El junker (terrateniente) Von Kaprivi hizo sonar fuertemente la campanilla de bronce llamando a sesión a los representantes de los estados que en la última semana de febrero de 1885 concurrían a la Conferencia de Berlín sobre la partición de África.
El evento se realizaba bajo el patrocinio conjunto del Káiser Guillermo I y Otto Von Bismark (el Canciller de Hierro) en una Alemania triunfante que había consolidado la unidad alemana y derrotado a los franceses 14 años antes.
Parsimoniosamente los delegados fueron tomando asiento a la larga mesa sobre la que había extendido un gran mapa de Africa.
Estaban allí, convocados por Francia, más el Reino Unido-Alemania como árbitro, para resolver los problemas que planteaba la expansión colonial y resolver el reparto del último continente que en 1867 Stanley acababa de explorar y cartografiar.
Gruesas líneas, muchas de ellas inequívocamente trazadas a regla, marcaban los territorios en que África iba a ser dividida según los acuerdos trabajosamente logrados en el año y medio que duró la conferencia.
Eran los momentos culminantes que dieron impulso al colonialismo exacerbado, iniciado por Francia y Reino Unido en todo el mundo desde fines del siglo XIX, sin perjuicio de lo cual, los conflictos que se pretendían solucionar con esta conferencia no hicieron sino agravarse, en forma lenta pero continua, provocando unas tensiones territoriales, políticas y económicas entre las principales potencias europeas, que desembocarían en el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914.
Se había acordado como regla de Derecho Internacional el principio de utipossidetis iure, que establecía que para que un estado europeo reclamara derechos de soberanía sobre un territorio africano debería previamente establecer una real posesión sobre éste (por ejemplo ocupación militar), adquiriendo por ello el derecho a la explotación económica permanente.
LOS COMENSALES
A la Conferencia asistieron catorce países que podían ser divididos en dos grupos; en el primero, aquellos países con interés directo en los problemas relativos al reparto de África: Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, Francia, el Imperio Alemán, Portugal, la Asociación Internacional del Congo (propiedad particular del rey Leopoldo I, y en menor medida los Países Bajos.
El segundo grupo lo formaban el resto de los países participantes que no tenían grandes intereses en el continente: Imperio Austro-Húngaro, Bélgica, Dinamarca, Reino de Italia, España, Rusia, Suecia, Imperio Otomano y Estados Unidos.
Ningún estado africano estaba representado.
TRAZADO DE FRONTERAS
Las fronteras trazadas no tuvieron en cuenta que a ambos lado de ellas quedaba dividida la misma etnia, ni tampoco que tribus enemigas debían coexistir en el mismo territorio lo cual sería semilla de sangrientos conflictos futuros. Esto no era mal visto; todo lo contrario, porque si entraban en conflicto (como previsiblemente sucedería), su lucha las debilitaría, impidiendo eventuales sublevaciones contra el dominio de la metrópoli.
Y así, por acuerdo (aunque a regañadientes por ambicionar más), cada uno de los países se adjudicó un trozo (o varios) del continente, del mismo modo que los cazadores se reparten una res.
EL REPARTO
Francia reivindicó su derecho a la costa mediterránea africana: Marruecos, Argelia Túnez), parte del Sudán, Tchad, más Senegal, Costa de Marfil, Niger, Mali, Burkina- Faso y Benin) en la costa occidental.
El Reino Unido reclamó y le fue otorgado, el eje Norte-Sur del continente, desde Egipto hasta Sudáfrica, incluidos Sudán, Uganda, Ruanda-Burundi, Tanzania, Zambia, Nigeria, Ghana…
Los españoles se hicieron con el Sáhara Occidental (desierto), Guinea Ecuatorial y algunas zonas de Marruecos; los italianos consiguieron Somalia y los portugueses extendieron o afianzaron su control sobre Mozambique, Angola, Cabo Verde, Guinea-Bisáu, Santo Tomé y Príncipe, mientras los alemanes obtenían Namibia y Togo (Costa de los Esclavos).
Libia era parte del Imperio Otomano (Turquía posteriormente), y quedó igual.
Los únicos países que no fueron objeto de reparto fueron Etiopía que era ya independiente y Liberia, creado por loe EEUU para sus esclavos liberados, que quedó bajo la protección de su patrocinador.
Bélgica consolidó su dominio sobre el Congo, que fue propiedad particular del rey Leopoldo I hasta 1908 en que pasó a serlo del país.
PRODUCCIONES
Africa proveyó a sus metrópolis de petróleo (crudo y derivados), gas natural, maderas, textiles y ropa, fosfatos, mineral de hierro, algodón, cacao, uranio, diamantes, cereales, aluminio, cobre, platino, bebidas, calzado, cuero, café, ganado, lana, etc., y un sinfín de otras materias primas, minerales,vegetales y animales.
Y hasta el siglo XVIII suministró esclavos, cuyo tráfico cimentó la primera acumulación capitalista del Reino Unido. Capitales excedentes en las metrópolis que encontraron pingües beneficios en inversiones de todo tipo en el continente africano.
IMPERIALISMO ECONÓMICO. ESTADO DE BIENESTAR. INMIGRACION
El desarrollo del capitalismo mercantil e industrial europeo sólo fue posible gracias a la explotación de los ingentes recursos africanos; a la de su mano de obra gratuita o pagada miserablemente y a ser mercado para las manufacturas elaboradas en Europa .
La múltiple explotación del continente y de su gente hizo posible indudablemente el estado de bienestar europeo.
Y ahora quizá podamos entender porqué en esta época de globalización y difusión de las comunicaciones, individuos secularmente explotados ven asombrados frente al televisor, que hay gente que no se debate como ellos entre el hambre, las enfermedades, el analfabetismo, la falta de futuro y la miseria que les hemos legado como contribución civilizatoria
Y desafían hasta a la muerte para participar de lo que ellos consideran un festín del que – como seres humanos – también quieren participar.
De aquellos polvos, estos lodos de las pateras.
Imágenes: hcoakhouse2.wordpress.com|culturaca.com|canalsolidario.org
Fuente: Raúl Martí Pérez