Felicitamos al Gobierno del Partido Popular por los buenos resultados recientes en las cifras de actividad económica y creación de empleo. Ya era hora de asumir que, en una crisis de demanda (cuando las tiendas y las empresas están llenas de productos sin vender), decirle a la ciudadanía que no gaste, subir los impuestos sin aumentar a la vez el gasto público, mantener artificialmente la moneda fuerte y, sobre todo, altos tipos de interés, es como recetar laxante a un enfermo de diarrea. Son todas estas, medidas clásicas de enfriamiento de la economía, en todos y cada uno de los manuales de Política Económica que queramos consultar.
Aunque explicaciones lógicas las hay, no entramos aquí a analizar si el cambio de rumbo se ha producido por aquello de que «se le ven las orejas al lobo electoral» o porque ya tocaba pisar el acelerador tras tantos años de freno. Ni el porqué cuando en una economía desarrollada el crecimiento económico normal es un 3% anual, los gobiernos europeos se han empeñado, a propósito, en mantenernos casi en crecimiento cero (media de los países de la UE) desde 2008. En todo caso queremos aprovechar la dinámica para hacer un análisis que nos parece importante.
En El Pirineo Aragonés del 21 de Diciembre de 2012 escribíamos:
«….Si no ha oído hablar del Art, 21.3 del Protocolo de funcionamiento del Banco Central Europeo, entonces no sabe que el tema de la prima de riesgo es, simplemente, un burdo engaño que las autoridades económicas han organizado para que la banca haga un negocio multimillonario con el dinero de los impuestos.
Lo que decimos lo puede encontrar en recortes de prensa que nadie ha desmentido, en el BOE y en el Diario Oficial de la Unión Europea. Ningún político ni autoridad administrativa nos va a desmentir. Desde aquí lanzamos un reto para que lo hagan.
¿Han leído un cuento que Andersen escribió hace casi doscientos años titulado «El traje nuevo del Emperador? Es una fábula en la que unos pillos le hacen un supuesto traje mágico estupendo que los tontos no pueden ver. Como no hay tal traje, el emperador pasea desnudo por las calles ante la aprobación general.
Afirmamos que en este cuento el Emperador es el Estado, los timadores el BCE, el traje la prima de riesgo y los beneficiarios los bancos. Este «traje» nos cuesta este año unos 26.000 millones de euros que hemos pagado con recortes, despidos, sangre de gente que se arroja por los balcones o que no se le atiende en los hospitales y subidas generalizadas de impuestos. Consiste, simplemente, en una estafa que nos va dejando progresivamente a todos a la intemperie. Porque, señores, sepan de una vez que «los trajes como éste, que nos venden el FMI, la Troika y el BCE son las causas del frío que notamos en el cuerpo….»
No solo nadie nos llevó la contraria, sino que se demostró que teníamos toda la razón. Sin embargo sería irreal afirmar que nuestra reivindicación fue la que obligó a las autoridades económicas a rectificar y pinchar la burbuja de la «Prima». Lo que sí es cierto es que en aquel momento en el país entero, la errónea creencia general era que los Estados no podían financiar la deuda pública a través del BCE a tipos de interés reducidos (1%) y venían obligados a financiarse a través de la banca privada a tipos, entonces, del 5%.
En aquellas fechas la deuda total de las administraciones públicas españolas era de 1.186.518.000.000 euros. Para que se hagan ustedes una idea si ponemos esa cifra en billetes de 50 euros y elaboramos una alfombra, podemos cubrir la distancia de Madrid a Moscú con una autopista de 17,5 carriles (al inicio de la crisis tenía 7,5).
Desde entonces, con gran entusiasmo, laborioso ímpetu y tijera en ristre, el Gobierno se dedicó a aumentar la dosis de laxantes al paciente con un gran éxito porque a fecha 30 de Septiembre de 2014, últimos datos de la deuda total que disponemos, la cifra había aumentado a 1.492.127.000.000 euros, pasando la imaginaria autopista forrada de billetes a tener 22 carriles. Hoy también, como entonces, desafiamos a cualquier político o autoridad económica a que nos desmienta cuando afirmamos que el total de la deuda de las administraciones públicas españolas es el 150% del PIB en lugar de «casi el 100%» que dicen todos los medios de comunicación.
Esa estratosférica cantidad de dinero está en el pasivo de nuestro Ministerio de Hacienda pesando como una losa sobre el futuro de todos nosotros y en el activo de la banca privada (la mayoría de cuyas acciones es de propiedad extranjera).
Lo que sigue a continuación les va a parecer a ustedes muy gracioso. Pregúntense en el activo de quienes estaría esa autopista de billetes si en lugar de tener la grotesca costumbre de financiar la deuda a través de la banca privada, los gobiernos la hubieran siempre financiado a través de bancos públicos. Pues muy sencillo, esa deuda estaría en el activo de los bancos públicos. O sea, en el activo de la Hacienda pública. ¿Lo pillan ustedes en toda su extensión y significado? ¿alguien se lo había explicado alguna vez así? ¿le ven ahora «las telas al traje»?
Igual lo entienden mejor pensando que todo ese agujero fiscal, innecesaria autopista de billetes propiedad de la banca privada, lo tenemos que ir rellenando con el dinero de nuestros impuestos (130.000 euros en el caso de una familia media de 4 personas).
Claro que siempre nos han dicho que las telas de lo público, además de invisibles, abrigan poco y no interesa. Pero seguramente no se han preguntado porqué un banco público tiene que ser ineficiente. Nosotros se lo vamos a decir aunque parezca una verdad de perogrullo: Porque se gestiona mal.
Si ponemos a competir en un mercado a un banco público con otro privado gestionados por equipos profesionales de similar valía, y con las mismas reglas del juego, todos los economistas saben que el banco público arruinará con toda seguridad al banco privado por la sencilla razón de que el banco público podrá destinar todos los beneficios a capitalizarse e invertir en la mejora de sus procesos mientras que el banco privado deberá destinar una buena parte de los beneficios a retribuir a sus accionistas o las acciones caerán en picado. Luego si lo público es ineficiente la única razón que puede haber es que se gestione mal adrede, o bien la incompetencia de los responsables.
Y ahora viene la clave de todo. Los responsables de lo que ocurre, los trajes sin telas que abrigan poco, en una democracia, y también en los cuentos de Andersen, no son las cúpulas políticas ni los banqueros. Somos los ciudadanos. Así que para resolver el problema usted se tiene que plantear, no lo que deberían hacer tales o cuales políticos, sino lo que debería de hacer usted mismo.
En este sentido, como estamos en época electoral y todos los partidos dicen aceptar sugerencias de la ciudadanía, les proponemos que se dirjan a los responsables políticos locales y les pidan que incorporen, en el programa electoral de las municipales, solicitar al Gobierno de la nación que, en adelante, financie toda la deuda a través de banca pública y se esfuerce en aplicar modelos de gestión eficiente en todas las empresas y administraciones públicas.
Del resultado que tengan esas sugerencias en el compromiso por escrito que supone un programa electoral, podrían obtener valiosas conclusiones sobre las prioridades de los diversos partidos a la hora de optar por el interés general o por el interés de determinados grupos de presión. Y a partir de ahí deberían ustedes obrar en consecuencia si no quieren que esa montaña de deuda pública siga enterrando las ilusiones y proyectos de nuestros hijos y nietos.