Cuenta Sánchez Albornoz en su libro “España un enigma histórico” que cuando el jefe de una de tantas mesnadas que recorrían en el siglo XII los territorios salmantinos preguntó en un poblado quién era el señor de aquella aldea, recibió la siguiente contestación: “Aquí todos somos caudillos de nuestras propias cabezas”.

Y es que quizás esa ha sido siempre una característica del ser español. Cada cual quiere ser señor de su propio terruño. Cada pueblo, cada comarca, cada provincia, han ansiado desde siempre desligarse del conjunto y constituirse en autoridad soberana e independiente. De ahí que el anarquismo haya enraizado con tanta fuerza en nuestro país y me atrevería a decir que del mismo modo la otra cara de la moneda, su contrafigura capitalista, el liberalismo.

Los extremos se tocan. España no es que sea más plural que otros estados, sino más anárquica. Y, en los momentos en que las circunstancias políticas lo han permitido, esta tendencia se ha hecho presente de la forma más estrambótica posible, como en la rebelión de Cartagena. Una insurrección cantonal promovida por los federalistas, que tuvo lugar durante la Primera República, entre julio de 1873 y enero de 1874, que desde esa plaza atacó localidades vecinas como Lorca, Almería, Malaga, etc., por no querer sumarse voluntariamente a la revolución murciana.

Era previsible que la organización territorial del Estado creada en la Transición con las Autonomías, fuera a despertar de nuevo tales anhelos y sentimientos. La tentación se ha cebado especialmente en la izquierda, portadora en su ADN de ese gen disgregador.

Podemos surgió como partido con el pecado original de la defensa del derecho a decidir de cada territorio, región o provincia, así que ¿cómo podía negar el derecho a decidir de cada agrupación, facción o grupúsculo dentro de la propia formación política?

Las confluencias, lejos de ser tales, se han convertido en corrientes divergentes que incluso han llegado a contagiar a regiones tan poco proclives a la independencia como Andalucía o Madrid.

Y es que, tan pronto como alguien llega arriba, enseguida cae en la tentación de declararse independiente y soberano, y galopar libremente por sus fueros, que ancha es Castilla.

Errejón fue elegido por Podemos como cabeza de lista de Podemos a la Comunidad de Madrid, pero creyó que la lista era suya y que la podía manejar a su antojo, sin someterse a disciplina, ni regla alguna.

Carmena, alcaldesa de Madrid, resultó elegida gracias a Ahora Madrid y Podemos, pero en cuanto se vio con mando en plaza, se propuso jugar por libre, en plan presidencialista.

Ella, al igual que  Errejón, ha abandonado las siglas por las personas, en concreto por la suya, por su lista, por su plataforma personal. No se siente obligada hacia ningún colectivo. Carmena, al igual que Colau, la alcaldesa de Barcelona, tampoco quiere primarias. Habla de listas participativas. Es decir, listas en las que participe quien a ella le de la real gana. Pues para no ser política y no tener ambiciones, va sobrada.

Carmena y Errejón, ese extraño matrimonio que declara como única ley su propia voluntad, guarda cierto parecido con los golpistas catalanes, que han alcanzado y ocupan puestos relevantes de poder, porque la Constitución y el Estado español así se lo han concedido, y sin embargo la desprecian, desobedecen y ningunean.

Y es que aquí la anarquía es contagiosa.

Si los mandatarios y líderes catalanes la practican y se saltan constantemente las leyes, ¿cómo los CDR no se van a sentir legitimados para instaurar cuando les apetezca el caos en Cataluña, cortando calles carreteras y autopistas?

¡Viva Cartagena!

(Extracto. Adaptación libre)


Imágenes: attacmadrid.org|Profesionales PCM|diariocritico.com

Fuentes: https://www.republica.com/contrapunto/2019/01/31/aqui-todos-somos-caudillos-de-nuestra-cabeza/  https://es.wikipedia.org/wiki/Cant%C3%B3n_de_Cartagena

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad