La verdad es que a mí también me gustaría ser un oprimido, pero me tengo que conformar con el sueldo de periodista y vivir en un pisito de la periferia. En mi barrio de trabajadores apenas hay oprimidos, seguramente por falta de tiempo.
España no es que sea más plural que otros estados, sino más anárquica. Y tan pronto como alguien llega arriba, enseguida cae en la tentación de declararse independiente y soberano, y galopar libremente por sus fueros.
El ideal democrático nos invita a vivir juntos, integrando nuestras pequeñas diferencias en una comunidad política más grande, mientras que la secesión obliga a los ciudadanos romper sus lazos comunes sobre la base de pertenencias etnolingüísticas y diferencias irreconciliables.
Oír cómo te dicen que es el catalán el que está perseguido y que la gente que ha venido a vivir aquí tiene que abandonar su identidad anterior porque está en Cataluña y ha de integrarse por las buenas o por las malas, me subleva.
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