Liberalismo y Socialismo son los dos sistemas político-económicos que se disputan la organización de la sociedad.
El neoliberalismo, doctrina oficial del capitalismo, presume de ser el que más riqueza crea, en tanto que el socialismo se preocupa de repartirla equitativamente.
Dos concepciones antagónicas del mundo que difieren totalmente en sus estrategias, comportamientos, métodos y fines.
Hasta el momento el liberalismo ha logrado imponerse con claridad a su rival pese a tener que efectuar ciertas concesiones durante la guerra fría, como la creación del Estado de Bienestar; concesiones que ha ido retirando tan aprisa como su éxito le permitía hacerlo sin poner en peligro su hegemonía.
Para poder compararlos debidamente, la Tabla de Valores Explícitos recoge las premisas fundamentales que inspiran a ambos modelos, y la Tabla de Valores Implícitos las consecuencias que se derivan de ellas:
VALORES EXPLÍCITOS
VALORES ÍMPLICITOS
LIBERTAD O VIDA HUMANA.
Fue el gran padrino del credo liberal, Friedrich von Hayek, Premio Nobel de Economía en 1974, el que sentenció durante una visita al Chile de Pinochet que no todas las libertades eran buenas, porque:
– Un dictador puede gobernar de manera liberal, lo mismo que una democracia puede gobernar con una total falta de liberalismo.
»Prefiero una dictadura liberal a un gobierno democrático en el que todo liberalismo esté ausente, porque la democracia constituye tan solo un instrumento al servicio de la libertad que de ninguna manera tiene la misma categoría que ella.
»Desgraciadamente, la libertad está gravemente amenazada por el afán de la mayoría, compuesta por gente asalariada, de imponer sus criterios y opiniones a los demás (los miembros de la élite, se supone). [1]Entrevista de Lucía Santa Cruz con Hayek para el periódico el Mercurio de 19 abril de 1981
Más que los votos, las torturas, abusos y ejecuciones de una dictadura liberal constituyen el mejor camino hacia la libertad:
«Aunque es cierto que equiparar mecánicamente a Hayek y los neoliberales con Pinochet constituye un simplismo injusto, porque a aquéllos les basta el mercado, mientras que al dictador chileno le bastaron las armas, no puede olvidarse que, en puridad, a ambos les sobra la democracia». [2]Juan Torres López, Hayek, Pinochet y algún otro más, elpais.com, 22/06/1999, http://elpais.com/diario/1999/06/22/opinion/930002403_850215.html
Los liberales piensan que la democracia tiene que estar al servicio del mercado, porque no es la democracia, sino el mercado, el que nos hace libres. Su libertad no es la de un hombre un voto, sino la de un dólar un voto. [3] Ha Joong Chang, El buen samaritano. Libertad de clase que exige limitar el poder del gobierno, pero no el de los amos del dinero.
Los liberales convierten la Libertad en un dios absoluto que se sitúa por encima de todo, incluida la Vida Humana, y aunque algunos de sus seguidores objeten ofendidos que también ellos consideran la vida el máximo bien, si fuera cierto, nadie se quedaría sin trabajo ni ingresos, sin techo, desahuciado y arrojado a la calle con su familia, ni se moriría de hambre, de frío o por falta de cuidados médicos, habiendo en el mundo recursos, medicinas, comida y viviendas suficientes para todos.
Pero para despejar cualquier duda, el propio Mr. Hayek se encargó de precisar que «una sociedad libre exige el mantenimiento de vidas, pero no de todas las vidas (sólo las de primera obviamente), y que las únicas reglas morales son las que conducen al cálculo de esas vidas: la propiedad y el contrato».
Sólo el que posea fortuna, tendrá libertad y sobrevivirá. Coherente con esa filosofía sin escrúpulos, Hayek rechazó que se proporcionara ayuda a los miles de africanos que perecían de hambre a causa de la sequía, argumentando que:
– Señora Kahn, ¿a santo de qué desea usted subsidiar la producción de huérfanos y de enfermos?
El que quiera derechos que se los pague. El que quiera libertad que la compre. El Mercado ha decretado que sólo el que el que tenga dinero, comerá. Que el precio de los alimentos lo determine la especulación en la bolsa de Chicago, no le preocupa, porque no es asunto de su incumbencia.
