Han Soete y Nick Dobbelaere entrevistan al historiador belga Jacques Pauwels.
En general se suele explicar la Gran Guerra de 1914-1918, como un trueno en medio de un cielo azul, que nadie ha visto venir, pero las elites políticas de Europa la deseaban. Las grandes potencias industriales, los grandes bancos y las grandes empresas anhelaban nuevas colonias debido a sus materias primas, su mano de obra barata y sus mercados. Las dos causas principales de esta guerra fueron, por una parte el imperialismo y, por otra, el miedo a la revolución.
Volvamos a principios del siglo XX. ¿Acaso no se había repartido ya el mundo?
Jacques R. Pauwels: No del todo. China, por ejemplo, un inmenso país débil con un enorme mercado, seguía estando totalmente abierto.
Además, no todos los países estaban satisfechos con su parte. En el aspecto de las colonias, Alemania era el pariente pobre, pensaba fagocitar Bélgica. Gran Bretaña estaba dispuesta a llegar a un acuerdo al respecto, sin necesidad de una guerra. Entre la élite inglesa había un grupo bastante importante que prefería colaborar con Alemania en vez de con Francia y estaban dispuestas a ceder el Congo belga a Alemania para satisfacer sus ambiciones expansionistas.
Usted también habla de imperialismo social…
Jacques R. Pauwels: En efecto. Adquiriendo las colonias los países se podían desembarazar de sus ciudadanos «molestos»: las clases inferiores. Se podían desembarazar de las personas demasiado pobres enviándolas a las colonias. El imperialismo era, por lo tanto, una manera de resolver los problemas sociales. Los pobres podían hacer carrera en ellas, y de este modo se convertían en patriotas en vez de en una carga. Dejándoles intervenir de manera agresiva en las colonias, ya no planteaban el menor problema en la metrópoli.
Por ejemplo, había muchos hijos de agricultores sin trabajo debido a que la agricultura se estaba volviendo demasiado productiva.
Si el reto eran las colonias, ¿por qué no se llevó a cabo la lucha en las colonias?
Jacques R. Pauwels: La guerra se desarrolló en Europa porque los países imperialistas estaban principalmente en Europa, con dos excepciones: Estados Unidos y Japón.
¿No hubiera sido mejor permanecer neutrales en el caso de los países que no estaban concernidos directamente?
Jacques R. Pauwels: Confinarse en la neutralidad tampoco dejaba de ser peligroso. ¿Por qué entró en guerra Estados Unidos? No para salvar la democracia o algo por el estilo, eso es una tontería. Al ser un país imperialista, estaba al acecho de una ocasión para extenderse y China se encontraba en la lista. No es que quisieran conquistar China, sino que querían penetrar en ella en el plan económico: ahí había mercado para sus productos, posibilidades de inversión, contratos interesantes en la construcción del ferrocarril, etc.
Pero otros países también miraban de reojo a China, como Japón, por ejemplo. Alemania y Francia ya tenían concesiones ahí, unas minicolonias. Japón, el gran competidor de Estados Unidos, declaró la guerra a Alemania con un pretexto y lo que hizo inmediatamente fue conquistar en China este trozo que era de Alemania. Esto no le gustó a Estados Unidos que tenía que intervenir, o de lo contrario se iba a encontrar con las manos vacías al final de la guerra.
En febrero de 1917, en Francia, el presidente del Consejo (jefe del gobierno de entonces) declaró que solo los países implicados en la guerra tendrían algo que decir en el reparto del mundo posterior a la guerra. En mi opinión, hay una relación entre esta declaración y el hecho de que en abril de ese mismo año Estados Unidos declarara la guerra a Alemania. Los ganadores de la guerra tenían la intención de recompensarse a sí mismos a costa de los perdedores, pero los neutrales no iban a recibir nada e incluso podrían ser sancionados por no haberse apuntado al campo de los vencedores.
¿Cómo es eso?
