No hay nada más parecido a un obrero de derechas que un independentista de izquierdas, ni nada más obsceno que sustituir las clases sociales por clases nacionales, haciendo política con la identidad y el origen de pertenencia. Como si alguien fuera responsable del lugar donde ha nacido o eso tuviera algún mérito.
¿Por qué si los conservadores apoyan el gasto en ley y orden, defensa nacional e infraestructuras, no hacen lo mismo con la vivienda pública, la educación pública, la sanidad pública, las pensiones, el desempleo y la protección del medio ambiente?
Hace ya muchos años que la mayor parte del dinero negro que se mueve en el mundo es electrónico, no físico, siendo los bancos privados los encargados de lavarlo, aclararlo y centrifugarlo convenientemente, ya que, sin su inestimable cooperación y ayuda, no podría existir.
Dotar a Cataluña del derecho de secesión, equivale a negar a los demás el derecho de unión, cuando precisamente por ser la soberanía un bien colectivo que afecta a todos, tiene que ser patrimonio de todos. Y, aunque los independentistas lo crean, no existe el derecho a ser más iguales y disfrutar de más derechos que los demás.
Que el Mercado sea libre, no implica que los humanos lo sean también, sino que la explotación tiene que ser libre, sin reglas, ya que «la mayor riqueza es poseer una multitud de pobres laboriosos, porque de ellos se derivan todas las comodidades y bienes».
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