Quedan ya muy lejos los días de las grandes movilizaciones sociales; ahora todo son luchas parciales, que lejos de sumar, fragmentan las fuerzas. Bienvenidos al siglo de lo banal, donde el individuo reina por encima de todas las cosas y de cualquier acción colectiva.
Desde el mismo instante de su concepción, el comunismo apostó por la máxima concentración de poder como garantía de eficacia, haciendo de ello su norma de actuación, sin percatarse de que todas las acumulaciones, sean de poder o de dinero, resultan letales para el hombre.
Dentro ese objeto vaporoso que ha sido siempre el concepto de izquierda, asistimos a una nueva “recuperación” y “revisión”, de una de las muchas corrientes que en su día fueron engullidas por la Historia, nos referimos a la resurrección del bakunismo.
Avanzar hacia un modelo de “vida simple” requiere niveles de consumo de recursos muy bajos, niveles de autosuficiencia local muy elevados, economía de proximidad, mucha autogestión, y producción en función de las necesidades y no de los beneficios.
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