Para llegar a las raíces del amor hay que retroceder hasta los orígenes de la vida, porque la cooperación es lo que ha hecho posible la vida.

Ima SanchísEn su estudio sobre el amor, la cooperación y el conflicto, “Cómo construimos universos” (Ed. Gedisa), Montserrat Moreno y Genoveva Sastre parten de los estudios de Lynn Margulis sobre las primeras bacterias que habitaron la Tierra, y que demuestran que la cooperación, y no la competencia, fue la responsable de la evolución. Los sentimientos gregarios, el apoyo mutuo y la cooperación, han sido el regalo más valioso que nos han transmitido, a través de millones de años de vida, las especies que nos precedieron.

La Vanguardia entrevista a Montserrat Moreno, catedrática de Psicología y licenciada en Pedagogía.

¿Las bacterias procariotas se amaban?
Según los estudios de Lynn Margulis, cooperaban, se transferían genes, lo que les permitía sobrevivir en un medio hostil. De esta cooperación primigenia nace a lo largo de muchos siglos de evolución lo que entendemos hoy por amor. Cooperar es una necesidad vital.

No es lo que postulaba Darwin…
Margulis suma un matiz al darwinismo, otra mirada: el más fuerte es el que coopera.

¿Qué añade usted?
Cada uno de nosotros construye el universo mental en el que habita. La realidad no es lo que ocurre fuera, es lo que ocurre dentro de nosotros. Para cada cual sólo es real aquello en lo que cree, y sólo es posible lo que es capaz de imaginar.

¿La única verdad que reconocemos es aquella en la que creemos?
Sí, y se ve muy claro ante un conflicto, que son dos maneras distintas de interpretar una misma realidad. Si uno no sale de su universo para aproximarse al del otro, es muy difícil conseguir tener un universo común, y por tanto entrar en armonía. Desde niños deberíamos aprender a resolver conflictos como se aprende a resolver problemas matemáticos. Hay que analizar el propio punto de vista, relativizarlo, y aprender a ponerse en el lugar del otro.

El amor es amplio.
Cada uno imagina cómo debe ser una relación amorosa y mentalmente organizamos modelos que nos parecen los más coherentes y naturales o “normales”.

La sociedad dictamina lo “normal”.
Sí, y hay culturas que desconocen la paternidad. Los habitantes de las islas Trobriand, archipiélago al sur de Papúa Nueva Guinea, no asocian el acto sexual con la reproducción. Según sus creencias, los niños nacen cuando el espíritu de un antepasado se introduce en alguna mujer.

¿Hombres y mujeres se casan?
Sí, pero el marido no es considerado padre, esa noción no existe. La autoridad sobre los hijos la ejerce el hermano de la madre.

¿Hay promiscuidad?
Los trobriandeses tienen la costumbre de ir a visitar amigos a otras islas. Cuando regresan a su hogar tras un año de ausencia, puede que su mujer haya tenido un nuevo hijo, lo que es un motivo de alegría para él.

Qué simpáticos.
Para la sociedad china mosou no existe el matrimonio. Cuando la hija llega a la mayoría de edad, tiene derecho a un recinto propio dentro de la casa materna en el que puede recibir a cuantos hombres desee y tener relaciones libremente.

sinlaveniacom¿Y si se encariña con alguno?
Será su preferido, pero él nunca se quedará a vivir en casa de ella, ni ella se irá a vivir a casa de él. Y si tienen un hijo pasará a formar parte de la familia de la madre.

¿Quién elige a la matriarca?
Los miembros del grupo, escogen a la más inteligente, y esta distribuye diariamente el trabajo de todos. Los hombres mosuo no quieren ni oír hablar de nuestro modelo de matrimonio, dicen que cuando la pareja no funciona y se rompe, los hombres se quedan sin familia, sin embargo ellos no.

Parece un buen sistema.
Los masái de Tanzania son polígamos, pero con ciertas particularidades. Los hombres se casan mayores, cuando ya han cumplido como guerreros con la comunidad a partir de los 30 años. Mientras tanto, tienen derecho a dormir con alguna de las mujeres casadas, y es la mujer la que elige.

¿… al joven guerrero que le apetece?
Sí, y si tienen descendencia el marido se queda con los hijos, que son considerados un bien. Y la mujer que llega al matrimonio con un hijo es más valorada porque está claro que no es estéril y aporta un hijo al clan.

Hay muchas maneras de amar, y cuantas más conozcamos, más libres nos sentiremos. Hasta principios del pasado siglo existía en China un tipo de matrimonio que consistía en casarse con un hombre muerto.

¿Por qué?, ¿para qué?
Había mujeres que trabajaban, se sustentaban y querían ser libres, pero su sociedad no les permitía la soltería. Si sus familias las obligaban a casarse porque querían tener relaciones con otra familia, entonces se casaban con el hijo muerto de la otra familia.

Ese sí que no protestaba ni exigía.
Esa modalidad de matrimonio se llamaba “casarse con una lápida”, y tenía mucho éxito, los difuntos solteros iban buscadísimos. Ya ve, en el mundo actual y en la historia, existen muchas formas de relación.

Para establecer buenas relaciones es necesario superar nuestro egocentrismo. Permítame que le cite a Confucio.

Adelante.
“¿Por qué la gente se empeña en buscar otras salidas cuando la puerta está abierta?”

(Extracto)


Imágenes: sinlavenia.com|Ima Sanchís

Fuente: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20110106/54098292767/la-cooperacion-es-lo-que-ha-hecho-posible-la-vida.html

 

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