Los liberales alegan en su favor que gracias al capitalismo la población del mundo es hoy día mayor que nunca. Hecho tan incuestionable como que también existen más pollos, terneras y cerdos que nunca alojados en granjas industriales… ¿pero se puede llamar vida, al hecho de sobrevivir a cualquier precio, desposeído de lo más elemental y sometido a la voluntad ajena?, ¿viven acaso los esclavos?
Vivir es algo más que respirar o percibir salarios de miseria, y una existencia desarrollada en condiciones infrahumanas, sin libertad, deja de ser una vida, para convertirse en una carga.
La supremacía del dinero sobre la vida constituye la primera línea roja insalvable que separa al liberalismo del socialismo.
Porque, cuando falta la vida, la libertad sobra.
PROPIEDAD PRIVADA.
El liberalismo es una elaborada construcción ideológica destinada a justificar la Propiedad Privada, elevarla a los altares y convencernos de que la posesión de bienes, cuantos más mejor, constituye la vía óptima para el progreso de la humanidad en general y la personal en particular.
La coartada perfecta para la desigualdad.
Ahora bien, si nadie ha creado la tierra, los ríos, los bosques y recursos naturales, ¿cómo puede considerarse legítima su apropiación, en virtud del derecho de pernada, del yo llegué primero? Aunque nosotros marquemos el territorio con cercas y títulos de propiedad, y los animales con heces, unos y otros actuamos del mismo modo.
Estamos ante la primera, pero no la única, de las muchas liberalidades que los liberales se confieren graciosamente. Por no mencionar las herencias: la flagrante contradicción que representa la posesión y disfrute de bienes que uno no se ha ganado.
Veneran la Propiedad Privada como un ídolo pagano, al que todos los sacrificios humanos que se le ofrezcan para que se muestre propicio: esclavitud, explotación laboral, despidos, precariedad, recortes, revoluciones, guerras, cárceles, delincuencia, drogadicción, violencia, desigualdad y miseria, etc., les parecerán siempre insuficientes.
Mi yate antes que tu hambre.
Las libertades que el liberalismo concede a los seres humanos se resumen en:
- Enriquecerse sin límites.
- Pasarse toda la vida al servicio de los ricos o morirse de hambre.
Un menú de lujo. Mayor magnanimidad no cabe, aunque hasta sus fans más incondicionales reconocerán, que resulta extremadamente difícil, por no decir imposible, ser libre, cuando no se tiene nada más que la propia vida para vender a cambio de lo que a uno quieran darle.
Sin duda el bien más valioso y el peor pagado.
Los liberales denominan Propiedad Privada a la Riqueza con mayúsculas. Con suma habilidad, se han sacado de la manga invisible el as del Mercado: ese juego trucado de ganadores y perdedores, mezcla de especulación, manipulación, tráfico de influencias, corrupción, sobornos, fraudes, trampas, dobles varas de medir, monopolios, recalificaciones, rescates financieros, leyes a la carta, evasión de impuestos, información privilegiada y paraísos fiscales, que da a cada cual lo que se merece.
Lógicamente, si los leones no comparten, los humanos no vamos a ser menos que ellos, aunque hay que señalar en favor de las fieras que, como no conocen la ambición, una vez saciado su apetito, dejan en paz a las demás criaturas, cosa que nosotros no hacemos, porque con nada nos conformamos…. razón por la que 60 personas disponen de los mismos recursos para vivir que 3.500 millones, la mitad de la población del planeta. Con el agravante añadido de que las bestias no engañan, ni encubren sus apetitos depredadores con los buenos modales de la educación.
La libertad planteada como patente de corso para acumular riqueza sin freno ni medida, o como oportunidad para desarrollar una existencia sin privaciones ni servidumbres, ensancha aún más la brecha existente entre ambos modelos.
Los seres humanos no son libres de elegir si desean alimentarse o no, sino que están obligados a hacerlo. Su libertad comienza a partir del momento en que tienen cubiertas sus necesidades vitales. Algo que el liberalismo torna imposible, al trasplantar al seno de la sociedad humana la libertad de la selva: la misma competencia entre desiguales a la hora de disputarse el bocado y la misma libertad de depredación, llevando hasta sus últimas consecuencias el precepto de Mandeville, de que «nada es más natural con el curso de las cosas que unas criaturas vivan a costa de otras» [4]Mandeville, La fábula de las abejas, https://andresherrero.com/actualidad-de-mandeville-o-como-el-mercado-convierte-los-vicios-privados-en-publicas-virtudes/, que el león se coma al antílope, el pez grande al chico, el fuerte al débil y la multinacional al obrero.