Jacques R. Pauwels: Tomemos el ejemplo de Portugal. En 1916 también los portugueses declararon la guerra a Alemania, no porque quisieran estar ahí cuando se repartieran los premios, sino porque consideraron que si no, iban a tener que pagar el precio de su neutralidad. Sabían que ya antes de la guerra, los británicos habían propuesto a Alemania quedarse las colonias portuguesas. Así pues, los portugueses tenían mucho miedo de perderlo todo si permanecían neutrales. Y, ¿qué hizo Portugal? Declaró la guerra a Alemania, para gran desilusión de los británicos. ¿Tenía Portugal algo contra Alemania? Nada en absoluto.
Siempre se ha dicho que los británicos entraron en guerra porque los alemanes habían violado la soberanía belga, pero sin duda esa no fue la verdadera razón.
Jacques R. Pauwels. No, simplemente necesitaban una excusa, ya que Gran Bretaña deseaba la guerra con Alemania, y había llegado en secreto a un acuerdo con Francia para acudir en ayuda de los franceses. ¿Por qué llegaron los británicos a este acuerdo con los franceses? Porque buscaban la guerra con Alemania y sabían que Alemania siempre había sido enemigo de Francia. Los británicos y los franceses nunca habían sido amigos, pero se convirtieron en amigos porque tenían un enemigo común.
¿Por qué quería Gran Bretaña la guerra con Alemania?
Jacques R. Pauwels: La potencia política y económica de Gran Bretaña se basaba en el control de los siete mares: Britannia rules the waves, “Gran Bretaña gobierna los mares” . La flota británica tenía que seguir siendo más importante que las demás juntas para dominar a cualquiera. Pero a finales del Siglo XIX y principios del XX los alemanes empezaron a construir barcos modernos que no navegaban gracias al carbón, sino al petróleo.
Gran Bretaña tenía carbón, pero carecía de petróleo, por lo tanto tenía que comprar el petróleo a Estados Unidos, a la Standard Oil, pero como era una gran potencia, a Gran Bretaña no le gustaba depender de Estados Unidos, ya que eran grandes rivales, incluso enemigos.
Gran Bretaña quería obtener una fuente independiente de petróleo, así que se puso a buscar. Primero por Persia, el actual, Irán, donde los británicos habían llegado a un acuerdo con los rusos para repartirse el petróleo. Inmediatamente después se descubrió gran cantidad de petróleo en Mesopotamia, el actual Iraq, que formaba parte del Imperio Otomano en aquel momento y, ya antes de la guerra, los británicos habían conquistado una parte de este país y lo habían denominado Kuwait, sentando en el trono, a un emir, amigo suyo, bien dispuesto a hacerles el juego.
Poco después también se encontró petróleo en la ciudad de Mosul y Mesopotamia se convirtió claramente en el objeto del deseo de los británicos. Pero pertenecía a los otomanos y Mosul se encontraba más lejos, en el interior, y era difícil apropiarse de ella. Y lo que descubrieron los británicos es que el Imperio Otomano y Alemania tenían un proyecto en común de construcción de un ferrocarril para unir Bagdad con Berlín. Los alemanes tenían intención de transportar el petróleo de Mesopotamia a su propia marina de guerra, y los británicos debían impedirlo costara lo que costara, por medio de la guerra.
El ejército británico en Europa era demasiado débil para luchar contra el ejército alemán. Por lo tanto, necesitaba aliados. Francia y Rusia, que también eran enemigos de Alemania, tenían ejércitos enormes. Y así fue como se llegó a un acuerdo militar con Francia.
¿Quiere usted decir que en realidad no faltaba más que una ocasión de entrar en guerra con Alemania?
Jacques R. Pauwels: ¡Exacto! Y a los británicos les sirvió que Alemania invadiera Bélgica. Pretendieron que la violación de la neutralidad de Bélgica era un gran problema. Sin embargo, cuando los japoneses atacaron la concesión alemana en China, los británicos acudieron a ayudar a los japoneses sin preguntar a China si podían atravesar el país. Aquello también era una violación. Los propios británicos hicieron en China lo mismo que los alemanes en Bélgica.
