada a su vecino y socio natural. El gobierno de la India, tras anunciar que seguirá comprando petróleo ruso, cancela la visita de un grupo de parlamentarios británicos que pretendían disuadirle. Turquía y Brasil declaran públicamente que no sancionarán a Rusia. Naciones que representan más de la mitad de la población del planeta, no apoyan las sanciones a Rusia.

La inflación y la crisis económica en ciernes se deben menos a la invasión rusa que a las sanciones adoptadas por EEUU y ejecutadas obedientemente por sus vasallos europeos. Pero las sanciones constituyen un disparate, porque los regímenes no caen, los pueblos sufren injustamente, y la economía global se resiente. La prohibición de importar petróleo y gas de uno de los principales productores del mundo, ha disparado el coste de los combustibles, de la electricidad, de los fertilizantes, y de los alimentos.

Por otra parte en un mundo globalizado cualquier sanción tiene un efecto bumerán. Jugar a hundir el rublo ha fracasado, pues la divisa rusa ha recuperado ya todo lo perdido, y la “congelación” de los activos del gobierno ruso y de sus oligarcas, sin sentencia judicial, y sin que el acusado pueda defenderse supone un claro atentado contra el Estado de Derecho y la propiedad privada, y constituye un peligroso precedente. Oriente ha tomado buena nota de que Occidente no respeta las reglas. Es muy grave sancionar a personas que no han cometido ningún delito, solo por su nacionalidad. Una muestra más del totalitarismo arbitrario que está imponiendo Occidente sin que nadie proteste.

Más allá de como termine la guerra, la gran perdedora y derrotada será Europa, que no puede obedecer a EEUU con fidelidad perruna, cuando sus intereses divergen. ¿Renunciar a obtener gas ruso barato, y adoptar una actitud agresiva con un socio comercial con el que no tenía conflicto alguno, beneficia en algo a Alemania?

Cuando este país pasó de echar a Rusia de Eurovisión, a anunciar que enviaría misiles para matar soldados rusos, sufrió su tercera derrota a manos de EEUU, y constituye la triste constatación de que, a pesar de las apariencias, sigue siendo un país ocupado. De igual modo, el gobierno de Pedro Sánchez ha sacrificado nuestros intereses nacionales en el Sahara y Ucrania, a los norteamericanos.

Así, en un mundo de materias primas indispensables, que a Europa le faltan, lo que está haciendo es arrojar esa reserva en los brazos de China. A EEUU que tiene otras fuentes  de aprovisionamiento, le da igual, pero para Europa es un suicidio.

(Extracto. Adaptación libre)


Imágenes: deia.eus/ nationalgeografic.es/ elnacional.com/ cubadebate.cu/ eleconomista.es/ bbc.com/ euroefe.euroactiv.es

Fuente:

Ucrania y el suicidio de Europa

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