Este libro plantea que la tecnología es un agente que modifica la naturaleza; algo que puede hacer respetando o no sus equilibrios básicos, de forma sustentable o suicida. Que ni es todopoderosa ni tampoco inocente; que ni nos controla completamente, ni nosotros la controlamos totalmente a ella. Pero que, precisamente por eso, por ser mucho más que un mero instrumento, debemos desterrar cualquier ilusión de dominarla o ser dueños de ella.
Desde los tiempos más remotos, la tecnología ha formado parte de la condición humana: no existe sociedad humana, por primitiva que sea, sin tecnología. El problema es que el capitalismo ha contagiado su laissez faire, de desregulación y libertad absoluta de movimientos a la tecnología, imponiendo un totalitarismo tecnológico en el que no existen límites para ella, provocando que la tecnología deje de ser una elección, para convertirse en una imposición.
La Felicidad Tecnológica aborda, desde una posición crítica, libre y desprejuiciada, como la tecnología ha ido configurando cada sociedad histórica humana, desde una tribu primitiva hasta un estado moderno. Cómo durante miles de años la humanidad ha ido ensayando diversas fórmulas de organización colectiva sin encontrar una que fuera estable y satisfactoria para todos. Cómo ha habido sociedades buenas para la colectividad y malas para el individuo, y a la inversa, sociedades buenas para la minoría y nefastas para el conjunto de la población, como la actual.
El libro rastrea la evolución social y tecnológica humana desde sus orígenes, indagando en qué hemos fallado como especie, con objeto de no repetir los errores del pasado y organizarnos socialmente de otro modo, en pié de igualdad, venciendo los dos obstáculos que nos lo han impedido hasta el momento: el poder y la riqueza, o lo que es lo mismo, las jerarquías sociales y la propiedad privada de los medios de producción.
La Felicidad Tecnológica disecciona el capitalismo, mostrando como se trata de un sistema depredador montado por una minoría para explotar a la mayoría, pero a la vez examina con mirada autocrítica el comunismo y anarquismo, para integrar sus aportaciones válidas en un nuevo sistema, el equisocialismo, una alternativa comunitaria al capitalismo y el mercado, basado en democracia horizontal, socialismo y equidad, donde no sea posible acumular ni riqueza ni poder, y la tecnología se supedite a las demandas y necesidades colectivas.