Yuval Noah Harari, es un historiador israelí que se hizo mundialmente famoso cuando publicó el libro Sapiens: breve historia de la humanidad. Ahora, después de su meteórica ascensión al estrellato, reconvertido en asesor y gurú de cabecera de Klaus Schwab, Presidente del Foro Económico Mundial (WEF), se dedica a divulgar, desde esa plataforma privilegiada, las bondades del transhumanismo y de la Agenda 2030.

Este texto recoge lo fundamental de su pensamiento, expresado públicamente en diferentes ocasiones, entrevistas y conferencias:

«Nosotros somos probablemente una de las últimas generaciones de homo sapiens, una especie condenada a desaparecer cuando empecemos a diseñarnos. No lo haremos de una forma catastrófica, como aparece en las películas, sino gradualmente, transformándonos con ingeniería genética, fusionándonos con nuestra propia tecnología (ciborgs), reconvirtiéndonos en seres que se mejoran a sí mismos.

Nos volveremos unos superhumanos muy diferentes de lo que somos actualmente. Podremos subir la conciencia humana a un ordenador. Crearemos formas de vida inorgánicas, robóticas y sintéticas, que nos permitirán colonizar otros planetas y sistemas solares.

Con la Revolución Industrial la humanidad aprendió a manufacturar todo tipo de artículos, y los países que la implantaron antes, subyugaron a los demás. Ahora estamos asistiendo a una Segunda Revolución Tecnológica, que traerá consigo inmensos beneficios, pero también grandes peligros, y cuyo principal producto serán los propios seres humanos. No olvidemos que todos los organismos biológicos son, en definitiva, algoritmos bioquímicos.

Ya no nos conformaremos con cambiar el mundo, sino que cambiaremos nuestros propios cuerpos, cerebros y mentes. Tendremos los medios y el poder para crear el cielo o el infierno. Estamos aprendiendo a rediseñar la vida, sustituyendo la selección natural, limitada al reino orgánico, por el diseño inteligente, que operará como motor de la evolución, y que nos permitirá crear vida inorgánica, y reinventarnos, generando diferencias biológicas, mucho mayores que cualquier desigualdad social, o de riqueza que hayamos conocido antes.

La igualdad entre las personas se convertirá en algo cada vez menos importante. Se diseñarán hijos a demanda. Surgirán diferentes razas biológicas. La distancia entre los humanos y quienes los reemplacen, será mucho mayor que la que nos separa a nosotros de los chimpancés.

La muerte será opcional, la trataremos, a ella y a la vejez, como a cualquier otra enfermedad. La desterraremos para alcanzar la inmortalidad y vivir eternamente. Esto no es ciencia ficción, es ciencia. La muerte constituye tan solo un problema técnico: falla el corazón, algún órgano vital, o nos mata una enfermedad. Pero los ricos no morirán, si no que seguirán manteniéndose jóvenes y sanos siempre, y los únicos que morirán serán los pobres.

Si antes la desigualdad era social, económica y política, ahora será además biológica. En el siglo XXI tendremos las sociedades más desiguales de la historia. La desigualdad de riqueza se traducirá en desigualdad biológica. Los ricos se convertirán en una especie diferente a los pobres.

Y todo esto se efectuará mediante ingeniería genética, con neurociencia, conectando nuestros cerebros a ordenadores, fusionándonos con máquinas, y creando entidades totalmente inorgánicas como las inteligencias artificiales.

La autoridad y el poder se trasladarán de los humanos a los ordenadores encargados de gestionar nuestros datos. Los algoritmos nos llegarán a conocer mejor que nosotros mismos. No podrás contratar un seguro médico si no das acceso a la compañía a tu cuerpo, tu ADN, tus redes sociales y tus análisis. Tendrás que sacrificar tu privacidad en beneficio de tu salud. Los médicos serán sustituidos por inteligencias artificiales, porque resultará mucho más fácil reemplazar las tareas intelectuales de los doctores que las manuales de las enfermeras.

La idea de que el ser humano tiene alma y libre albedrío, de que nadie sabe lo que pasa dentro de él, y dispone de capacidad de decisión, se acabó. Ha caducado. La autoridad pasará de los humanos a los algoritmos, que le dirán lo que debe estudiar, si se le contrata para trabajar, se le concede un préstamo, con quien ha de casarse. Es muy probable que los humanos perdamos el control de nuestras vidas.

La tecnología nos permitirá superar nuestras debilidades estructurales, mejorándonos hasta transformarnos en dioses. Nos enfrentamos a la mayor revolución biológica del planeta desde hace 4.000 millones de años, y debemos seguir a la ciencia, y permitirle que nos guíe. En Silicon Valley está surgiendo la nueva religión transhumanista que se apoderará del mundo, basada en la inteligencia artificial y la biotecnología.

Pero no habrá ningún dios escondido encima de las nubes, que ponga limites a nuestro poder, ni que nos salve si cometemos algún error, así que hemos de ser mucho más responsables de lo que lo hemos sido hasta ahora.

La tecnología facilitará crear regímenes políticos mucho más totalitarios que cualquier otro, incluso más extremos de lo que Orwell pudo imaginar. Un poder que permitirá a las élites implantar dictaduras tecnológicas capaces de monitorear 24 horas lo que hace la gente, no sólo exteriormente (lo que dice, compra, donde va, con quien se junta), sino incluso dentro de sí, con nanotecnologia, ondas, sensores biómetricos e inteligencia artificial (que controlen lo que siente, lo que piensa, su estado de ánimo, temperatura, presión sanguínea, ritmo cardíaco, etc.). La discriminación de los individuos se basará en un sistema de puntuación.