En su libro demuestra que además del reparto del mundo, había una segunda razón para la guerra: era una ocasión de frenar el movimiento social.
Jacques R. Pauwels: En efecto. El imperialismo es un sistema que funciona en beneficio de los bancos y grandes empresas, que son los actores principales del sistema capitalista, y que necesitan materias primas, estar activos en el sector minero, en la construcción de ferrocarriles, etc.
Pero tenían problemas con sus trabajadores porque empezaron a reclamar mejores condiciones de trabajo, crear sindicatos, organizar sus propios partidos, reclamar salarios más altos, más democracia, derecho a voto, etc. Para los capitalistas este movimiento social constituía un dolor de cabeza. Y los partidos socialistas cada vez obtenían más votos. «¿Cuándo parará esto?», pensaba la élite, que tenía miedo de una revolución.
Había que frenar y poner fin a todo eso.
¿Qué se podía hacer? En primer lugar, se deportó a las colonias a los elementos más molestos. Este imperialismo social resolvió ya una parte del problema. El magnate británico Cecil Rhodes afirmó que el imperialismo era necesario para evitar una guerra civil. Pero no se podía deportar a todo el mundo. Hacia el década de 1900 cundía entre la elite el«miedo a la masa», y encontró en la guerra la solución para encauzar este problema.
La élite ansiaba volver a los tiempos de los señores que mandaban y los esclavos que obedecían sin rechistar. El objetivo era aniquilar las ideas revolucionarias, precisamente el tipo de situación que resuelve pefectamente el ejército: nada de discusiones, nada de democracia y un bonito uniforme para todo el mundo.
¿Había prisa?
Jacques R. Pauwels: En aquel momento todas las partes pensaban que no podían perder. Los franceses, los británicos y los rusos tenían una alianza, la Triple Entente, y creían que juntos eran invencibles.
Los alemanes tenían Austria-Hungría de su parte, sus generales geniales y una industria enorme detrás que podía fabricar los mejores cañones.
Si esperaban podía suceder que los socialistas ganaran las elecciones y viniera la revolución. Los británicos y los franceses no podían esperar demasiado tiempo, porque temían que estallara la revolución en Rusia. En ese caso, hubieran perdido un aliado y sin lugar a dudas no podrían salir victoriosos.
El atentado en Sarajevo no fue la causa de la guerra sino el pretexto para lanzarse por fin a ella, de la misma manera que la violación de la neutralidad belga no había sido la razón para iniciar la guerra contra Alemania.
La guerra tenía unas causas geoestratégicas y servía a unos intereses nacionales. Pero, es cruel enviar a la muerte a millones de personas por esas razones, ¿no?
Jacques R. Pauwels: Sí, es cínico y particularmente cruel. Pero a principios del siglo XIX lo que prevalecía era el pensamiento social darwiniano. La élite se consideraba compuesta por los mejores. Eran personas muy normales que pensaban que había una jerarquía entre las personas y que ellos estaban en lo más alto por ser los mejores y que quienes estaban en el estrato más bajo eran molestos y peligrosos, además de demasiado numerosos. La élite consideraba se consideraba con derecho a controlar a los demás. Había demasiada gente, y la guerra les permitía hacer limpieza y aligerar un poco las clases inferiores.
El escritor francés Anatole France dijo entonces: «Creemos morir por la patria, pero morimos por las industrias».
Jacques R. Pauwels: Se inculcó la idea a la gente de que era noble morir por la patria: lo decía el cura, lo repetían los políticos y la gente se lo tragaba.
El cura y el ministro no eran los únicos en decirlo. Los partidos socialistas también lo dijeron justo antes de la guerra.
Jacques R. Pauwels: En efecto, esa es la razón por la que tantos hombres partieron a la guerra con tanto entusiasmo, porque los socialistas también lo decían, salvo en algunos países como Italia.
¿Por qué cambiaron de opinión los socialistas?
