No soy hombre de fe, sino de razón. No creo en el estado, los partidos políticos, las elecciones, los parlamentos, las personas jurídicas, las sociedades anónimas, los mercados, y toda la parafernalia montada para ocultar la dictadura de una élite.
España no tiene ningún conflicto con la sociedad catalana, sino únicamente con los independentistas que, pese a ser una minoría, se consideran amos y señores de ella.
Las personas de derechas, como su propio nombre indica, tienen derecho a vivir en espléndidas mansiones, con yates, aviones y sirvientes a su servicio, porque se lo merecen y se lo han ganado a pulso, a diferencia de los de izquierdas que, si tienen algo, es porque lo han robado, o se lo han regalado.
La vida profesional exige renunciar a la vida personal, y asumir el estrés permanente como estado natural del ser humano, porque el camino a la felicidad pasa por ser cada vez un poco más desgraciados.
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