Neil Harbisson, músico y artista, lleva una antena (eyeborg) implantada su cerebro que forma parte de su organismo, lo que ha permitido reconocerle legalmente como un cyborg (organismo híbrido de biología y tecnología).
En 2004 Harbisson consiguió que la administración británica aceptara su foto con el ‘eyeborg’, para renovar el pasaporte. El eyeborg, diseñado por él, se compone de un sensor con una antena que envía señales a un chip implantado en su cráneo, que transforma las frecuencias de luz en vibraciones sonoras que le permiten escuchar los colores. La antena cuenta con un receptor que se orienta allí donde se dirige la mirada de Harbisson.
Neil Harbisson nació en Londres en 1984 con acromatopsia, una enfermedad congénita que le impedía percibir los colores, hasta que comenzó a utilizar el dispositivo. Para lograrlo, Harbisson tuvo que memorizar cada sonido asociado a un color.
La idea nació en 2003, cuando Neil Harbisson asistió a una conferencia sobre cibernética a cargo de Adam Montandon. El proyecto que acometieron juntos recibió los premios Submerge a la Innovación en Bristol (Inglaterra), y EuroPrix MultiMediaArt, en Viena (Austria), siendo mejorado más tarde por Peter Kese y Matias Lizana.
Más que verlos, Harbisson oye los colores, incluso los que no son visibles para nosotros, como los infrarrojos o los ultravioletas. Además, a través de su antena, tiene enlace a internet con el que puede recibir mensaje, imágenes y videos, así como también llamadas telefónicas directamente, gracias a su conexión vía satélite.
El transhumanismo aboga por la transformación radical del ser humano a través de la tecnología para incrementar sus capacidades físicas y mentales, y superar así sus limitaciones biológicas hasta terminar fusionándose con su propia tecnología. Una distancia que se reduce aceleradamente.
“Yo no uso tecnología, soy tecnología. Todos estamos ya en vías de convertirnos en cyborgs. En pocos años vamos a dejar de considerar la tecnología como una herramienta, y va a entrar a formar parte de nuestro propio cuerpo, de nuestra propia identidad.
Defiendo la libertad de que podamos diseñarnos a nosotros mismos y de que nuestros implantes electrónicos sean considerados como unos órganos más, lo que abre la posibilidad de que nos jaqueen. Algo que a mí me sucedió en el aeropuerto de Washington cuando me concecté a una red wifi y alguien envió imágenes a mí cabeza”.
(Extracto. Adaptación libre)
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