Aunque a nuestras abuelas nadie les dió nunca estrellas Michelín, ni les pagaba lo que hacían, el progreso no se detiene, y ahora son los hombres los que se han lanzado a los fogones.
Eso sí, desde que la mujer trabaja, nadie cocina en casa, y el caterín, y la comida a domicilio, se han convertido en el gran salvavidas de la humanidad.