Con la tecnología en manos de esta élite superhumana, las masas perderán su poder económico y político, y nacerá la clase de los innecesarios, personas carentes totalmente de relevancia y de poder.

Antiguamente si estabas en el lado incorrecto de la historia (es decir en el bando de los perdedores, de los oprimidos), terminabas siendo un esclavo, un siervo, un paria, o un asalariado, explotado por las personas que detentan el poder. En cambio, a partir de ahora, si te quedas atrás, te enfrentas a un destino mucho peor, que es que ni siquiera necesiten de tí como siervo o esclavo.

Y una vez que te vuelves superfluo, no tienes poder. Porque, en los siglos XIX y XX hubo revueltas que triunfaron, pensamos que las masas son poderosas, pero no creo que, incluso si se organizan, tengan muchas posibilidades de cambiar, o de conseguir nada.

Los que no se sumen suficientemente rápido a esta revolución, probablemente se extinguirán. La mano de obra barata no valdrá nada. Y la gran pregunta es qué hacer con toda esa gente inútil, y cómo evitar el aburrimiento, y que le den un sentido a sus vidas, que básicamente son intrascendentes, y sin valor alguno. La mejor alternativa que se me ocurre es mantenerlos felices con drogas y videojuegos.

Pero la gran pregunta del siglo XXI es ¿para qué los necesitamos?, o dicho de otra manera, ¿para qué queremos tantos humanos que constituyen una clase inútil? Si los humanos se niegan a entregar su soberanía a la élite, se enfrentarán al exterminio.

Culminar con éxito este proyecto, requiere desarrollar inteligencias artificiales cada vez más poderosas, que llegarán a superarnos, y serán capaces de tomar mejores decisiones de inversión, o de diagnóstico, o conducir con más seguridad que nosotros, porque no irán borrachas, ni se dormirán, o despistarán, al volante.

En 15 años todo el poder político y económico que ostentan ahora los taxistas y conductores de camiones, se concentrará y pasará a las pocas personas dueñas de los algoritmos de movilidad. Por un lado tendremos a esa pequeña élite, y por el otro a una masa de gente no solo desempleada, sino inempleable.

Ya existen en el mundo lugares así. En Israel tenemos 2,5 millones de cobayas palestinas completamente controladas en un laboratorio llamado territorios ocupados. Es increíble los pocos soldados que se necesitan para manejar a una población si posees sus datos.

Los verdaderos amos del planeta serán los dueños de los datos. El bien más valioso de una persona son sus datos, porque revelan lo que es realmente, y porque hemos alcanzado un punto en el que no solo podemos jaquear ordenadores,  sino también los cerebros de las personas a escala masiva.

Para ello solo se necesitan dos cosas:

  • Un gran poder de computación

  • Recolectar muchos datos, cuantos más, mejor.

Muy pronto, la vigilancia que, hasta ahora era externa, invadirá los cuerpos y mentes, aportando un conocimiento exhaustivo del hombre, mayor que nunca. Cuanto más se conocen los mecanismos biológicos que determinan nuestras decisiones, más fácil resulta manipularnos. Podemos identificar la epidemia de coronavirus como el momento en que el nuevo régimen de vigilancia fue implantado a escala global. No hay que permitir nunca que una crisis, y la pandemia lo ha sido, se desperdicie, porque constituye una oportunidad inmejorable para hacer reformas que de otra manera no serían aceptadas de buen grado por la gente. Con el covid se ha producido un cambio en la naturaleza de la vigilancia, que si antes era exterior al hombre, ahora se realiza bajo su piel, dentro de su organismo, eliminando cualquier atisbo de privacidad.

Nos enfrentamos a desafíos globales que requieren soluciones globales. La única posibilidad de frenar el calentamiento global, consiste en detener el crecimiento económico, pero no existe ningún gobierno que se atreva a hacerlo porque perdería las elecciones. En las sociedades más avanzadas mucha gente vive sola, o con una compañía muy pequeña. La familia y la comunidad se rompen, se derrumban, y su papel es asumido por el mercado, el estado y las redes sociales. No es necesario tener hijos si dispones de un fondo de pensiones, no es necesario que tus familiares o vecinos te cuiden, si existe un estado que vela por tí, y te proporciona educación, sanidad, policía, etc.

Pero existe un riesgo elevado de que estas nuevas tecnologías nos dicten nuestros objetivos en la vida, y seamos usados por ellas. Aunque los científicos puedan estar motivados e interesados en la verdad y el conocimiento, como institución, el objetivo real de la ciencia no es el progreso, sino el poder. De hecho son los ejércitos los que marchan en vanguardia de la investigación, por delante de la sociedad civil.

Por suerte la tecnología no es determinista, y con la misma tecnología podemos crear diferentes sociedades humanas».

(Extracto. Adaptación libre)


Imágenes: slaynews.com|astillasderealidad2.blogspot.com|es.paperblog.com| univison.com (Shutterstock)| lavozdebolivia.com| br.pinterest.com

Fuentes: http://www.verdadypaciencia.com/2022/10/yuval-harari-asesor-de-klaus-schwab-en-israel-tenemos-2-5-millones-de-cobayas-palestinas-perfectamente-controladas-en-un-laboratorio-llamado-territorios-ocupados.html

http://www.verdadypaciencia.com/2022/10/yuval-harari-asesor-de-klaus-schwab-en-israel-tenemos-2-5-millones-de-cobayas-palestinas-perfectamente-controladas-en-un-laboratorio-llamado-territorios-ocupados.html

https://rumble.com/vyvbyf-transhumanismo-klaus-schwab-y-el-dr.-yuval-noah-harari.html

 

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