R se despierta cuando suena la melodía del reloj.
La función despertar dispone de diversas memorias para programar diferentes horas de activación según el día de la semana. Sin embargo, R. marcó, la primera vez, una sola hora para despertarse, sin distinguir el periodo de lunes a viernes, del del fin de semana. Al fin y al cabo, el tiempo libre de su fin de semana ha de dedicarlo, de manera todavía más acuciante a la optimización de su yo.
R consulta su pulsera de actividad y verifica las horas de sueño de la noche pasada; los periodos de sueño activo; las interrupciones de sueño; la media horaria con respecto a las noches anteriores; los datos sobre la coincidencia de horas en las que su cuerpo le ha pedido ir al baño; el número de giros sobre la cama e incluso los datos que constatan cuál es el lado de su cuerpo sobre el que, inconscientemente, prefiere dormir a lo largo de esa noche (y la inevitable comparativa con el resto de noches del resto de meses).
Después R activa el contabilizador de movimientos que se reiniciará para este día y se acumulará al conteo semanal de pasos, escalones subidos y distancia recorrida (total, por tramos horarios y por parte del día). Se levanta de la cama y coge el móvil. Sus ojos se dirigen al número que indica la cantidad de mensajes de whatsapp, de mails y de notificaciones de contactos de Telegram, Instagram, Facebook y Twitter. Los consulta y, automáticamente, entra en la indeseada rutina de sentir angustia y ansiedad, producida por las cifras tan elevadas de mensajes y notificaciones que “debería” leer para “mantenerse al día”.
Deja el teléfono junto a la tableta, que ha estado toda la noche cargándose, y, tras la ducha y el aseo, se dispone a desayunar. Antes de hacerlo, abre la aplicación que su nutricionista ha creado para indicar los menús diarios de cada paciente-usuario. Desliza el calendario hasta el día de hoy, localiza la sección Desayuno, lee los alimentos que ha de desayunar. Revisa la cantidad de calorías, grasas, hidratos de carbono, nutrientes y proteínas que cada porción va aportarle y los activa, antes de desayunar, para que los datos lleguen a un sitio difuso que le contesta con un “Bravo, tu cumplimiento es óptimo”.
En el trabajo, R consulta de vez en cuando su pulsera de actividad y, para centrarse aún más en su trabajo y optimizar la gestión de su tiempo, utiliza Tomatoid Pomodoro, una aplicación de su ordenador que cada 25 minutos le indica, con una señal sonora, que ha de dejar lo que está haciendo para respirar y utilizar la app Just 5MINUTES Meditations, que le facilitará una micro-meditación activa de 3 minutos. El resto del día lo pasa luchando para cumplir los objetivos fijados por la empresa.
Al finalizar el día, inevitablemente, habrá de consultar de nuevo su pulsera de actividad y asombrarse ante los logros relacionados con sus pasos, los escalones subidos, las calorías quemadas, los estiramientos realizados, los periodos de concentración óptima, los minutos de descanso, la gestión de sus mails, su peso actual… o al contrario, frustrarse, al no conseguir mejorar sus marcas personales para «mantenerse en forma» y comprobar su imperfección respecto al estándar establecido para el consumidor medio.
R intenta dormirse, tras haber reseteado su monitor de sueño, mientras le asaltan los pensamientos que, escapando a su voluntad, le recuerdan que no ha alcanzado el máximo que el sistema espera de él y de todos, y que, cuando el amanecer artificial de su despertador lo indique, deberá empezar de nuevo a optimizar a toda costa el rendimiento de su agotado yo cuantificado, sabiendo que está perdiendo la carrera de competir consigo mismo.
(Extracto. Adaptación libre)
Imágenes: aliexpress.com|Revista 609|Style24.it
Fuente: https://lamoscaroja.wordpress.com/2018/09/01/victorias-del-neoliberalismo-el-yo-cuantificado-i/