En mayo, a la vez que se anunciaba que la tasa de natalidad en los Estados Unidos había descendido por cuarto año consecutivo, (la cifra más baja de nacimientos en 32 años), la gobernadora de Alabama, Kay Ivey, aprobaba la ley más draconiana contra el aborto en el país. Una coincidencia para nada casual.

Las élites gobernantes norteamericanas son muy conscientes de que la tasa de natalidad estadounidense en constante deterioro es el resultado de una “huelga de nacimientos” por parte de unas familias que, incapaces de pagar un seguro de salud adecuado, junto a facturas médicas exorbitantes, encuentran punitivo, financieramente hablando, tener hijos.

Desde 1971, los nacimientos en los Estados Unidos no han alcanzado siquiera niveles de reemplazo. Se necesitarían no menos de 2.100 nacimientos por cada 1.000 mujeres, y sin embargo la cantidad actual es de 1.728 por cada 1.000 mujeres, por lo que sin la entrada constante de inmigrantes, la población de los Estados Unidos se estaría desplomando en estos momentos.

Criar hijos es un trabajo laborioso que exige a los padres, y especialmente a las mujeres, enormes esfuerzos físicos, emocionales, financieros y de tiempo. La sociedad recoge los beneficios de esa tarea, pero no ayuda a quienes la realizan. La disminución de la tasa de natalidad es un indicador claro de la falta de perspectivas de millones de jóvenes estadounidenses que albergan pocas esperanzas en su futuro.

En Suecia los padres tienen derecho a 480 días de baja pagada al nacer o adoptar un hijo: el gobierno aporta  el 80% del salario de los padres los primeros 390 días. Los empleadores pagan un impuesto extra para financiar el permiso parental, que se concede incluso hasta a los desempleados  Los progenitores pueden dividir el permiso entre los dos. No hace falta decir que Suecia presenta una de las tasas de natalidad más altas de Europa.

EEUU quiere tener trabajadores abundantes, pero que no le cuesten nada, explotando al máximo el trabajo no remunerado de las mujeres. Y aquí surge el problema. Si éstas se niegan a producir niños en la cantidad deseada, el aborto y los anticonceptivos serán prohibidos, y las pensiones abolidas para que cuando los padres sean ancianos no cuenten con otro sostén que sus hijos.

Ocho estados de EEUU restringen ya el acceso al aborto, y otros como Kentucky, Mississippi, Missouri, Dakota del Norte, Dakota del Sur y Virginia Occidental, disponen solo de una clínica para abortar. Los políticos calculan que esta ofensiva contra las pensiones y los abortos, combinada con la privatización y destrucción de la Seguridad Social, obligarán a las mujeres a elevar la tasa de natalidad.

Mientras los salarios se mantengan tan exiguos como hasta ahora para aumentar los beneficios de las empresas (4 de cada 10 estadounidenses no poseen ahorros suficientes para afrontar una emergencia o gasto inesperado), y no existan tampoco pensiones dignas de ese nombre, los niños serán, al igual que en el mundo subdesarrollado, la única forma de asegurar la vejez.

Los miembros de la derecha cristiana y del movimiento “pro-vida”, justifican la prohibición del aborto mientras bendicen con entusiasmo a los soldados,  las bombas y las guerras de EEUU, defienden la pena de muerte, y no condenan a los policías que disparan a personas de color desarmadas. Consideran que, una vez fuera del útero, los nacidos no se merecen nada, y por eso 12 millones de niños se acuestan cada noche con hambre, porque los ingresos de sus padres no bastan para mantener a su familia.

Cuando un progenitor se queda en el hogar a cuidar a un hijo, el ingreso familiar se reduce a la mitad, y la mujer se vuelve dependiente económicamente del cónyuge lo que le dificulta cortar una relación abusiva o fallida. De esta manera, las familias de color son penalizadas por tener hijos.

Las madres negras de Estados Unidos tienen cuatro veces más probabilidades de morir que las blancas por complicaciones durante el embarazo, en el parto, o después de dar a luz. Los afroamericanos tienen 2,5 veces más tasa de mortalidad infantil que los blancos no hispanos.  Con frecuencia, los niños de color son retirados de sus familias y colocados en hogares de acogida; un sistema que proporciona dinero a los padres cuidadores, pero no a los biológicos, que a menudo malviven por debajo del umbral de la pobreza, y son demonizados como malos padres que no deberían procrear tantos hijos.

(Extracto. Adaptación libre)


Imágenes: Actuall|El Pais|Razon+Fe|Credito-Fusion

Fuentes: http://www.elcaptor.com/economia/las-esclavas-reproductivas-de-america

Artículo de Chris Hedges publicado originalmente en inglés en Truthdig

https://www.univision.com/noticias/salud-y-mujer/la-mortalidad-materna-en-eeuu-por-que-las-afroamericanas-mueren-cuatro-veces-mas-que-las-blancas

 

 

 

 

 

 

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