Funciona el sálvese quien pueda y el tanto tienes, tanto vales. Quien no sea rentable, perecerá. Bienvenida sea la competencia en pie de desigualdad y la hegemonía del más apto. Devorar o ser devorados es la cuestión. Con la mano invisible convertida en un puño, los poderosos se han erigido en los máximos depredadores de sus semejantes, transformando la desigualdad social creación suya, en desigualdad natural, obra del cielo. Porque que el hijo de un león sea un león y no una gacela, es obra de la naturaleza, pero que el hijo de un rey sea un rey, o el heredero de un rico, rico, es cosa nuestra.
Si la selva se autorregula, ¿por qué no va a hacer lo mismo el Mercado que opera con sus mismos esquemas de funcionamiento?, ¿por qué ponerle puertas al campo, si la Riqueza ya se encarga de premiar a los mejores y la regulación natural de eliminar a los superfluos?
Criterio excluyente que rechaza tajantemente el cardenal Sandoval señalando que «si trabajando mucho, uno se hiciera rico, los burros serían millonarios». Revolución equina que no ha estallado, salvo alguna coz intempestiva. Igual que nadie ha trabajado más que los esclavos, ni obtenido menos a cambio, a pesar de ser sus dueños los más fervientes partidarios de la libertad.
El apellido, mercado, que le ponen a la misma, indica que se trata de una libertad de las mercancías y no de las personas. Porque que el Mercado sea libre, no implica que los humanos lo sean también, sino que la explotación tiene que ser libre, sin reglas, siguiendo el mandato de Mandeville de que «la mayor riqueza es poseer una multitud de pobres laboriosos, porque de ellos se derivan todas las comodidades y bienes».
Método infalible de hacer fortuna que en la Inglaterra colonial alcanzó su apogeo con el tráfico de esclavos y la opresión de los pueblos indígenas.
COMPETENCIA Y DESIGUALDAD.
El liberalismo defiende que cada individuo se ha de sacar las castañas del fuego por sí sólo, demostrando su valía en dura competencia con los demás. Principio universal que choca frontalmente con los privilegios de cuna y posición que él mismo fomenta, y que requeriría suprimir las herencias para que se cumpliera. Pero nada de eso sucede y poco tiene que ver nacer en el seno de la familia Rockefeller, con hacerlo en la de una cajera de supermercado, de un taxista o de un haitiano.
Porque esa desigualdad de inicio en los medios de producción se convierte después en la fuente principal de las desigualdades entre humanos. La riqueza engendra inevitablemente una sociedad de clases. De personas de primera, de segunda y de tercera, con diferentes posibilidades vitales en función de su diferente patrimonio.
Funcionamiento elitista que sitúa al liberalismo en las antípodas del socialismo. Porque riqueza implica no sólo tener más, sino sobretodo ser más. Al rico todo se le perdona, mientras que al pobre de todo se le acusa. A los ricos se les respeta y hace la ola, mientras que a los pobres se les desprecia y pisotea. El rico goza de impunidad y el pobre de presunción de culpabilidad.
Al liberalismo se le podría calificar con mucha mayor propiedad (privada por supuesto), de elitismo. La desigualdad que suscita, invalida la supuesta igualdad de todos ante la ley, y convierte a ésta en la principal arma de los poderosos para presionar, subyugar y despojar a la mayoría, confirmando una vez más que «el derecho civil sirve para que los ricos roben a los pobres, y el derecho penal para impedir que los pobres roben a los ricos». [5]Famoso aforismo francés Desigualdad que plantea un serio problema de convivencia y de orden público a la sociedad.
Porque, mientras que en el reino animal, las fieras, como el león, el cocodrilo o la boa, se bastan y sobran a sí mismas para proteger su botín, los humanos necesitan leyes, gobiernos, guardias, guardaespaldas, jueces, cárceles, soldados, armas y ejércitos, para conservarlo y mantenerlo a salvo.
Por esa razón los liberales abogan por un Estado Mínimo, de carácter represivo, con impuestos lo más bajos posibles que aseguren sus posesiones, mientras que el socialismo se decanta por unos impuestos suficientes, que permitan a todos, y no solo a los más afortunados, disponer de los servicios esenciales de sanidad, educación, vivienda, desempleo, pensión, etc.
