No soy hombre de fe, sino de razón. No creo en el estado, los partidos políticos, las elecciones, los parlamentos, las personas jurídicas, las sociedades anónimas, los mercados, y toda la parafernalia montada para ocultar la dictadura de una élite.
Las personas de derechas, como su propio nombre indica, tienen derecho a vivir en espléndidas mansiones, con yates, aviones y sirvientes a su servicio, porque se lo merecen y se lo han ganado a pulso, a diferencia de los de izquierdas que, si tienen algo, es porque lo han robado, o se lo han regalado.
La vida profesional exige renunciar a la vida personal, y asumir el estrés permanente como estado natural del ser humano, porque el camino a la felicidad pasa por ser cada vez un poco más desgraciados.
Al igual que las empresas se hacen cada vez más grandes, el capital se acumula cada vez en menos manos, ensanchando la brecha que separa a sus dueños del resto de la gente.
El mundo ha preferido el consumismo al comunismo, y EEUU ha sabido aprovecharlo para transformar nuestras democracias en dictaduras económicas disfrazadas de estados de derecho.
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