Jacques R. Pauwels: Hasta 1914 la mayoría de los socialistas todavía eran revolucionarios en teoría, pero ya no en la práctica. Habían trabajado en el seno del sistema por unas mejoras y unas reformas: tenían un poco más de democracia, se había ampliado el derecho a voto, la semana laboral era más corta, etc. Progresivamente los socialistas consideraron que las cosas empezaba a ir mejor.
Con los beneficios del colonialismo (hacer trabajar a los negros), se podía pagar un poco mejor a los trabajadores de aquí. Por lo tanto, muchos socialistas lo consideraban una ventaja. Así fue como nació lo que Lenin denomina la aristocracia obrera. Para los simples trabajadores las cosas iban mejor. «¿Sigue siendo necesario hacer la revolución?», pensaban muchos socialistas. «Las cosas van bastante bien así, ¿no?».
Los dirigentes socialistas se volvieron cada vez más burgueses, formaban parte del sistema, el día de la fiesta nacional podían ir a estrechar manos a palacio…
Pero, ¡cuidado, no todos eran así! En Alemania había socialdemócratas que seguían siendo furibundamente hostiles a la guerra, lo mismo que Lenin en Rusia. Pero la mayoría se había aburguesado bastante. El sociólogo alemán Robert Michels ha estudiado el SPD alemán a partir de principios del siglo XIX. Su conclusión es que en el seno del partido obrero alemán se había desarrollado una jerarquía burguesa. Al largo plazo la dirección del partido tendría demasiado que perder con una revolución. No querían perder las cosas buenas que habían obtenido y, finalmente se pusieron de parte de la guerra.
En las conmemoraciones de la Primera Guerra Mundial no se menciona lo que usted afirma del imperialismo y del temor a la revolución. ¿No es extraño?
Jacques R. Pauwels: ¡Pues sí! ¿Por qué no me han llamado todavía los periódicos De Standaard y De Morgen para hacer una entrevista? Tienen otras cosas que contar a la gente, a saber, que fue una guerra por la libertad, el derecho y la democracia. ¿Quién querría escuchar hoy que los estadounidenses entraron en guerra por objetivos imperialistas? ¿Quién no preferiría con mucho saber que fue para defender la democracia? Eso es lo que se dice todavía hoy.
Mi relato no pega en el marco actual. Mi mirada sobre la historia va contracorriente. Sin embargo, las personas que leen mi libro consideran que es una manera de comprender la historia. Si uno examina la historia de esta manera, se empieza a plantear preguntas sobre las guerras de hoy, a decirse que nuestros dirigentes nos suelen contar mentiras e incluso que dicen lo contrario de lo que piensan. Se llama contrarrevolución a la revolución, defensa al ataque. Vivimos tiempos orwellianos.
Para comprender la Primera Guerra Mundial, hay que comprender el siglo XIX. La Primera Guerra Mundial es hija del siglo XIX. El siglo XIX es hijo de la Revolución Francesa, y la Primera Guerra Mundial es la madre del siglo XX.
La Primera Guerra Mundial desencadenó una revolución mundial, porque a través de la Revolución Rusa llegó hasta China, e incluso más lejos.
Recientemente, he estado en el extremo sur de Chile, en Patagonia. En 1918 estallaron allí huelgas y revueltas, una minirrevolución que, a todas luces, estaba inspirada en la Revolución Bolchevique. Se aplastó aquella revolución, pero se hicieron concesiones para reducir su influencia. Chile fue el primer país con un Estado de bienestar y la razón fue esa, pero este tipo de cosas no se leen en ninguna parte.
Aquí, con ocasión de las conmemoraciones solo se nos habla de Westhoek, del Yser y de Ypres , y de Verdun y en Somme. Y, sin embargo, ¡fue una guerra mundial!
(Extracto. Adaptación libre)
Imagen: datuopinion.com|historiasiglo20.org|teinteresa.es|historia- dani15.blogspot.com
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=192249
Traducción del francés: Beatriz Morales Bastos