Los liberales rechazan la progresividad impositiva, el tributar conforme a la capacidad economica de cada uno, y en su lugar optan por gravar el consumo: el litro de gasolina, el kilowatio de luz y la barra de pan que todos, ricos o pobres, pagan por igual. Sólo en materia de impuestos y cargas fiscales se muestran partidarios de repartir el esfuerzo a partes iguales y justo es reconocérselo.
Visto desde su óptica, el estado de bienestar es incompatible con el bienestar del mercado, porque si se puede hacer negocio con la salud y la educación de la gente, ¿por qué renunciar a él?
A los liberales la justicia social les suena a sexo de los ángeles, a música celestial. A comportamiento que no es de este mundo. Compartir, repartir, qué idea tan peregrina y absurda. Que se lo pregunten a un león a ver qué le parece.
CREACIÓN DE RIQUEZA.
El liberalismo concibe la producción de bienes y servicios, no como forma de satisfacer las necesidades colectivas, sino de obtener el mayor lucro individual. La moda, aunque sea un capricho, resulta rentable, mientras que investigar patologías raras, o curar las enfermedades de los habitantes del tercer mundo no.
Las ganancias primero, los humanos detrás. Si para aumentar los beneficios hay que despedir a la mitad de la plantilla o llevarse las fábricas a China, adelante. El único derecho humano legítimo es el de enriquecerse. Cualquier otro está fuera de lugar.
Todo se mide con la vara de la rentabilidad. La cuenta de resultados manda. Lo que produce beneficios es bueno, con independencia de cómo se consigan, sea con la venta de armas o con el blanqueo de fondos. Al fin y al cabo, el dinero lava todas las faltas. Y si la desigual correlación de fuerzas, permite remunerar a la gente sólo con la comida, ¿por qué pagarle más, un salario mínimo por ejemplo? Sería un exceso imperdonable.
Los seres humanos representan sólo un coste que hay que ajustar a su mínima expresión. Postura puramente mercantilista para la que carece de sentido ilegalizar la esclavitud o el trabajo infantil, que tan positivos efectos tienen sobre la economía:
«Tengo un hijo de 6 años que vive a mi costa, aunque es muy capaz de ganarse la vida. Le pago el alojamiento, la comida, la educación, la ropa y la asistencia sanitaria. Millones de niños a su edad ya trabajan. El escritor Daniel Defoe (Robinson Crusoe) opinaba que los menores podían ganarse el sustento a partir de los 4 años.
Así que debería dejar la escuela y ponerse a trabajar, lo que haría mucho bien al carácter de nuestro hijo, que vive en una burbuja sin apreciar el valor del dinero.
Subvencionamos su existencia ociosa, defendiéndole de la cruda realidad. Está demasiado protegido y debe exponerse a la competencia para llegar a ser una persona más productiva. Quizá hasta podría trasladarme a un país donde el trabajo infantil todavía se permite, para darle más posibilidades de encontrar un empleo». [6]Ha Joong Chang, El buen samaritano
La prohibición del trabajo infantil atenta de lleno contra la libertad de empresa, el correcto desenvolvimiento de las fuerzas del mercado y la abierta competencia, puesto que «el capitalismo es perfectamente compatible con la esclavitud, mientras que la democracia, no» [7]L. Thurow, El futuro del capitalismo, y sería injusto restringir una actividad tan provechosa. No hace falta añadir que el pillaje medioambiental forma parte también del mismo paquete, y que destrozar un espacio virgen tiene premio.
Cierto que lo que es bueno para el individuo, no tiene porque serlo para la colectividad, como sucede al fabricar contaminando o al obligar a trabajar sin medidas de seguridad, pero es que todo no se puede tener, y el interés particular debe primar sobre el general para que la economía marche bien.
Gana el individuo, pierde la sociedad. Pero como, según la señora Tatcher, «la sociedad no existe, solo existe el individuo» y la sociedad no es más que una colección de individuos aislados y egoístas, sin vínculo ni obligación alguna para con sus semejantes, difícilmente se la puede perjudicar. Eso sí, aunque la dama de hierro repudiaba las sociedades humanas, sí creía en las sociedades anónimas. Las únicas merecedoras de todo su apoyo, admiración y estima.
La historia demuestra, sin embargo, que desde la tribu más primitiva, hasta el estado más avanzado, los humanos han estado siempre organizados en comunidades, no yendo cada uno por libre, a su aire. La diferencia radica en que, en una tribu primitiva, todas las labores se realizan colectivamente (y todos pasan hambre o ninguno lo padece), mientras que bajo el capitalismo la nación sólo se comporta como un cuerpo colectivo unificado cuando va a la guerra.
Si denominamos economía al conjunto de actividades mediante las cuales los seres humanos cubren sus necesidades, una actividad económica como la liberal que para producir bienes necesita destruir personas y hasta su propio hábitat, representa la negación de su razón de ser… ¿o alguien en su sano juicio piensa que esquilmar los mares y arrasar la selva de verdad es crear riqueza?
El crecimiento indefinido es la enfermedad mortal del capitalismo. Una imposibilidad física en un medio finito como el nuestro. Los liberales confunden producir riqueza con producir millonarios. Se preocupan mucho de la producción y nada de los seres humanos. Apuestan por lo cuantitativo en detrimento de lo cualitativo. Fomentan la eficiencia económica: lograr una elevada productividad, a costa de la eficiencia social: conseguir unas condiciones decentes de trabajo y de vida para todos.
Aunque de momento la sociedad no lo acepte, para el capitalismo, que defiende el beneficio, la eficiencia y la productividad por encima de todo, resulta perfectamente legítimo sacrificar a una persona si con ello salva la vida a cinco trasplantándoles sus órganos. Un debate que ya se ha planteado con los coches sin conductor humano: cuando haya que optar entre atropellar a un individuo que va correctamente por la acera o a cinco peatones imprudentes que, algo bebidos, se han puesto a cruzar la calzada sin mirar, ¿a quién debemos eliminar? La compañía de seguros nos dará la respuesta sin dudar un segundo. Al que resulte más barato.
De ahí la inflación de artículos de usar y tirar, con caducidad programada y de baja calidad que nos invade. Plaga de consumismo cuyo exceso solo puede colocarse mediante un exhaustivo bombardeo publicitario, porque para el capitalismo, derroche equivale a crecimiento, aunque la superproducción de ropas, aparatos electrónicos y objetos completamente prescindibles que al cabo de poco tiempo nadie volverá a usar, hacen que su manida creación de riqueza termine en creación de basura.
Si los precios de los artículos suben por encima de la inflación, aunque la producción del país no varíe, el PIB crece. El incremento del coste de un fármaco computa en la contabilidad nacional como si la empresa que lo fabrica hubiera producido más cantidad. Volver de peaje una carretera, o colocar parquímetros en las calles, también aumenta el PIB. [8]Entrevista a Michael Hudson, Matar al huésped, el gran esquema Ponzi de la economía mundial, www.sinpermiso.info, 10/04/2016, … Continue reading Las privatizaciones provocan ese efecto expansivo al remunerar servicios que antes se prestaban gratuitamente.
La prostitución y el tráfico de drogas también hacen volar la economía. Cuando las viviendas subían de precio año tras año, se nos repetía constantemente que cada vez éramos más ricos y que la economía marchaba viento en popa a toda deuda. Fue mucho más tarde cuando nos informaron que el fútbol era lo único que estaba a la altura de nuestras posibilidades.
En EEUU, entre los años 2014 y 2015, el 92% de los beneficios de sus grandes empresas se destinaron, bien a la compra de sus propias acciones, bien al pago de dividendos, para hinchar el precio de las mismas. [9]Entrevista a Michael Hudson, Matar al huésped, el gran esquema Ponzi de la economía mundial, www.sinpermiso.info, 10/04/2016, … Continue reading Aparente creación de valor que permitió a sus ejecutivos recibir bonus astronómicos por su excelente gestión, aunque la cotización de sus empresas no guardara relación alguna con su verdadera situación.
El liberalismo no conoce más horizonte que el cortoplacismo: ganancias para hoy, quiebras para mañana, y se halla embarcado en una constante huida hacia adelante para escapar de los problemas que él mismo crea. Sus partidarios invocan la responsabilidad individual para eludir la responsabilidad social, cuando en la práctica han acabado con ella por vía de las sociedades anónimas, las personas jurídicas, los paraísos fiscales, los testaferros y la ingeniería financiera. Quien responde de sus actos, ya no son ellos, sino el Mercado.
La lección que el pasado nos enseña sin embargo, es que la unión y la colaboración han rendido mejores frutos que la rivalidad y el enfrentamiento. La tendencia innata del ser humano no es a subirse a un ring a darse de puñetazos con otro hasta que sólo el vencedor quede en pie, sino que ese es el modelo caníbal de convivencia impuesto por el capitalismo.
Capitalismo que se muestra mucho más dinámico que el socialismo a la hora de estimular la iniciativa individual, hasta que se le exige que respete el interés general y se armonice con él, momento en que tal motivación desaparece tan rápido como surgió.
Las grandes multinacionales y entidades financieras, mayores que muchos estados (solo Wal-Mart es mayor que 161 países), se hallan tan fuertemente centralizadas, jerarquizadas y burocratizadas como ellos, y bastantes habrían colapsado, pese a su superior eficiencia, si no se las hubiera salvado con fondos públicos.
Igualmente, la sanidad pública bate con claridad a la privada en costes, prestaciones y coberturas universales sin exclusión de patologías ni de tratamientos costosos, y en cualquier comparación entre ellas, la segunda sale malparada, porque lo suyo no es el servicio, sino el beneficio. [10] Sanidad pública o privada, ¿cuál de las dos es más eficiente?, https://andresherrero.com/sanidad-privada-o-sanidad-publica-cual-de-las-dos-es-mas-eficiente/
La fuerza del liberalismo reside en su capacidad para depredar el medioambiente y extraer hasta la última gota de utilidad de cada ser humano, haciéndole rendir al máximo y convirtiendo su vida en trabajo. Su más reciente acierto ha sido hacerle competir, no ya contra sí mismo o contra sus congéneres, sino contra máquinas, robots e inteligencias cibernéticas. De este modo resulta cada vez menos necesario y valioso, y se torna obsoleto antes. El desequilibrio entre las dos especies, humana y tecnológica, se está disparando y crece a pasos agigantados. La Tecnología va a multiplicar la capacidad de los poderosos para dominar a sus semejantes hasta extremos nunca antes conocidos.
La pugna Liberalismo – Socialismo constituye la cara visible del combate Egoísmo – Conciencia que se libra en el interior de cada persona.
Si la humanidad continúa progresando por el camino del Mercado – Selva, cultivando sus peores instintos, dispuesto a llegar incluso hasta la propia autodestrucción para satisfacer sus ansias de poder, riqueza y éxito, sin cambiar su perspectiva individual por otra comunitaria, sustituyendo el acumular por compartir y la competencia por la cooperación, difícilmente tendrá un futuro.
Porque hasta que los valores humanos no coticen por encima de los de Wall Street, no habrá salido de la edad de piedra, aunque haya sustituido las anticuadas hachas de sílex por modernas ojivas nucleares.
Imágenes: Tablas de andrés herrero
Publicado en infolibre: http://www.infolibre.es/noticias/club_info_libre/librepensadores/2016/08/03/liberalismo_frente_socialismo_futuro_humanidad_juego_53216_1043.html
References
↑1 | Entrevista de Lucía Santa Cruz con Hayek para el periódico el Mercurio de 19 abril de 1981 |
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↑2 | Juan Torres López, Hayek, Pinochet y algún otro más, elpais.com, 22/06/1999, http://elpais.com/diario/1999/06/22/opinion/930002403_850215.html |
↑3 | Ha Joong Chang, El buen samaritano. |
↑4 | Mandeville, La fábula de las abejas, https://andresherrero.com/actualidad-de-mandeville-o-como-el-mercado-convierte-los-vicios-privados-en-publicas-virtudes/ |
↑5 | Famoso aforismo francés |
↑6 | Ha Joong Chang, El buen samaritano |
↑7 | L. Thurow, El futuro del capitalismo |
↑8, ↑9 | Entrevista a Michael Hudson, Matar al huésped, el gran esquema Ponzi de la economía mundial, www.sinpermiso.info, 10/04/2016, http://www.sinpermiso.info/textos/matar-al-huesped-el-gran-esquema-ponzi-de-la-economia-capitalista-mundial-entrevista |
↑10 | Sanidad pública o privada, ¿cuál de las dos es más eficiente?, https://andresherrero.com/sanidad-privada-o-sanidad-publica-cual-de-las-dos-es-mas-eficiente/ |